“Mucho cuidado con invocar el nombre de España para defender unos cuantos negocios,
como los intereses de los bancos o los dividendos de las grandes empresas”
José Antonio Primo de Rivera
Si no fuera por lo que es, las razones esgrimidas por el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, serían más que suficientes, no sólo para hacer salir a Mariano Rajoy de la Moncloa, sino para llevarle esposado, en un furgón de la Guardia Civil, con los suyos a Soto del Real.
Nos consta, como a cualquier español de a pie, que es materialmente imposible, que semejante nivel de corrupción haya pasado desapercibido a los ojos del máximo responsable del partido, incluso aunque este sea Mariano Rajoy, un personaje anodino e insustancial, del que siempre recordaremos el “mire usted” y poco más.
Calidad versus cantidad
Estamos de acuerdo, como bien ha argumentado Ábalos, en que Rajoy “debería de haber dimitido”, en que con el actual Código Penal “estarían condenados por corrupción”, y ya nos hemos posicionado al respecto, en que el PP “ha hundido hasta límites insospechados la dignidad de la sede popular”, en que “compitieron dopados en las elecciones, financiados por la caja B”, luego “llegaron al poder de forma delictiva”, en que “se hicieron millonarios en plena crisis”, en que “la ostentación de la boda de la hija de Aznar” fue un despropósito al cuadrado, en que “sus propios electores no merecen este espectáculo”, muy considerado Ábalos con los electores del PP, en que han practicado “obstrucción a la Justicia”, en que “se ríen de las sentencias” y además, “utilizan las instituciones, como el Senado, donde tienen mayoría absoluta”.
El PP ha convertido las sedes territoriales de Madrid y Valencia en un estercolero, así como el PSOE ha hecho lo propio en Andalucía, y Convergencia y Unión en Cataluña, sin que el PSOE haya dicho una sola palabra y mucho menos haya tomado medidas pertinentes a su alcance, en los escenarios de marras.
Si sólo es una cuestión de cantidad, el Partido Popular se lleva la palma. Así lo hizo siempre la derecha. La derecha quiere el poder para eso, para defender sus intereses y privilegios; hecho este que parece extenderse como un contagio al resto de la clase política, en los últimos tiempos. Y como ejemplo, casi cómico de lo inverosímil que resulta, el chalet de Pablo Iglesias, ese político que vino a adoctrinarnos en valores, con trazas de superioridad moral, y que ha ganado una importante influencia política, exhortando a los españoles a que desconfíen de los políticos que viven en chalet de 600.000 euros, mientras se hacía fotografiar en su humilde pisito de Vallecas. Muy tierno.
Insistimos, si sólo es cuestión de cantidad, el PP es el rey de la corrupción. Sin embargo, la corrupción inunda las instituciones españolas, desde Zarzuela, pasando por Moncloa, parlamentos autonómicos, regionales, ayuntamientos y sedes de partidos políticos, sin distinción, de forma directamente proporcional al poder que sustentan.
Ábalos olvida, como el resto de sus compañeros cuando hablan del partido ajeno, que el PSOE podría haber sido el protagonista de su discurso, en el caso de circunscribirnos territorialmente a Andalucía, donde tenemos a dos expresidentes autonómicos imputados, aunque ahora ya no se llame así, precisamente, dada la necesidad política de cambiar ese término. Ya que, para tal caso, así como para asignar sueldos y subvenciones a partidos políticos, sí se ponen de acuerdo. Porque de la misma manera que el Partido Popular ha practicado la obstrucción de la Justicia allí donde ha podido colocar más jueces, por tener más votos, el PSOE ha hecho lo propio en sus fueros y Zarzuela en el suyo. Y a propósito, y llegados a este punto, aprovechamos para recordar con cariño a aquellos valientes que no se dejaron amedrentar, a pesar de que ello les costase la jubilación anticipada o un traslado obligatorio. Un merecido recuerdo a los jueces, José Castro y Mercedes Alaya. Por no hablar de lo las cantidades de dinero, drogas, gambas y sueldos para toda la vida, no de Nescafe, precisamente, que salieron de las arcas públicas, hacia la Cámara andaluza y las sedes de los sindicatos de partido. Ostentación, lo llamó Ábalos.
“A costa de lo que sea”
Que el PP ha ganado las elecciones “a costa de lo que sea” es un hecho. El PSOE no. El Partido Socialista, no ha pactado con el Gobierno vasco, prometiéndoles mantener esos presupuestos que eran “los presupuestos de la derecha”, en su día indignos por no cumplir las sensibilidades acordes con un partido de izquierdas. Algo a lo que otros partidos más a la izquierda, tampoco han puesto pegas. No ha sacado adelante una moción de censura a costa de quedar en manos de partidos que continúan insultando, día tras día, a las víctimas del terrorismo, que continúan insistiendo en su odio a España, a pesar de vivir de ella, con privilegios de casta. El Partido Socialista no ha prometido, a cambio de sus votos, vete tú a saber qué a los independentistas catalanes, entre otras cosas ese diálogo cuya falta afearon al antiguo Ejecutivo, aun a sabiendas de que el único diálogo que entienden algunos es imponer su ley dogmática y sesgada, por encima de la ley que todos estamos obligados a cumplir. El Partido Socialista se ha metido “a costa de lo que sea” en un sarao del que va a ser imposible salir airoso.
Desde Falange Auténtica pensamos que la clave está en los valores que nos faltan, en los que no practicamos. En uno, concretamente, que engloba todos los demás, la honestidad: pensar, sentir y hacer en la misma dirección. Tanto a nivel individual como colectivo. La suma de las honestidades individuales conforma un inconsciente colectivo honesto. Sin honestidad, el contubernio político se torna torticero y en el caso que nos ocupa, además, mediocre. El espectáculo está servido. Las soluciones para hacer de España un país de igualdad de oportunidades, de justicia independiente, de equidad económica continúan pendientes en la agenda de los que siguen siendo parte del problema, por lo que no pueden ser la solución.