Una divertida canción de Javier Krahe, Un burdo rumor, incluía el verso que encabeza estas líneas… En este caso, mi encuesta supongo que tendrá el mismo rigor científico que la del ingenioso cantante –o sea, ninguno- pero a mí me parece que puede ser indicativa de algunas cosas. Y como supongo que el CIS no va a preguntar por los contenidos de la web de FA y este partido no tiene dinero como para contratar a Sigma Dos, Demoscopia y esta gente, pues nos tendremos que conformar con lo que hay…

En las últimas semanas he llevado a cabo, como digo, un pequeño experimento sociológico -muy doméstico- en mi entorno de amigos, conocidos y compañeros de trabajo. Les he comentado a todos lo que exponía recientemente Carlos Javier Galán en un artículo publicado en la sección de Sindical en esta web. Les he explicado que los grandes sindicatos -o sea, las organizaciones cuyo pretendido fin es defender a los trabajadores- consideran un modelo adecuado la llamada moderación salarial. A saber: que tanto en períodos de crisis como en períodos de bonanza, los sueldos de los trabajadores crezcan poco. Les detallo que no es que, finalmente y tras el tira y afloja con las organizaciones empresariales, sólo sea posible conseguir subidas pequeñas, sino que a priori, antes de iniciar el proceso, las direcciones nacionales de UGT y CCOO han firmado un documento en el que imponen a sus secciones que no negocien nunca, en lo distinto sectores, incrementos de salario por encima de la previsión de inflación del gobierno, alegando que eso perjudica a la competitividad de las empresas.

Tres cosas he constatado de forma generalizada en mis interlocutores:

La primera, que nadie lo sabía, todo el mundo se muestra desagradablemente sorprendido. Y me pregunto entonces, ¿estamos realmente informados? ¿nos dan a conocer los medios de comunicación lo que realmente importa, lo que influye en nuestra vida cotidiana? ¿Centran los políticos y los medios la atención de la opinión pública en lo que tiene trascendencia o nos distraen con debates artificiales? ¿Cómo es posible que nos pasemos meses discutiendo sobre las reformas de estatutos de autonomía o sobre los papeles de Salamanca y nadie nos cuente que nuestros salarios no podrán subir más del 2 % porque los sindicatos –los supuestos representantes de los trabajadores- defienden con entusiasmo que ése es el modelo más adecuado, una decisión que influye -vía convenios colectivos aplicables- sobre la nómina de muchos millones de trabajadores españoles?

 

Una segunda conclusión, por lo demás previsible: que nadie comparte la medida. Ni una sola persona, sea cual sea su sexo, edad, estatus social, condición profesional o tendencia política, me intentó justificar esta actitud sindical o al menos se mostró comprensiva con la misma. También es verdad, no les voy a engañar, que todos los encuestados -la gente con la que me codeo día a día- eran personas normalitas, no había ningún político profesional, nigún banquero o ningún consejero de gran sociedad anómina. Para empezar, el personal duda de la credibilidad de las previsiones de inflación del Gobierno e incluso de la supuesta inflación final que recoge el Ándice de Precios al Consumo. Quien más quien menos me habla de la subida real que el euro ha provocado en los productos básicos. O se refiere al crecimiento de los costes de la vivienda y de los tipos de interés y, en consecuencia, la creciente porción de ingresos familiares que cada uno tiene dedicar a ese concepto, sin que los salarios crezcan de forma ni remotamente parecida… Uno de mis amigos me hace una observación ciertamente atinada: que, ahora que tantos objetivos de convergencia nos marcamos con Europa, los sindicatos implícitamente han renunciado a uno, la convergencia de salarios, la convergencia del poder adquisitivo y, por tanto, una parte de la calidad de vida de los ciudadanos. Y alguien me hace notar lo que ya apuntaba el propio autor del artículo: que, puestos a defender la competitividad y mantener costes empresariales, hay otros factores que tocar aparte del salario de los curritos y me recuerda oportunamente que en estos días Botín alardea de que el Santander llegará pronto a los 10.000 millones de euros de beneficio.

 

Tercera constatación: que a nadie le deja indiferente, a nadie le parece que esto sea un asunto baladí, todo el mundo cree que tiene trascendencia. Cuestión importante, pues, la que ha apuntado FA y de la que, sin embargo, mucho me temo que seguirán sin hablar los partidos, los medios informativos y, obviamente, los sindicatos del sistema. Quizá esa sea la mayor virtud de Falange Auténtica: la de alejarse de los gastados discursos de los políticos profesionales y plantear, con el lenguaje de los ciudadanos de a pie, cuestiones que interesan a los ciudadanos de a pie. La de poner, humildemente, el dedo en algunas llagas que pasan desapercibidas en medio de tanta resignación. Lástima que con tantas dificultades y con tan limitados medios, porque si la insobornable tenacidad de las mujeres y los hombres de FA consiguiera hacer llegar estos mensajes a los españoles, otro gallo nos cantaría a todos.

Selenio