Por Mendelevio
En el sistema educativo español tenemos una figura que le ha cubierto muchos huecos a la administración: el profesor y el maestro interino. Le ha venido muy bien durante años. Tenía disponibilidad total para moverse de centro. Se podía prescindir de él cuando no hiciera falta sin indemnización (tenía un contrato parecido a los autónomos, por obra, que no genera derechos) Y, además, cobraban menos (hasta que varias sentencias judiciales han obligado al Estado a reconocerle la antigüedad).
El origen de estos interinos se remonta al principio de los tiempos. Cuando se acumulaban muchos, la administración ha buscado "funcionarizarlos" por medio de oposiciones libres, en las que se premiaba mucho la antigüedad (pasó en la década de los 90 y a principios del siglo XXI) Todas las administraciones se han negado a un sistema de oposición de doble vía, es decir unas plazas reservadas a los interinos y otras a los opositores sin experiencia. El resultado ha supuesto, en la práctica, que los opositores recién salidos de la universidad no pudieron conseguir plazas en esos dos procesos extraordinarios. Aunque aprobaran los exámenes con buenas notas (incluso 9), en la fase de concurso de méritos quedaban muy atrás de interinos con peor nota y mucha antigüedad. A estos opositores solo les quedaba la opción de entrar en una lista de interinos, en la que poco a poco irían consiguiendo antigüedad (primero haciendo sustituciones de unos días en diversas localidades, pudiendo hasta no compensar con el sueldo los gastos de desplazamiento y residencia).
Durante años se han mantenido esas listas que se cerraron en los diversos procesos extraordinarios de oposiciones, o con la firma de acuerdos administración-sindicatos. Normalmente estos acuerdos incluían presentarse a la oposición cuando esta se convocara para seguir en listas. Algún pícaro no puso interés en aprobarlas porque de interino cabeza de lista tendría un destino más goloso (capitales de provincia) que de funcionario recién aprobado (pueblos apartados). Pero muchos fueron cumpliendo años y contrayendo obligaciones familiares (como hijos) que unidas al trabajo de interinos mermaban el tiempo para estudiar la oposición. Ahora son ellos los que diez años después de haberse presentado a unos oposiciones que no pudieron sacar, por no tener antigüedad, se enfrentan a recién licenciados que tienen todo su tiempo disponible para estudiar. Otros no han podido sacar su plaza porque su especialidad ha podido estar más de diez años sin convocar. Recordemos que solía haber oposiciones cada dos años, (años pares secundaria e impares primaria), pero no se convocaban todas las especialidades.
Hay un grupo pequeño de interinos que no accedieron a las listas sin pasar por una oposición. Cuando en los buenos tiempos se agotaban las listas, éstas se abrían a quién se apuntara acreditando la titulación necesaria. La administración no se puede acoger a este grupo para remover a todos.
Ahora, con las vacas flacas, la situación de los interinos se ha vuelto aún más precaria. El ministro Wert y los consejeros autonómicos de educación han ajustado las cuentas públicas ahorrado en docentes. Se han aumentado las horas lectivas a los y los números de alumnos por aula. Esto, para empezar, ha supuesto varias cosas muy negativas: una parte de la sociedad ha aplaudido esas medidas dada la pobre consideración social de los docentes en España (así nos va) Para empezar, el aumento de horas lo supone también de atención a distintos niveles educativos (materias a impartir) y de alumnos (trabajos y exámenes para corregir). Si el aumento de horas sólo hubiera supuesto dar las mismas materias a los mismos alumnos, no hubiera supuesto más trabajo sino un trabajo más agradable al tener más tiempo para trabajar los mismos contenidos con los mismos estudiantes. No ha sido así. Además, el aumento de alumnos por aula ha mandado al wáter la atención educativa personalizada. Y lo peor desde el punto de vista de los trabajadores de la enseñanza, es que se ha hecho trabajar más a unos para así despedir a otros. Los interinos se están convirtiendo en una especie a extinguir.
Varias comunidades autónomas se están planteando modificar los sistemas de elaboración de listas de interinos. Se está intentando imponer un sistema de trabajo rotativo. La excusa son unas oposiciones raquíticas, con poca oferta de plazas y unas exiguas posibilidades de ser llamado a una vacante anual o una sustitución. Para que los recién salidos de las universidades tengan opción a unas plazas de oposición testimoniales y el acceso a la cabecera de la lista, se lleva a la mayor inestabilidad posible a los interinos. Una aberración que va a precarizar aún más la situación de los docentes.
De cara a buscar las medidas menos malas, en estos tiempos de repartir la miseria, se nos ocurren las siguientes medidas:
- Sistema de doble vía de acceso a la función pública docente, reservando plazas a los dos colectivos (interinos y opositores libres).
- Sistema nacional de acceso a la función pública docente y a las interinidades, que evite que la disparidad entre autonomías provoque efectos llamadas para que estos reinos de taifas llamados autonomías no generen confusión y desigualdades. También que se eviten triquiñuelas (del estilo de idioma autonómico eliminatorio), que impiden el libre acceso de todos los españoles a las oposiciones en todo nuestro País.
- Qué se busque la mayor estabilidad en el empleo. El remover de arriba abajo las listas de interinos en cada proceso de oposición es generar una rotación en el empleo. Aparte de los dramas personales que se presentan a muchos profesionales, ¿cómo va a motivar a sus alumnos un docente que está en una situación tan precaria? Los alumnos se podrían preguntar: ¿para que voy a estudiar? ¿Para acabar como tú? Además recordemos que por ley, las comunidades autónomas sólo pueden sacar a oposición un 10% de las plazas de los funcionarios que se jubilen. Así nadie va a tener la opción a plaza.
El problema de fondo no se soluciona con empleo rotativo. La Casta política quiere desviar la atención sobre los recortes en educación. Buscan dividir la sociedad, enfrentando a los recién licenciados con los interinos por unas pocas plazas de funcionario y alguna interinidad. La solución pasa por que se vuelvan a bajar las ratios, que dejen de hacinarse en las aulas de la ESO más de 30 alumnos y en las de bachillerato hasta 40. Mientras se meta la guadaña en las plantillas de los centros, los alumnos de magisterio y de master de secundaria no tienen opciones de trabajo, sólo la ilusión de, tras una dura oposición, desplazar a un profesional de la lista de espera y que tal vez le llamen alguna vez para trabajar...
Nuestros políticos quieren volver al siglo XIX: trabajadores sin derechos laborales, venta de todos los bienes públicos y maestros muertos de hambre. Hoy habría que cambiar el torero por el futbolista.