Dejemos ya, de una vez por todas, de echar la culpa a los colegios de la mala educación de nuestros hijos y asumamos parte de la responsabilidad que nos toca a los padres.
Admitiendo que los gobiernos y sus políticas no lo ponen fácil, deberemos hacer un esfuerzo por llevar a la práctica aquello de conciliar vida laboral y familiar. Nuestros hijos no pueden estar solos tanto tiempo o a cargo de unos cuidadores que, con la mejor de las voluntades, bastante hacen con llevarlos y traerlos al cole, darles de comer y vigilarles en el parque. Hagamos realidad la paternidad responsable pero no sólo como una carga, que lo es, sino como una bendición que consiste en pasar más tiempo con ellos, escuchándoles, jugando...