A pesar de lo que todos sabemos, y a pesar de que el Gobierno, las autoridades y el mismo protocolo de la Casa Real han decidido que el Rey emérito no estuviese este año en la celebración del 40 aniversario de la Constitución, continuamos haciendo como que aquí no ha pasado nada, como que nadie ha tomado esa decisión, como que ha sido un despiste de protocolo, a mayor gloria de la estupidez humana de los españoles y de los de coche oficial, también.
Tras conocerse, con el consabido estupor, el “enfado” del rey campechano, los telediarios, con sus presentadores de gesto visiblemente afectado, lanzaban, todos a una, el lema de los siguientes días -no muchos, que esto no interesa-: el Rey emérito ha sido el motor del cambio, qué duda cabe. Aún cuando los hechos, que son tozudos, nos revelan que el único cambio del que Juan Carlos de Borbón ha sido partícipe es el de adaptarse a los dirigentes que han ido haciéndose cargo de los sucesivos Gobiernos de España, fueran estos dictadores o demócratas.