Los alarmantes sucesos del pasado fin de semana en Alcorcón (Madrid) nos resultan especialmente inquietantes por su significación con respecto al fracaso de la integración en nuestra sociedad.
No es lo más importante saber en este caso quién empezó la trifulca, ni si ésta tuvo su origen en una pelea de copas o en alguna actividad delictiva previa. Lo cierto es que, tras un desgraciado episodio de violencia, totalmente censurable, la consecuencia inmediata es la creación de bandos enfrentados, cuyas características son fáciles de asumir. Los bandos se diferencian por rasgos étnicos, por origen nacional y, en menor medida, por usos culturales, si es que pueden ser así llamados los atributos diferenciadores que asignan a los individuos un mayor o menor grado de pertenencia a una tribu urbana.
No vale ocultar la cabeza como el avestruz ante estos incidentes. Si se dan es porque el proceso de integración está fracasando y deben tomarse medidas de manera inmediata.
Es bien conocida nuestra posición ante la inmigración. También es conocido nuestro planteamiento sobre la integración: un proceso imprescindible, obligatorio, al que no se puede renunciar para poder organizar la nueva sociedad que estamos creando entre los que ya estábamos y los que están llegando.