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La semana pasada les hablé, ciertamente desalentado, del asalto al poder judicial. Asalto perpetrado, como viene siendo ya costumbre, sin disimulo ni arrepentimiento. Ya saben ustedes de qué va el cuento, de políticos que nombran a los jueces que han de juzgarlos. A ellos y, lo que es más grave, también la constitucionalidad de las leyes por ellos aprobadas. Para escarnio de la justicia y la libertad, a día de hoy, políticos de partido sientan sus reales en el constitucional. Y hasta lo presiden. Tristes destinos los suyos…