La decisión judicial por la cual se ordenó la retirada de todos los ejemplares de la revista El Jueves de los puntos de venta hace unas semanas, es cuanto menos una situación curiosa y que no puede caer en el olvido sin un mínimo comentario.

 

El secuestro de una publicación en la España de 2007 no es un hecho muy normal en una democracia que presume de mayoría de edad pero que, con asuntos como éste, se comporta como una adolescente caprichosa y en plena edad del pavo.

 

Una caricatura que se supone que representa al matrimonio heredero de la corona española (algunos dicen que salen muy favorecidos –lo desconocemos-) en una escena que debe representar parte de su vida marital, fue el desencadenante de la urgente decisión de la fiscalía.

Cierto es que, si esto es como lo cuentan, a nadie le haría mucha gracia verse reflejado junto a su pareja en similar situación, y es muy probable que ni siquiera le agradase al propio dibujante que, muy graciosillo él, tal vez sea de los que luego se enoja cuando el objeto de una broma es él mismo.

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La directora de la Biblioteca Nacional, Rosa Regár s, ha concedido una entrevista a una publicación de Comisiones Obreras, Tribuna de la Administración Pública en la que, entre otras muchas perlas (sus declaraciones son, en conjunto, una exhibición de sectarismo), ha manifestado que "los grandes logros sociales de este gobierno se venden mal porque la prensa no es del gobierno. Todos van a favor de la oposición. Afortunadamente, cada vez se venden menos periódicos.

 

Tiene un mérito innegable reunir tantas estupideces en una misma frase. Normalmente, esto habría que trabajarlo con empeño, pero me parece que a Regás le sale así, fluido y de forma natural. Sin embargo, estoy seguro de que, si se lo propone y tal vez hasta sin proponérselo-, puede superarse en el futuro. En lo de las estupideces quiero decir, porque en lo literario hace tiempo que no da mucho más de sí.

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Cada año lo mismo: todos los medios se afanan en saber quién ganó (¿?) el debate sobre el estado de la nación. Como si fuera un combate de boxeo o algo parecido. Dentro de la completa degradación que sufre la res publica en nuestro país, se toman como normales muchas cosas que no deberían serlo. Y una de ellas, sin duda, es ésta.

 

El parlamento debería servir para que nuestros supuestos representantes debatiesen sobre las distintas propuestas y, finalmente, legislaran en beneficio del bien común. En el caso concreto del debate sobre el estado de la nación, su finalidad, en una democracia parlamentaria, es que el ejecutivo rinda cuentas ante el órgano que representa la soberanía popular.

 

El fin, pues, debe ser el análisis de la gestión previa de gobierno y de los proyectos de éste para el futuro inmediato. El debate debe ser el medio para conseguir ese fin. Pero nos encontramos con que el medio se convierte en fin y, en lugar de analizar el fondo, nos centramos en analizar las formas, no qué se debatió sino cómo se debatió.

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Ardales es un pueblo malageño que no tengo la fortuna de conocer, pero Ardales es también un símbolo, un símbolo para esta Falange que está escribiendo la historia de aquélla que no pudo ser.

 

A veces me indigno ante la historia tremenda que nos colocó ante la disyuntiva de tener que elegir, cuando éramos un embrión de organización política. Han pasado ya setenta años. A veces también he fantaseado con otras historias posibles. ¿Y si la Falange y la CNT hubieran creado en aquella España rota un tercer frente rojinegro? Desde luego, Falange y CNT eran las auténticas moscas cojoneras en sus respectivos bandos.

Pero ahora llega Ardales y la oportunidad de escribir otra historia, nuestra historia.

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Una divertida canción de Javier Krahe, Un burdo rumor, incluía el verso que encabeza estas líneas… En este caso, mi encuesta supongo que tendrá el mismo rigor científico que la del ingenioso cantante –o sea, ninguno- pero a mí me parece que puede ser indicativa de algunas cosas. Y como supongo que el CIS no va a preguntar por los contenidos de la web de FA y este partido no tiene dinero como para contratar a Sigma Dos, Demoscopia y esta gente, pues nos tendremos que conformar con lo que hay…

En las últimas semanas he llevado a cabo, como digo, un pequeño experimento sociológico -muy doméstico- en mi entorno de amigos, conocidos y compañeros de trabajo. Les he comentado a todos lo que exponía recientemente Carlos Javier Galán en un artículo publicado en la sección de Sindical en esta web. Les he explicado que los grandes sindicatos -o sea, las organizaciones cuyo pretendido fin es defender a los trabajadores- consideran un modelo adecuado la llamada moderación salarial. A saber: que tanto en períodos de crisis como en períodos de bonanza, los sueldos de los trabajadores crezcan poco. Les detallo que no es que, finalmente y tras el tira y afloja con las organizaciones empresariales, sólo sea posible conseguir subidas pequeñas, sino que a priori, antes de iniciar el proceso, las direcciones nacionales de UGT y CCOO han firmado un documento en el que imponen a sus secciones que no negocien nunca, en lo distinto sectores, incrementos de salario por encima de la previsión de inflación del gobierno, alegando que eso perjudica a la competitividad de las empresas.

Tres cosas he constatado de forma generalizada en mis interlocutores:

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