Por Carlos Javier Galán

En España el Himno Nacional, uno de los más antiguos del continente, es la Marcha Real o Marcha Granadera.

 

Los antecedentes más remotos de la música del himno son controvertidos. Circula una teoría que sostiene que procede de una música andalusí compuesta por el filósofo y músico árabe Avempace, la Nuba al-Istihal.

 

En la década de los ochenta se descubrió en un archivo veneciano una partitura que podría ser la fuente original de la obra, una llamada, al parecer del siglo XVI, y que se dice que habría sido un regalo del rey prusiano Federico Guillermo I a su sobrina María Amalia de Sajonia con ocasión de contraer matrimonio con el Rey español Carlos III (en aquella época también Rey de Nápoles).

 

Lo que sí está contrastado es que la Marcha de Granaderos, de autor desconocido, figura en el Libro de Ordenanza de los Toques Militares de la Infantería Española, de Manuel Espinosa de los Monteros (1761). Fue precisamente el Rey Carlos III quien la declaró marcha de honor el 3 de septiembre de 1770.

 

Pronto la Marcha de Granaderos sería conocida como Marcha Real, al interpretarse en los actos solemnes a los que asistían los reyes. Pero, sobre todo, a partir de ese momento iría ganando presencia e interpretándose en festividades civiles e incluso religiosas, por lo que fue el propio sentir popular el que identificó esa marcha de honor, de facto, como himno nacional.

 

En la web de Moncloa recuerdan que, en 1870, el General Prim convocó un concurso para elegir un himno. Finalmente, el jurado lo declaró desierto por entender que ninguna de las composiciones presentadas superaba en calidad a la Marcha Granadera y aconsejó mantenerla como himno nacional.

 

En 1908, se estableció realmente su oficialidad como himno –algo que popularmente, como digo, ya estaba reconocido en la práctica- y se fijó la partitura de Bartolomé Pérez Casas, por la creo que el Estado estuvo pagando derechos de autor hasta no hace muchos años.

 

Por tanto, el actual himno lo ha sido, de forma oficiosa u oficial, según los períodos, pero ininterrumpidamente, con el único paréntesis de la II República. Excepto el Himno de Riego y la Marcha Real, España no ha tenido otro himno nacional.

 

Si no me equivoco, me parece que la Constitución no recoge nada respecto al Himno (sí respecto a bandera, capitalidad y lenguas oficiales, pero no en cuando a escudo ni himno), por lo que en realidad siguió vigente el Decreto franquista que lo restableció en 1942. No fue hasta 1997 cuando se dictó un nuevo Decreto desarrollando la reglamentación del Himno Nacional.

 

Se fijaron entonces nuevos arreglos, obra de Francisco Grau Vergara, Director de la Unidad de Música de la Guardia Real, que en 1998 cedió gratuitamente todos sus derechos al Estado. El himno nacional tiene dos versiones, la extensa y la abreviada, y se utiliza una u otra dependiendo de la ocasión y el acto de que se trate.

 

Oficialmente el himno español sólo ha tenido música, pero ha habido diversos intentos de dotarla de letra antes del más reciente del COE y que motiva este comentario.

 

La mayor parte de los himnos nacionales tienen letra, en eso el caso español es una excepción. De ahí que hayan surgido a lo largo de la historia varias iniciativas para poner letra a la Marcha Real. En las hemerotecas hay decenas de propuestas, la mayoría hoy olvidadas.

Quizá la más antigua sea la de Ventura de la Vega en 1843. También los carlistas tuvieron su propia versión, con párrafos belicosos incluidos, supongo que dirigidos contra los isabelinos y alfonsinistas.

 

Pero las más difundidas fueron, sin duda, las de Marquina y las de Pemán.

 

En 1909 el escritor Eduardo Marquina escribió una letra, que tuvo cierta aceptación en época de Alfonso XIII:

 

Gloria, gloria,
corona de la Patria,
soberana luz
que es oro en tu pendón.

Vida, vida,
futuro de la Patria,
que en tus ojos es
abierto corazón.

Púrpura y oro:
bandera inmortal;
en tus colores, juntas,
carne y alma están.

Púrpura y oro:
querer y lograr;
tú eres, bandera, el signo
del humano afán.

 

Por encargo del dictador Miguel Primo de Rivera, el escritor gaditano José María Pemán escribió una nueva letra, posiblemente la más conocida hasta ahora:

 

Viva España,
alzad la frente hijos
del pueblo español
que vuelve a resurgir.

Gloria a la patria
que supo seguir
sobre el azul del mar
el caminar del sol.

Triunfa España,
los yunques y las ruedas
canten al compás
un nuevo himno de fe.

Juntos con ellos
cantemos de pie
la vida nueva y fuerte
de trabajo y paz.

Aunque en ningún momento adquirió oficialidad, durante el franquismo, se utilizó mucho esta versión de Pemán, aunque con algunas variaciones propias del momento, como que el alzad la frente se convirtió en alzad los brazos.

 

Después de la transición política, la letra de José María Pemán cayó en completo desuso y, aunque realmente era anterior, quedó muy marcada por su identificación con el régimen de Franco.

 

El año pasado, el Comité Olímpico Español puso en marcha una nueva iniciativa para dotar de letra –esta vez oficial- al himno. Para ello convocó junto con la Sociedad General de Autores un concurso abierto. Una vez elegida y presentada una letra, la idea era recoger las firmas necesarias para llevarla al parlamento como Iniciativa Legislativa Popular y que así no fuera iniciativa de ningún gobierno ni ningún partido concreto.

 

La letra finalmente seleccionada, de la que era autor Paulino Cubero fue ésta:

 

Viva España,
cantemos todos juntos
con distinta voz
y un solo corazón

Viva España,
desde los verdes valles
al inmenso mar,
un himno de hermandad.

Ama a la patria,
pues sabe abrazar,
bajo su cielo azul,
pueblos en libertad.

Gloria a los hijos
que a la Historia dan
justicia y grandeza,
democracia y paz.

 

La letra tiene la virtud de que su contenido no resulta controvertido: no reviste tono guerrero, no es excesivamente rimbombante, apela a valores que pueden ser universalmente reconocidos como la libertad, la justicia, la paz, la democracia... Por lo demás, contiene algunos aciertos, a mi juicio, como recoger la idea de la unidad y la pluralidad de España (distinta voz y un solo corazón, sabe abrazar pueblos, etc).

 

No creo que, en ese sentido, tuviera nada que envidiar a las letras de himnos nacionales de otros países (Francia, Reino Unido, etc.) ni, por descontado, a las del Himno de Riego, ni a las de algunos himnos de comunidades autónomas (como Els Segadors), más bien lo contrario, porque jugábamos con la ventaja de escribirla hoy y no heredar un texto lleno de sangrientas hazañas guerreras.

 

Quizá podría señalarse que el imperativo de ama a la patria resulta hoy arcaico; sería muy deseable, pero no se puede exigir ni imponer el amor a nadie ni a nada.

 

Sin embargo, más allá del fondo, casi todas las críticas se han centrado en la forma. Prácticamente todos los que opinaron coincidían en que resultaba un tanto pobre desde el punto de vista literario. La letra era más bien simplona, tópica en la elección de adjetivos –verdes valles, inmenso mar, cielo azul…- y prosaica hasta en los verbos -dan…-

 

Tenía, por otro lado, varias coincidencias con la escrita por José María Pemán. Parecía un intento de actualización de la misma, pero de mucha peor calidad: se mantiene el Viva España inicial, aparecen los hijos de la patria, aparece el mar, se incluye la apelación a cantar el himno que antes era de fe y ahora de hermandad…

 

Finalmente, ante la controversia creada, el propio COE decidió descartar la letra y aparcar, al menos temporalmente, el proyecto.

 

A mí, en principio, no me parece imprescindible que el himno tenga letra. Más bien me resulta indiferente. Si no la tiene, pues lo escucharé en silencio como hasta ahora. Y si la tiene y se tercia, pues supongo que la cantaré bajito (canto mal).

 

Yo creo que las cosas, para que tengan cierta calidad, tienen que hacerlas los que saben hacerlas, aunque quien las encarga fije pautas. Es decir, pienso que, cuando se requiere cierto nivel, la publicidad la tienen que hacer los publicistas, los dibujos los dibujantes, los proyectos de edificios los arquitectos, la música los músicos… En un himno, debe ser el Estado o el organismo promotor el que establezca criterios y luego cualquiera de los excelentes literatos con que cuenta España –con la participación, si se quiere, de profesionales de la historia, de la música, etc.- quien escriba una letra.

 

Hay un antecedente cuando menos interesante. Durante el mandato de Aznar, una comisión formada por el poeta madrileño Luis Alberto de Cuenca (entonces Secretario de Estado de Cultura), el catedrático de filología y escritor vasco Jon Juaristi, el poeta andaluz Abelardo Linares y el poeta gallego Ramiro Fonte, escribió una letra por encargo del gobierno. Sin embargo, la propuesta final quedó también aparcada, al parecer porque la tensión PP-PSOE hizo que el gobierno desistiera de su pretensión inicial. La letra era:

 

Canta, España,
y al viento de los pueblos
lanza tu cantar:
hora es de recordar

que alas de lino
te abrieron camino
de un confín al otro
del inmenso mar.

Patria mía,
que guardas la alegría
de la antigua edad:
florezca en tu heredad,

al sol de Europa
alzada la copa,
el árbol sagrado
de la Libertad.

A mí me pareció muy lograda, con muchos aspectos positivos. Primero, como muy bien detalló Juaristi en un artículo en ABC, recogía el eco de algunos elementos de la tradición literaria española: el viento del pueblo de Miguel Hernández, el camino de Machado, el confín y el mar de Espronceda… También, reflejaba, de alguna forma, las dos vocaciones de España: la europea expresamente al final, e indirectamente la iberoamericana, al evocar la proyección universal al otro lado del océano. Evitaba cualquier acento bélico. Y terminaba utilizando la imagen del árbol (que evoca arraigo, fuerza, etc., y que yo creo que también está presente en nuestra literatura, con el olivo, el roble, el ciprés, el olmo…, e incluso en nuestra historia política, con el fuerte simbolismo del árbol de Guernica) para apelar al valor de la libertad.

 

Como defecto, podría pensarse que precisamente esa densidad literaria e histórica quizá la hiciera poco comprensible para mucha gente. Un himno tiene que tener calidad, pero es cierto que también tiene que ser popular. Y tal vez esta letra resultase algo complicada de memorizar y de sentir para muchas personas.

 

Respecto a propuestas recientes, no se han comentado mucho, pero a mí me resultaban cuando menos sugestivas las que hizo Joaquín Sabina. Como decía Cela, España no da para tener dos ideas de la misma persona y, como tenemos el concepto del Sabina cantautor, nos olvidamos de que es también un notable escritor. Por otro lado, Sabina, persona que quiere a España como herencia cultural y como proyecto de convivencia futura, no habría podido ser identificado sin embargo con ningún tipo de patriotería rancia.

 

No me parecen redondas ni definitivas –él mismo reconocía ofrecía varios borradores alternativos y los llamaba anteproyectos-, pero insisto en que tienen elementos interesantes y acertados. Sobre todo, porque conseguía completar las habituales referencias a la historia con una invocación al futuro: hijos del ayer, / hay tanto por hacer.

 

El final de una de sus propuestas incluía la evocación de la España geográfica, de España como paisaje –en esto coincidía con Pemán y Cubero-, jugaba con el doble sentido de la palabra sol pero, sobre todo, terminaba con un hermoso reto:

 

Alta montaña
con puerto de mar,
clave de sol, España,
atrévete a soñar.

Esto sí me hubiera gustado cantarlo, me da igual en un acto oficial, en un partido de fútbol, en un homenaje a las víctimas del terrorismo o en las fiestas de cualquier pueblo de nuestra geografía. Pero sería bonito que los españoles, cantando unidos, nos dijésemos a nosotros mismos eso: atrévete a soñar.