Quién lo hubiera dicho, pero Juan Carlos de Borbón busca escondrijo y retiro dorado en la República Dominicana. La elección de destino no es baladí ya que, sorpréndase usted, la isla caribeña y España no han tenido tiempo de acordar hasta ahora un tratado de extradición. Fuerza es reconocer que este relajo va a resultar oportuno en una situación “realmente” incómoda como la que se avecina. Y es que, si a Don Emérito le pueden caer por todos lados, esta inesperada aventura americana no viene a apuntalar –precisamente- su presunción de inocencia. Los motivos de preocupación no escasean y, sin duda, pesaron cuando el actual usurpador de la Jefatura del Estado, Sr. D. Felipe de Borbón y Glücksburg, decidió sacudirse de encima la incómoda presencia del campechano. Adelantándose, con previsión táctica, a que la Fiscalía del Tribunal Supremo imputara o investigara a Juan Carlos por su presunto papel irregular en el caso del AVE a La Meca como al final sucederá. La cosa no acaba ahí y son de esperar las nuevas y escandalosas revelaciones afloradas por Corinna zu Sayn-Wittgenstein pues, como es de dominio público, el telón de silencio mediático protector de la Monarquía tiene su capítulo vergonzante en esta historia real y es muy poco lo que se ha escrito en la España de los últimos veinte años sobre la Corte de los milagros de “Juanito”.