Actualidad

Conoce la actualidad de Falange Auténtica

Los alarmantes sucesos del pasado fin de semana en Alcorcón (Madrid) nos resultan especialmente inquietantes por su significación con respecto al fracaso de la integración en nuestra sociedad.

 

No es lo más importante saber en este caso quién empezó la trifulca, ni si ésta tuvo su origen en una pelea de copas o en alguna actividad delictiva previa. Lo cierto es que, tras un desgraciado episodio de violencia, totalmente censurable, la consecuencia inmediata es la creación de bandos enfrentados, cuyas características son fáciles de asumir. Los bandos se diferencian por rasgos étnicos, por origen nacional y, en menor medida, por usos culturales, si es que pueden ser así llamados los atributos diferenciadores que asignan a los individuos un mayor o menor grado de pertenencia a una tribu urbana.

 

No vale ocultar la cabeza como el avestruz ante estos incidentes. Si se dan es porque el proceso de integración está fracasando y deben tomarse medidas de manera inmediata.

 

Es bien conocida nuestra posición ante la inmigración. También es conocido nuestro planteamiento sobre la integración: un proceso imprescindible, obligatorio, al que no se puede renunciar para poder organizar la nueva sociedad que estamos creando entre los que ya estábamos y los que están llegando.

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Por Bernardo Rivero Taravillo

Entre los ilustres discípulos de Ortega y Gasset, renovador e impulsor de la filosofía española en las primeras décadas del pasado siglo, podríamos citar a Zubiri, Xirau, Gaos, Zambrano y Marías, pero también a Ramiro Ledesma Ramos (1905-1936), quien, a comienzos de la década de 1930, abandonaría una muy prometedora trayectoria intelectual para entregarse plenamente a la acción política revolucionaria. Posteriormente, los trágicos acontecimientos de 1936, en los que pierde la vida (como tantos otros de ambos bandos, fusilado por un pelotón criminal e ignorante), impidieron que pudiéramos conocer su evolución y consolidación como filósofo. Posiblemente habría llegado a ser, al menos, tan destacable como los anteriormente citados (lejos de ser un político profesional parece probable que volviera a las tareas intelectuales). "No han matado a un hombre, han matado a un entendimiento fueron las palabras de Ortega en París cuando tuvo conocimiento de la muerte de Ledesma.

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Por Alonso Goya

Cae la noche en las afueras de Buenos Aires. Un sucio y oscuro apeadero, rodeado de descampado y villas miseria, se encuentra abarrotado de mayores, maduros y niños con ropas harapientas. Todos tienen en sus manos llenas de mugre algún artilugio que les servirá para desarrollar con mayor éxito o con un poco de menos esfuerzo la dura jornada de trabajos forzados -forzados por la necesidad de comer- que ahora comienza.

A la lejanía se acerca el tren emitiendo un pitido ensordecedor, el mismo que emitirá cada vez que pase por un apeadero o por una estación -éstos sí "normales"- para avisar de que no parará ya que se trata del tren de los cartoneros.

 

Cuando llega al apeadero apenas da tiempo a que se detenga del todo; cientos de seres humanos se lanzan como una jauría para poder agarrar el medio de transporte que le dejará en su "lugar de trabajo, las oscuras calles de la ciudad porteña. Se agolpan, se aprietan; uno no sabe si lo hacen para que quepan más o para resguardarse del frío, ya que el convoy no lleva cristales en las ventanas ni puertas y el invierno en Buenos Aires es duro.

 

Y así, como si de un tren de leprosos se tratase, atraviesa a toda velocidad y siempre acompañado del ensordecedor pitido parte de la provincia de Buenos Aires, hasta llegar a su estación de destino en Capital Federal donde les espera una noche de esfuerzo y de penurias.

Esta palabra, cartoneros, que podría perfectamente ser el título del último éxito cinematográfico del director de moda o el nombre de una banda de rock, en realidad es la ocupación de más de 10.000 personas en el Buenos Aires del siglo XXI.

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Tal vez sea el momento de recordar quiénes somos. Falange Auténtica, cuando mira al pasado y busca las fuentes donde inspirarse, fija su vista, de manera innegable, en la experiencia vital y política de José Antonio Primo de Rivera.

Un político que negó su entrada en Falange Española a José Calvo Sotelo, que se había convertido, en los tiempos de la Segunda República española, en baluarte y promesa de la derecha autoritaria con tintes corporativistas, y, sin embargo, coqueteó en más de una ocasión con la posibilidad de que el movimiento revolucionario que proponía para España fuera liderado por Manuel Azaña, paradigma incuestionado del republicanismo izquierdista no marxista, cuyas cualidades y posibilidades recalcó en más de una ocasión. Un político, José Antonio, que en alguna ocasión creyó viable que la dirección de su Falange recayera en Indalecio Prieto, representante oficioso del socialismo menos bolchevizado dentro del PSOE.

 

Fue José Antonio quien, tras poner a disposición del gobierno derechista de 1934 todos los medios que pudiera ofrecer Falange Española para atajar el movimiento revolucionario contra el gobierno de la República que adquirió especial importancia en Asturias y Cataluña, salió a los medios para justificar el origen de la sublevación en las durísimas condiciones de vida de los trabajadores en España, para mostrar simpatía por los sublevados y por algunas de sus motivaciones y para advertir a sus seguidores de la necesidad de seguir luchando contra la injusticia social del gobierno derechista, que había atacado la clase obrera, influida por el marxismo virulento de aquellos tiempos.

 

La profunda libertad que hizo suya José Antonio Primo de Rivera ha sido heredada por Falange Auténtica al tiempo que las esencias que definieron su activar político. Consideramos una obligación ejercer esa libertad, incluso cuando no se entiendan nuestras motivaciones.

 

Cuando el sábado día 13 asistimos con nuestra propia pancarta y mensaje a una manifestación que los medios derechistas señalaban como una maniobra del gobierno para recuperar la iniciativa popular -que últimamente había copado el sector político que se siente representado por la oposición-, ejercíamos no sólo nuestra profunda libertad, sino que también poníamos en practica uno de nuestros principios políticos. Nuestra postura contra la negociación y nuestra crítica al planteamiento de Rodríguez Zapatero en cuestiones antiterroristas no deja ninguna duda, sobre qué apoyábamos y qué no hubiéramos apoyado en ningún caso.

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Roberto Centeno, catedrático de Economía U.P.M., en El Mundo, 08.12.06:

"EL MITO DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO

Hace sólo unos días –y como es habitual ante unas buenas cifras de crecimiento, empleo e inflación en términos absolutos, el presidente Zapatero realizó un análisis totalmente triunfalista, llegando a afirmar que la economía española marcha mejor que nunca (...)

La economía no sólo no va bien, sino que va regular, mal o muy mal para un 74 % de los españoles, tal como se pone de manifiesto en la última encuesta del CIS.

Como se enseña en primer curso de Economía, las cifras macroeconómicas absolutas carecen, por sí mismas, de significado económico definido (...). Y como se demuestra en teoría económica elemental, el empleo puede crearse bien incrementando la productividad –caso de Irlanda y muchos otros- o bien reduciendo el salario real caso de España- (...).

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