El itinerario que habría de culminar en la Constitución de 1978 requería de un mismo y único discurso político de base, anterior a cualquier divergencia ideológica y sostenido por todos los partidos con aspiración de gobierno. Este requisito habría de ser acatado sin reservas o conllevaría un conjunto de desventajas insuperables dentro del juego electoral. De lo contrario, el partido díscolo nunca obtendría el reconocimiento a su legitimidad democrática y quedaría sin acceso a la financiación, la cobertura informativa y a otra serie de prebendas más discretas sin las cuales se torna imposible afrontar la inmensidad que supone una campaña electoral eficiente.

Este discurso común de base declaraba la ruptura radical con el franquismo que, en adelante, se declararía causa eficiente no sólo de los males que por aquel entonces aquejaban al país sino de los que lo continuarían lastrando en el futuro. La pretensión de este antifranquismo de validez universal debe entenderse como un núcleo de ideas-fuerza capaz de remover la voluntad colectiva y de fijar los límites que el juego partidista de izquierdas y de derechas no podía llegar a rebasar. En otras palabras, el imaginario antifranquista se verá hipostasiado a la categoría de “alma política de la nueva España democrática”.

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No sabemos aún, con rigor, qué significa la colaboración en términos económicos. Si por Economía debe entenderse el “sistema de producción, distribución, comercio y consumo de bienes y servicios de una sociedad o de un país”, y habida cuenta de la amplitud de esta definición, parece claro que nos hallamos ante una propuesta alternativa de gran calado. Un balón de oxígeno que viene a disipar la agobiante sensación de hastío hacia una ciencia Economía tan perfectamente dogmática, apodíctica, unívoca y tautológica como la que se imparte a nuestra juventud. 

La definición más excesivamente inclusiva de Economía Colaborativa (en adelante EC) se construye a partir de dos pilares diferenciados: la búsqueda de la gratuidad de los intercambios o, cuando menos, la obtención de un descenso drástico de precio en relación con las ofertas del mercado tradicional; y la obligación de establecer las relaciones de mutuo interés entre las partes siempre mediadas por las nuevas tecnologías (redes sociales, comunidades virtuales, tiendas on-line, etc.)

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Por Mendelevio.

El pueblo español necesita su revolución y creyó que la había conseguido el 14 de abril de 1931; creyó que la había conseguido porque le pareció que esa fecha le prometía sus dos grandes cosas, largamente anheladas: primero, la devolución de un espíritu nacional colectivo; después, la implantación de una base material, humana, de convivencia entre los españoles.

José Antonio, 19 de mayo de 1935

Reivindicamos el 14 de abril, repudiamos el 15. Nos sentimos cercanos a un cambio de régimen pacifico e ilusionante. No añoramos a una monarquía corrupta que cayó sin que saliera en su defensa ni un puñado de alabarderos.

Repudiamos a unos políticos sectarios que elaboraron una Constitución que media España imponía a otra media. Fueron unos enanos intelectuales y morales, que no fueron capaces de construir una república para TODOS los españoles.

Si la monarquía que cayó fue un régimen de conservadores egoístas más o menos liberales, la república fue un régimen de izquierdistas incendiarios, qué negó el derecho a existir a media España.

No reivindicamos a Manuel Azaña, como hizo José María Aznar, porque como máximo representante de la República fracasó en vertebrar a España y reconciliar a los españoles. Defendemos una 3ª República de TODOS los españoles. Rechazamos cualquier régimen (monarquía, república o dictadura) que media España construya contra la otra media.

Por Mendelevio

La detención de Ignacio González ha puesto en evidencia las vergüenzas de los “neoliberales” que han gestionado la Comunidad de Madrid los últimos 20 años.

Nos han hecho creer estos políticos (ahora procesados) y sus economistas de cabecera con tarjetas black de Caja Madrid (Iranzo, Recarte…) que lo más eficaz era privatizar todo lo público. Ahora descubrimos que sólo hacían negocio con lo público.

Han privatizado gran parte de la educación, transfiriendo fondos y cediendo terrenos a unas empresas privadas que hacen de un servicio público un negocio. Se mantienen con fondos públicos unos centros educativos que con subterfugios (donativos, gastos en material y uniformes, extraescolares…) expulsan a los alumnos de rentas más bajas.

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Por Mendelevio.

La presidencia de Donald Trump es un hecho a analizar con más rigor que el aplauso incondicional de la extrema derecha eurófoba o del rechazo visceral de toda la izquierda del caviar. Podemos extraer lecciones, debemos preparar respuestas.

La posibilidad que un “outsider” político, con mucho menos dinero para la campaña que su rival y con toda la prensa en contra pueda ganar, abre la puerta a que otros lo podamos hacer. La política se ha democratizado al reducirse el peso de los “mass media” o los grandes grupos financieros y aumentar el peso de las redes sociales y de los voluntarios.

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