Por Juan Fº Glez. Tejada
Es cada vez es mas patente el alejamiento del pueblo llano de quienes tienen en sus manos solucionar los problemas, graves y menos graves, con los que cada día se tiene que enfrentar el ciudadano de a pie, además de cumplir con su trabajo diario. Es penoso que, después de realizado el trabajo diario de manera impecable, muchos españoles tengan que afrontar durante las 24 horas del día (porque a muchos les quita el sueño) la preocupación y la zozobra que produce o bien no saber si se podrán afrontar el pago de la hipoteca y los gastos de la manutención de la familia, o bien la incertidumbre en el futuro, a la hora de crear un hogar, de afrontar una vida independiente de los padres, la creación de una familia y el hogar donde forjarla.
A nuestro iluminados gobernantes, hasta ahora, y como ideas fuera de lo común, se les ha ocurrido dar 200 euros para el alquiler y ahora nada más y nada menos que pagar 6.000 euros a los promotores por cada vivienda que saquen en alquiler. Además, nos estamos gastando 600.000 euros diarios para decir que nos gobiernan, es decir se gastan en autobombo cien millones diarios de las antiguas pesetas, que nos cobran de nuestros impuestos, los mismos que se ponen un sueldo, que ellos y sólo ellos acuerdan la cuantía, y que es en el único punto donde todos los colores políticos se unen, como el misterio de la Santísima Trinidad se convierten en uno solo, el color del euro.
Todas estas medidas ni atajan el problema ni favorecen al trabajador, sino que retroalimentan en tiempos de crisis el sistema, y equilibran en tiempos de crisis los ingresos de quienes en los períodos de bonanza económica han hecho negocios basados en la usura y la especulación.
¿No sería más beneficioso para las capas populares, para los sectores más débiles de nuestra economía, que esos recursos se destinasen a políticas efectivas de reducción drástica de los precios de las viviendas? Si esas políticas de verdad pretendieran una justicia social efectiva irían encaminadas a la obtención de suelo para edificación de viviendas a bajos precios, asequibles a los ingresos salariales mensuales de un obrero agrícola, de un administrativo o de un guardia civil. ¿O es que pretendemos dejar sin futuro y esperanzas a estas amplias capas de ciudadanos españoles?
Quien haya leído estas líneas hasta aquí, pudiera estar pensando que cómo se hace eso de conseguir viviendas a 60.000 u 80.000 euros.
Si esos 200 euros dedicados a financiar el alquiler, que están ayudando realmente a la subida de los precios del alquiler, si esos 6.000 euros que se van a dar a los promotores, si esos 600.000 euros diarios en propaganda, se destinaran a la compra de suelos rústicos a justiprecio del mercado y, una vez en propiedad de las administraciones públicas (Estado, Comunidades autónomas, Diputaciones o Ayuntamientos), se dedicasen a la construcción de vivienda y, para la construcción de éstas, se gestionase con eficiencia la oferta publica para las constructoras, sin mediar indignas comisiones, esto sería posible.
Y sería posible si la presión del pueblo estuviera en la calle permanentemente, como lo ha hecho contra el terrorismo. Pero, amigo, en este tema no existen poderes fácticos, porque los más cercanos en la defensa de los trabajadores, los sindicatos, recibieron el año pasado millones de euros, que les afianzan como una pieza clave del sistema para la contención de los trabajadores.
El pueblo español necesita una nueva generación de políticos con coraje, con sensibilidad social suficiente, con la capacidad para identificar el origen de los problemas y con iniciativas para generar las soluciones.
Con iniciativas como la aquí expuesta se conseguirían dos cosas: una, erradicar el problema principal, que es el valor de suelo que, por la especulación y producto de ésta la usura que representa el valor final que alcanza el suelo, alejaría a los especuladores nacionales y extranjeros del suelo como objeto de su mercado; y, por otra parte, proporcionaría viviendas baratas, accesibles a los salarios de los ciudadanos de a pie.
En definitiva, dignidad para el hombre y generación de empleo, porque generan más empleo millones de euros en manos de trabajadores que no pasan aprietos para llegar a final de mes, que esos mismos millones de euros en manos de los bancos y las grandes constructoras, es decir, en manos de pocas familias. Nosotros, como defendemos las familias, queremos que el bienestar toque a todas las familias actuales y que el precio de la casa no frustre la esperanza de la creación de nuevas familias.