Actualidad

Conoce la actualidad de Falange Auténtica

Ésta podría ser la expresión sorprendida de un buen número de españoles estos días. El domingo se sometió a referéndum en Andalucía el nuevo estatuto de autonomía de esa región. Y un montón de gente casi ni se había enterado. Entre ellos, muchos andaluces, que seguro que si lo sabían parecen no haberse querido enterar, si es que algo significa que de 6.045.560 posibles votantes, 3.852.063, es decir el 63,72 % ni siquiera se ha molestado en ir. 20.966, un 3,28 %, fueron para emitir un voto nulo y sólo acudieron a emitir su voto, es decir a expresar su opción diferente al voto nulo, el 33 % de los llamados a las urnas, 2.193.497 andaluces.

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Por Alonso Goya

Tal es el clima de crispación creado por los políticos de los partidos parlamentarios y alimentado por los periodistas seguidores de estos mismos grupos, que empieza a dar pánico encender una televisión o mover el dial de un aparato radiofónico.

En poco menos de dos semanas, cuando mi único interés era informarme sobre determinados temas o presenciar un debate serio entre contertulios sobradamente preparados para ello, me he encontrado con situaciones que parecían sacadas de una pelea callejera, de una bronca de mercado o de una fea discusión de barra de bar. Los implicados son personas de sobra conocidas que, en lugar de utilizar su –se supone- exquisita formación para argumentar sus opiniones, lo que hacen es lanzarse metafóricamente (de momento) al cuello de su adversario.

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Las dos Españas hasta sus últimas consecuencias: en este país en el que siempre ha habido que ser, por narices, de Marcial Lalanda o de Joselito, de los carlistas o de los isabelinos, del Madrid o del Barça, de los rojos o de los nacionales, del PP o del PSOE, de la Cope o de la Ser, del vaso medio vacío o del vaso medio lleno, del blanco o del negro, encuentran difícil acomodo el término medio, el razonamiento riguroso o la simple sensatez que se niega a ser etiquetada.

 

Sin embargo, cuando el 11 de marzo de 2004 el mayor atentado de la historia de España nos levantaba a todos con la noticia de casi doscientos muertos, centenares de heridos y un drama para muchísimas familias, pocos podían imaginar, aun con aquellos antecedentes, que los sectarismos llegarían al extremo de acampar también en medio de una tragedia nacional de esas dimensiones.

 

Ha comenzado en estos días el juicio por aquel atentado terrorista y, en vez de encontrar una sociedad, unos partidos y unos medios de comunicación unidos en el rechazo al terror y en la cercanía a las víctimas, unidos en el dolor y en la exigencia de justicia, encuentra también dos bandos: los que quieren que hayan sido los islamistas y los que quieren que haya sido ETA. ¿Cabe mayor disparate?

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Por Viernes

Dicen que cuando una mujer es infiel a su marido éste suele ser el último en enterarse y que, a pesar de las evidencias suelen manifestarse como una ligera molestia al atravesar los dinteles de las puertas-, mientras todos se ríen a su alrededor, el burlado permanece en la inopia.

 

Algo así ha debido sentir José María Aznar: "Pensaba que en Irak había armas de destrucción masiva y no las había, yo lo sé ahora, declaró recientemente el  amigo de Blair y Bush a propósito de los supuestos motivos de la agresión contra Irak.

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Teóricamente, y así debería de ser en la práctica, el Tribunal Constitucional es el garante de la legalidad constitucional de las propias leyes, es decir, de su adecuación a la misma o, dicho de otra manera, de que lo dispuesto en las leyes de inferior rango, que son todas las demás, no sea contrario ni vulnere la normativa constitucional.

 

También teóricamente, y así debería de ser en la práctica, el Tribunal Constitucional, al igual que el resto de los Tribunales, ha de ser independiente y sometido exclusivamente al imperio de la ley, al margen de mediatizaciones del tipo que sean.

 

En concreto el Tribunal Constitucional tiene como competencias, primero el conocer acerca del recurso de inconstitucionalidad, o lo que es lo mismo declarar la constitucionalidad o inconstitucionalidad de leyes y disposiciones normativas con fuerza de ley; en segundo lugar, solventar los recursos de amparo que se le presenten por presunta violación de los derechos y libertades constitucionales; por último, resolver los posibles conflictos de competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas, y de estas entre sí.

 

Sin embargo, y ésta es una de las maldades del sistema, los intereses partidistas lo mediatizan todo. El resultado de ello es que los magistrados constitucionales están donde están no sólo por su condición de juristas de reconocido prestigio, con más de 15 años de ejercicio profesional, sino porque responden a posiciones políticas determinadas y, de alguna manera, porque siguen las instrucciones de los partidos, que son los auténticos amos de la vida política.

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