Por Juan Fº González

Ayer por la tarde, al tomar café en un bar,  hojeaba  el periódico que estaba sobre la barra. De esa lectura rápida de titulares y subtitulares destacados, llegué a las últimas medidas aprobadas por el Gobierno de la Nación el pasado Viernes  para reactivar la economía. Se convertía en realidad esa promesa, que nada va solucionar y que encubre un ariete propagandístico, para en el futuro sacarlo como demostración de los
cumplimientos de los compromisos electorales.  Lo que sigue es lo que
literalmente dice EL PAIS, sobre esta noticia:

"La otra gran medida de impacto es el cheque fiscal de 400 euros que se destina a trabajadores, autónomos y pensionistas; en total, 16,4 millones de contribuyentes del IRPF que se ahorrarán unos 6.000 millones de euros. Se abonará mediante una rebaja en las retenciones de la nómina de junio de 200 euros, y los 200 restantes, repartidos en las pagas que restan hasta final de año.

El descuento sólo se aplicará hasta la cantidad retenida por Hacienda. Por ejemplo, si alguien sólo tiene 150 euros de retención al año, se quedará en esta cifra este año y no alcanzará los 400 euros. El resto, hasta los 400 euros, lo podrá deducir en la cuota del IRPF cuando haga la declaración al año siguiente, pero sólo si le sale a pagar al menos 400 euros.
La razón es que se trata de una medida que compensa a quienes hacen el esfuerzo fiscal de pagar el IRPF. A ellos Hacienda les devuelve parte del superávit que han contribuido a generar. Pero quienes no pagan el IRPF, porque no llegan a los mínimos exigidos para contribuir, no tienen opción a ese descuento.


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Por Carlos Javier Galán

El Comité Olímpico Español da marcha atrás, así que me parece que los espectadores de los encuentros deportivos seguirán cantando chunda-chunda cuando suene el Himno Nacional.

 

Antes de comentar qué opinión me parece lo del himno, la necesidad o no de que sea cantado y la letra propuesta, una primera reflexión es que esto de los símbolos nacionales en España es un caso muy peculiar. Cuando viajas por el mundo, te das cuenta de que en casi todas partes la gente tiene asumidos los símbolos que representan a su país. En algunos sitios, con un alarde para mi gusto exagerado, pero en la mayoría con bastante normalidad. Aquí, no.

 

Escribía una vez Juan Luis Cano (Gomaespuma) que si ves, por ejemplo, a un tipo con una bandera del Real Madrid, automáticamente piensas que será simpatizante del Real Madrid. Pero si ves a un tipo con la bandera de España, automáticamente piensas que será... de derechas.

 

Prescindo del problema específico de los nacionalismos separatistas (que no es que no se identifiquen con los símbolos españoles, sino que no se identifican con España misma). Me centro en los que sí se sienten españoles pero no se consideran representados por los símbolos nacionales o no se sentirían cómodos utilizando los mismos.

 

Esta patología nacional hunde sus raíces en varios episodios históricos. La II República cambió la que había venido siendo secularmente bandera española -incluido el período de la I República, en el que se mantuvo-. Esto provoca que, cuando estalla la guerra civil, los dos bandos no se identifican con una misma bandera nacional. Exactamente lo mismo pasó con el Himno, pues durante la II República el Himno de Riego sustituyó a la Marcha Real o Marcha Granadera. Y, finalmente, resulta que la restauración de la que había sido bandera española y del que había sido himno nacional durante siglos vino de la mano del bando nacional primero y de la dictadura franquista después, lo que condicionó muy negativamente su aceptación común.

 

Con ese antecedente, durante generaciones, media España no ha identificado esa bandera y ese himno con la nación, sino con un régimen, lo que provoca un serio problema de sentimientos.

 

Pero alguna solución habrá que darle, ya que -salvo el escudo- los símbolos no se cambiaron con la llegada de la democracia y no parece que haya otros que tengan mayor raigambre histórica o que susciten mayor consenso popular.

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Por Juan Fº Glez. Tejada

Es muy curiosa la forma de reaccionar del Partido Socialista y del Partido Popular ante las declaraciones de la Conferencia Episcopal, exponiendo los valores que los católicos deben buscar en los partidos que se presentan a las elecciones. No se nombra a ningún partido, se recuerdan los valores católicos que consecuentemente los católicos deben buscar y, entre otras cosas, dicen:

 

"El terrorismo es una práctica intrínsecamente perversa, del todo incompatible con una visión moral de la vida justa y razonable. (…) Una sociedad que quiera ser libre y justa no puede reconocer explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político de ningún sector de la población, ni puede tenerla como interlocutor político."

 

"Los católicos y los ciudadanos que quieran actuar responsablemente, antes de apoyar con su voto una u otra propuesta, han de valorar las distintas ofertas políticas, teniendo en cuenta el aprecio que cada partido, cada programa y cada dirigente otorga a la dimensión moral de la vida.(…). "Es preciso afrontar -señala el Papa- con determinación y claridad de propósitos, el peligro de opciones políticas y legislativas que contradicen valores fundamentales y principios antropológicos y éticos arraigados en la naturaleza del ser humano, en particular con respecto a la defensa de la vida humana en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural" (…).

 

Será que yo vivo en otro planeta, pero yo no veo por ningún lado recomendación de voto al Partido Popular, si me atengo a la realidad vivida, salvo que me ponga una venda en los ojos de la memoria.

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Por Carlos Javier Galán

En España el Himno Nacional, uno de los más antiguos del continente, es la Marcha Real o Marcha Granadera.

 

Los antecedentes más remotos de la música del himno son controvertidos. Circula una teoría que sostiene que procede de una música andalusí compuesta por el filósofo y músico árabe Avempace, la Nuba al-Istihal.

 

En la década de los ochenta se descubrió en un archivo veneciano una partitura que podría ser la fuente original de la obra, una llamada, al parecer del siglo XVI, y que se dice que habría sido un regalo del rey prusiano Federico Guillermo I a su sobrina María Amalia de Sajonia con ocasión de contraer matrimonio con el Rey español Carlos III (en aquella época también Rey de Nápoles).

 

Lo que sí está contrastado es que la Marcha de Granaderos, de autor desconocido, figura en el Libro de Ordenanza de los Toques Militares de la Infantería Española, de Manuel Espinosa de los Monteros (1761). Fue precisamente el Rey Carlos III quien la declaró marcha de honor el 3 de septiembre de 1770.

 

Pronto la Marcha de Granaderos sería conocida como Marcha Real, al interpretarse en los actos solemnes a los que asistían los reyes. Pero, sobre todo, a partir de ese momento iría ganando presencia e interpretándose en festividades civiles e incluso religiosas, por lo que fue el propio sentir popular el que identificó esa marcha de honor, de facto, como himno nacional.

 

En la web de Moncloa recuerdan que, en 1870, el General Prim convocó un concurso para elegir un himno. Finalmente, el jurado lo declaró desierto por entender que ninguna de las composiciones presentadas superaba en calidad a la Marcha Granadera y aconsejó mantenerla como himno nacional.

 

En 1908, se estableció realmente su oficialidad como himno –algo que popularmente, como digo, ya estaba reconocido en la práctica- y se fijó la partitura de Bartolomé Pérez Casas, por la creo que el Estado estuvo pagando derechos de autor hasta no hace muchos años.

 

Por tanto, el actual himno lo ha sido, de forma oficiosa u oficial, según los períodos, pero ininterrumpidamente, con el único paréntesis de la II República. Excepto el Himno de Riego y la Marcha Real, España no ha tenido otro himno nacional.

 

Si no me equivoco, me parece que la Constitución no recoge nada respecto al Himno (sí respecto a bandera, capitalidad y lenguas oficiales, pero no en cuando a escudo ni himno), por lo que en realidad siguió vigente el Decreto franquista que lo restableció en 1942. No fue hasta 1997 cuando se dictó un nuevo Decreto desarrollando la reglamentación del Himno Nacional.

 

Se fijaron entonces nuevos arreglos, obra de Francisco Grau Vergara, Director de la Unidad de Música de la Guardia Real, que en 1998 cedió gratuitamente todos sus derechos al Estado. El himno nacional tiene dos versiones, la extensa y la abreviada, y se utiliza una u otra dependiendo de la ocasión y el acto de que se trate.

 

Oficialmente el himno español sólo ha tenido música, pero ha habido diversos intentos de dotarla de letra antes del más reciente del COE y que motiva este comentario.

 

La mayor parte de los himnos nacionales tienen letra, en eso el caso español es una excepción. De ahí que hayan surgido a lo largo de la historia varias iniciativas para poner letra a la Marcha Real. En las hemerotecas hay decenas de propuestas, la mayoría hoy olvidadas.

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Por Juan Fº Glez. Tejada

Es cada vez es mas patente el alejamiento del pueblo llano de quienes tienen en sus manos solucionar los problemas, graves y menos graves, con los que cada día se tiene que enfrentar el ciudadano de a pie, además de cumplir con su trabajo diario. Es penoso que, después de realizado el trabajo diario de manera impecable, muchos españoles tengan que afrontar durante las 24 horas del día (porque a muchos les quita el sueño) la preocupación y la zozobra que produce o bien no saber si se podrán afrontar el pago de la hipoteca y los gastos de la manutención de la familia, o bien la incertidumbre en el futuro, a la hora de crear un hogar, de afrontar una vida independiente de los padres, la creación de una familia y el hogar donde forjarla.

 

A nuestro iluminados gobernantes, hasta ahora, y como ideas fuera de lo común, se les ha ocurrido dar 200 euros para el alquiler y ahora nada más y nada menos que pagar 6.000 euros a los promotores por cada vivienda que saquen en alquiler. Además, nos estamos gastando 600.000 euros diarios para decir que nos gobiernan, es decir se gastan en autobombo cien millones diarios de las antiguas pesetas, que nos cobran de nuestros impuestos, los mismos que se ponen un sueldo, que ellos y sólo ellos acuerdan la cuantía, y que es en el único punto donde todos los colores políticos se unen, como el misterio de la Santísima Trinidad se convierten en uno solo, el color del euro.

 

Todas estas medidas ni atajan el problema ni favorecen al trabajador, sino que retroalimentan en tiempos de crisis el sistema, y equilibran en tiempos de crisis los ingresos de quienes en los períodos de bonanza económica han hecho negocios basados en la usura y la especulación.

 

¿No sería más beneficioso para las capas populares, para los sectores más débiles de nuestra economía, que esos recursos se destinasen a políticas efectivas de reducción drástica de los precios de las viviendas? Si esas políticas de verdad pretendieran una justicia social efectiva irían encaminadas a la obtención de suelo para edificación de viviendas a bajos precios, asequibles a los ingresos salariales mensuales de un obrero agrícola, de un administrativo o de un guardia civil. ¿O es que pretendemos dejar sin futuro y esperanzas a estas amplias capas de ciudadanos españoles?

 

Quien haya leído estas líneas hasta aquí, pudiera estar pensando que cómo se hace eso de conseguir viviendas a 60.000 u 80.000 euros.

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