Por Guillermo Ruiz Marcos

Una tras otra se suceden las elecciones y parece, sólo parece, que la democracia funcione. Pero una tras otra las grandes cuestiones de la vida en sociedad siguen sin resolverse. Cuestiones de vital importancia como el mantenimiento del estado del bienestar o de gran calado, como la organización territorial de España, permanecen enquistadas y no se vislumbran soluciones válidas para ellas.

¿Y qué ocurre con todos esos grandes retos que tendremos que afrontar?

La robotización y la consecuente carencia de empleo; el cambio climático y sus consecuencias; el envejecimiento de la población y sus nuevas necesidades…

De todo eso los políticos amamantados de democracia no quieren oír ni hablar.

Para avanzar y superar esta situación hay un problema previo, causante de esta parálisis y de la falta de respuesta política, que debemos solucionar, y no es otro que el problema de la participación. Participación con mayúsculas.

Y es que ya no es válida esta democracia trufada de clientelismos y viciada en sus entrañas, con el fraude que supone la financiación a los partidos políticos; o la perversión de que no se presenten candidatos por vocación con propuestas, sino quien tiene la suerte de comprar un altavoz o quien se vende a no se sabe bien qué intereses financieros.

En cuanto a los resultados, la situación empeora hasta límites inaceptables. No gobiernan las mayorías controladas por un pueblo bien representado, no. Gobiernan títeres fruto de extraños pactos, mediatizados por otros pactos controlados a su vez por otros títeres cuya única aspiración es ocupar el sillón del títere ganador.

No queda nada de espíritu creador, de visión global y generosidad política, de voluntad para construir espacios comunes y alcanzar objetivos trascendentes.

Tampoco es tiempo de revoluciones ni rebeldías utópicas. No se consigue la gloria imponiendo ideas, hay que facilitar que surjan, hay que alentar la inteligencia colectiva; y está claro que nuestra vieja democracia no sirve para eso.

A esta conclusión llega también ahora la nueva izquierda y uno de sus personajes inspiradores, Íñigo Errejón, pretende superar los ya viejos populismos y sus discursos combativos, basados en el antagonismo y el conflicto. “El cielo se toma al asalto” decía Pablo Iglesias. Esa ideología sustentada por el antagonismo quiere ser renovada por un agonismo que llevará a una hegemonía sociopolítica y cultural de la que emergerá una democracia radical donde la participación se resuelve con antiguas fórmulas asamblearias y municipalistas.

Así esta democracia radical supone nada más que una forma de dictadura de las ideas donde, todo aquello que no esté dentro de lo considerado “correcto”, ni será tenido en cuenta ni se debatirá en sus asambleas.

Entonces, ¿hay esperanza para un cambio? ¿podemos soñar con una verdadera nueva política?

Sin duda sí.

Hace algunos años el profesor Henry Chesbrough propuso una nueva estrategia de innovación mediante la cual las empresas van más allá de sus límites y desarrollan, para avanzar, la cooperación con organizaciones o agentes externos (incluyendo clientes, y colaboradores). Esta estrategia cambió el paradigma y de:  “Mi empresa tiene el departamento de I+ D mejor del mundo” se pasó a “El mundo es mi mejor departamento de I+D” .

De este modo muchas empresas encontraron el camino para lanzar nuevos productos y servicios o mejorar los ya existentes. La inteligencia colectiva formada por el personal interno, universidades, distribuidores, grupos de usuarios y proveedores se mostró tremendamente productiva y empezó a formar parte de la propia organización.Ni que decir que los avances tecnológicos y la conectividad digital facilitó enormemente la colaboración y el intercambio de ideas.

¿Por qué no aplicar una estrategia similar a la organización política: LA POLÍTICA ABIERTA?.

El estado actual de la tecnología permite abrir los datos de la administración a todo aquel que desee consultarlos y trabajar con ellos. Con este primer paso conseguiríamos ya algo en lo que nuestra actual democracia suspende estrepitosamente: TRANSPARENCIA.

A partir de ahí se pueden integrar grupos de trabajo, universidades, colectivos ciudadanos, asociaciones y grupos demográficos para que en colaboración, y con todos los datos disponibles, aporten ideas de gestión y desarrollo de normas y servicios. De esta forma se resuelve el problema de la participación y a partir de ahí, la inteligencia colectiva podrá llevarnos a un mundo más justo, libre y trasparente.

La innovación abierta lleva a la política abierta y a la innovación social cuyo fin es LA DEMOCRACIA AVANZADA, la última esperanza.

DEMOCRACIA AVANZADA: TRANSPARENCIA, COLABORACION Y PROGRESO.

 

#democraciaAvanzada #transparencia #Colaboracion #Progreso

Por Mendelevio.

Se acerca una nueva crisis económica  y nuestros políticos están enzarzados en una pelea por las rentas que generan los sillones en las Cortes, el Consejo de Ministros, la CNMV, el CIS, Renfe o Red Eléctrica Española…. Nosotros tenemos claro que las crisis hay que prevenirlas en las épocas de bonanza, pero los incompetentes que monopolizan la representación política, gracias al sistema de partidos, sólo se preocupan de sus propias carreras.

Cuando vuelva a estallar la crisis, oiremos, otra vez, que nuestro problema es de competitividad, que hay QUE BAJAR LOS COSTES LABORALES. También oiremos que vivimos por encima de nuestras posibilidades, QUE HAY QUE RECORTAR LOS SERVICIOS PÚBLICOS. A partir de la crisis de 2008 se hizo el llamado ajuste interno, se apretó a los trabajadores que no habían perdido su empleo, se hicieron recortes en derechos laborales y en prestaciones sociales, pero todos esos esfuerzos se volatilizaron con la política del BCE de mantener un euro fuerte… mientras el yuan, el yen y el dólar se devaluaban por medio de políticas de expansión monetaria, que aumentaban la competitividad de sus exportaciones y limitaban las importaciones en detrimento de la Unión Europea (esto ya lo denunciábamos en 2015 y en 2014).

Al BCE ya se le ha caído la venda, ya no tiene como prioridad mantener en un euro fuerte y controlar la inflación, pero su política supuso años de sufrimiento a millones de europeos… y encima no se materializó en una gran subida de la competitividad. Ante la nueva crisis ya no hay mucho margen para los estímulos monetarios, el BCE ha llegado a los tipos de interés negativos y España, que empezó la anterior crisis con una deuda pública en torno al 30% del PIB, se enfrenta a esta con una deuda equivalente al 100% del PIB (*). Volverán a apretar a los trabajadores echándoles la culpa de la falta de competitividad, se volverán a pedir reformas legislativas que mermen los derechos, otra vez se clamará por BAJAR LOS COSTES LABORALES… bajo eufemismos, aparentemente técnicos, como reformas estructurales.

Deuda pública en España hoy, según datos del Banco de España

Nosotros llevamos también años defendiendo que se deben bajar otros costes de producción a las empresas, los costes de la energía. En vez de rebajar las cuotas a la maltrecha Seguridad Social (que es pan para hoy, hambre para mañana), se debe fomentar (legislativamente y con subvenciones) el autoconsumo fotovoltaico. Con ello las empresas pueden buscar la competitividad sin apretar aún más al factor trabajo. Si se complementa con autoconsumo en las casas, los trabajadores podrán reducir sus gastos fijos mensuales (factura energética), pudiendo afrontar la larga, larguísima etapa de salarios bajos que nos esperan… Un tercer aspecto positivo es que empresas y trabajadores demandarán menos combustibles fósiles (gas y petróleo) importados… es decir, se dejará de drenar divisas hacia Argelia, Rusia o Arabia Saudí... mejorará nuestra balanza comercial, y ese dinero ahorrado, se podrá gastar dentro de la Unión Europea, con el consiguiente efecto multiplicador sobre la economía.

Por qué unas medidas tan evidentes no se aplican… la respuesta también es evidente. Por un lado tenemos a una parte de la derecha española que le ha comprado íntegro el discurso a Trump y Bolsonaro, que entre otras muchas cosas incluye negar el cambio climático, y la influencia del COen él… sin entrar en el debate científico, sólo desde el punto de vista económico y geopolítico (que no moral) puede tener algún sentido que países productores de petróleo y gas se aferren a estas fuentes de energía… pero desde la economía y la soberanía que un país como España, que es totalmente dependiente de las importaciones de petróleo y gas, se aferre a ellas es estúpido… y si unimos la ciencia y la moral, es  irresponsable.

Por otro lado está claro el peso que tiene el lobby de las grandes empresas energéticas, con sus presiones y sus puertas giratorias, sólo se plantean la transición hacia las energías renovables por medio de macro proyectos controlados por ellos… defienden mantener su oligopolio persiguiendo el autoconsumo… como en la Edad Media los señores feudales hacían con el monopolio de hornos, fraguas y molinos.

Nuestros gobernantes son el tercer freno al autoconsumo energético, y no sólo seducidos por las prebendas y puertas giratorias de las energéticas, sino porque el autoconsumo reduciría los ingresos fiscales por los impuestos al consumo de energía. Llevamos años viendo cómo se baja la fiscalidad a las grandes empresas, o incluso como estas tributan directamente en agujeros fiscales como Irlanda o Luxemburgo, mientras se suben los impuestos al consumo como el IVA y los impuestos especiales. Al renunciar a estos ingresos les costaría mantener sus poltronas en los 17 chiringuitos autonómicos, más los organismos públicos y demás entes. Cómo dijimos al principio del artículo, eso es lo único que preocupa a nuestros políticos.

 

* Ver Deuda pública en España hoy, según datos del Banco de España

La materia u objeto de la política es el poder.

Genéricamente, el poder se define como la capacidad de obrar, como la capacidad de producir efectos.

En términos sociales el poder se identifica con la capacidad del hombre para determinar la conducta de otros hombres. En consecuencia la política se refiere, prima facie, a las relaciones entre dos ámbitos de la realidad social que son los de la autoridad y los de la obediencia.

Apenas delineadas estas primeras definiciones básicas ya aparece una propuesta política (es decir, una reflexión sobre el poder y su naturaleza) que consiste, precisamente, en cuestionar esa relación de poder. Se trata del anarquismo que, sin negar la evidencia del poder del hombre sobre el hombre, propone anularlo mediante un sistema de organización social acrática.

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No nos la merecemos pero la tenemos a raudales. El pueblo español, que da con pasión, que vive intensamente, que siente sin complejos y que las más de las veces se enfrenta al destino a puerta gayola, merece algo más de imaginación que de la que hacen gala nuestros políticos.

Y es que da igual de donde venga lo que tenga que venir, cuando de ideas brillantes e imaginativas se trate, lo mediocre no vale. Hay un mínimo que podemos pedir a nuestros políticos en estos tiempos de identidad indefinida e irreconocible, de crisis existencial de la nación española, de triste falta de proyecto de vida en común, sea sugestivo o del tipo que sea. Y ese mínimo que podemos pedir es que no seamos gobernados por una banda de conformistas. Como somos ambiciosos, queremos ambición. Como somos valientes, queremos audacia.

Porque sabemos que nuestros políticos debieran ser ambiciosos en la búsqueda de soluciones y acciones para la mejora continuada y clara de las condiciones de vida de los españoles presentes y de los futuros. Pero igual sabemos que en esto nuestros políticos no lo son.

Eso sí, ambiciosos si lo son a la hora de repartirse cargos para ellos;  que si no sé cuántos ministerios, que si la presidencia del gobierno, de la nación o de cualquiera de las diecisiete taifas… muy ambiciosos a la hora de colocar a los familiares y amigos en puestos de confianza muy bien pagados pero con descripciones del puesto de trabajo harto vagas… ambiciosos en los sueldos y en los beneficios que obtienen ellos, de ser, como lo son, semidioses del Olimpo. Porque los políticos se han convertido en seres tocados por la providencia para ser representantes democráticos del resto de nosotros, meros mortales agobiados las más veces por las deudas, y siempre por la incertidumbre.

Qué pena que estos seres de otro planeta al final no tengan casi nada que ofrecer de cara al futuro.

Y no será porque no haya tajo ¿eh?

El futuro nos pisa los talones y se confunde cada vez más con el presente. Ahí está el nuevo paradigma donde la producción va desplazándose hacia nuevas actividades, relegando algunas de las tradicionales ocupaciones humanas a memorias, y a convertirse muy pronto en actividades innecesarias.

Y no es ciencia ficción, es el día a día del desarrollo de tecnologías de todo tipo en campos como la inteligencia artificial, la robótica o la cuasi mágica impresión en 3D.

Y a esto, ¿cómo respondemos? ¿Cómo responden nuestros políticos? Porque de esto deberían ocuparse en lugar de hacer tanta aritmética parlamentaria. Siéntense sus señorías todos juntos y piénsenselo un poco, que España ya ha perdido demasiados trenes y este como nos descuidemos lo perderemos también. Todo mientras, ustedes miran idiotizados, por ejemplo, al muy idiota e inútil 'procés', sin saber cómo atajar un problema que, claro, es de egoísmo y mala baba, pero también de desamor e incomprensión. Desamor bidireccional, no se olvide.

En España tenemos medios para formarnos de manera excelente y a pesar de ello, nuestros jóvenes se van de España a ofrecer de saldo su creatividad y profesionalidad. Dando unos resultados que alcanzan en el resto del mundo niveles de excelencia, que deberían haber sido motivo suficiente para que en España, su nombre estuviera en la nómina de una empresa potente y creativa, en lugar de en la lista de los demandantes eternos de empleo.

Solo un ejemplo, de lo que deberían estar pensando los políticos: en la formación y la creación de un ambiente propicio para la creatividad, para no malgastar talento.

Pero hay mucho más:

Simplificar la pesadísima burocracia que padecemos. Ahorrar en administraciones duplicadas y triplicadas en los niveles autonómico y local.

Hacer de la justicia social una herramienta de creación de seguridad jurídica y de lucha contra la explotación y no un mero instrumento de destrucción de las empresas. Que hay casos… 

Imaginar maneras de aumentar la recaudación de impuestos, bajando los impuestos. Es sencillo, más contribuyentes pagando, pueden pagar menos, pónganse a pensar… dejen respirar al contribuyente, y lo mismo así deja de ser la defraudación un deporte nacional.

Empezar a mirar hacia afuera y ser pioneros en dar servicio al mundo global. Nuestro idioma nos lo permite… seamos inteligente y fomentemos también una enseñanza eficiente del inglés y nos convertiremos en líderes en cien mil áreas de la nueva economía.

Y suma…

Y sigue…

¿Hasta cuándo nuestros políticos, tan imaginativos para planear sus vacaciones van a permitir que un gran número de nuestros mejores, precisamente, solo pisen España cuando están de vacaciones?

¿Hasta cuándo vamos a tener que ser un país de talento e imaginación gobernados por la mediocridad?

¿Cuándo vamos a darnos cuenta que estamos haciendo algo rematadamente mal en la manera de elegir a nuestros representantes?

Enrique Antigüedad

En el universo de las ideas políticas el Nacionalsindicalismo aparece como un agregado de conceptos dispersos que nunca ha llegado a sistematizarse satisfactoriamente. Se pueden aducir múltiples razones para explicar este estatus anómalo. Pero, al abordar hoy el tema, no nos mueve el interés historiográfico sino  el puramente doctrinal. La compleja tarea que nos imponemos es la de ensayar una descripción, somera pero íntegra, del Nacionalsindicalismo en sus vertientes política y económica.

Si bien es posible, y hasta recomendable, tomar en consideración todas las aportaciones habidas a lo largo de sus casi noventa años de existencia es muy cierto que la definición que buscamos puede nutrirse exclusivamente de los textos de José Antonio. Con una salvedad. Si bien todas las bases del concepto nacionalsindicalista se hallan allí, no es menos cierto que se encuentran sepultadas bajo una gruesa capa de retórica, de erudición jurídica, de alusiones metafísicas y hasta de personalísimos juicios de valor que sacrifican la claridad de la exposición a la belleza formal. Lo cual obliga a sumergirse hasta las profundidades de sus escritos.

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