por Eduardo López Pascual
Con sus claros y oscuros, los falangistas auténticos tenemos que estar, estamos, entre quienes reconocen en el líder venezolano recién fallecido Hugo Chávez, una alternativa, quizás aun imperfecta, tal vez incompleta, de lo que él definió como Socialismo del Siglo XXI, frente al discurso netamente capitalista de estos representantes de un neo liberalismo salvaje y materialista que dominan y someten a una sociedad. que ya da signos de revitalización moral y política. Es cierto que Hugo Chavez, utiliza la palabra socialismo, (Jose Antonio, nombró al socialismo como lógico y necesario), y Chávez le ha conferido desde el primer momento, una adjetivación concreta, como es la de calificarla como del Siglo XXI, es decir, quiere con ello dejar claro que no se mueve por una reposición del socialismo más ortodoxo, sino que intentaba y pienso que sus seguidores harán lo mismo, una nueva interpretación de los principios socialistas, muy alejados de las situaciones conocidas en los países europeos durante el periodo 1900-2000 y desde luego frontalmente opuesto a las brutalidades sufridas por los pueblos asiáticos en China, Viet-nan, Cambodya o Corea del Norte.
El socialismo venezolano se apoya en una confrontación en la teoría y en la practica con unas realidades socio económicas derivadas de un capitalismo duro y excluyente que, de ninguna forma, se puede invalidar por más que a mí, particularmente, me recordaba el utopismo ingles, el socialismo de Blanc, o. en otra medida, de las esperanzas traídas a España por nuestro propio fundador, Jose Antonio en el Nacional Sindicalismo, también emparentada con las ilusiones de una CNT primigenia. La condición cristiana del propio Hugo Chávez- catecismo y cruz en la mano, invocaciones al Cristo de los pobres-, no puede ser ignorada por nuestros camaradas que sin ser oficialmente religiosos, sí aceptamos mayoritariamente los valores cristianos. Algo que con toda evidencia no asumirán nunca los socialistas de la escuela pura marxista.
Es verdad que el Chavismo cometió errores, algunos de bulto, pero siempre -a mi entender-, inspirados en un convencimiento de la política al servicio del pueblo; y claro, con el uso de los instrumentos que se consideraban precisos para hacer posible esa transformación, por no decir, revolución, que diera a la sociedad venezolana unos dignos índices de bienestar y justicia. El Chavismo se justificaba en razón de su oposición seria y rigurosa a una tradición política de corrupción, de explotación humana, de marginación social a más del cincuenta por ciento de los habitantes de Venezuela; olvidar que Chávez se levantó contra el socialista Carlos Andrés Pérez - imagen de ladrón y cacique-, no sería justo, como tampoco reconocer que en 12 años (tiempo real), el socialismo del siglo XXI redujo la pobreza del país a u la mitad, o que la Enseñanza y la Sanidad aun con todas sus carencias, que las hay, porque Venezuela era un completo desierto en atención social, se han convertido en un servicio gratuito y universal. El hecho de que, como se ha visto, millones de venezolanos llenaran las calles, emocionados tras su muerte, indica el grado de admiración conseguido por el presidente de la república.
Errores, claro que los ha tenido, aunque creo que más en las formas que en fondo. Tal vez el lenguaje populista no fue su mejor argumento: ¡El exprópiese¡ No aparecía como palabra simpática, menos si se dirigía a la Banca internacional, con la nuestra a la cabeza, pero tan cercana a las tesis Nacional Sindicalistas que, francamente, me apuntaba a ellas. Claro que el régimen Chavista tenía algunos conflictos de libertades, sobre todo con algunos o muchos medios de comunicación que, lógicamente, defendían políticas diametralmente distintas y contrarias, pero quizás fuera el único modo de preservar sus metas socio económicas de la presión insoportables de una prensa liberal y capitalista, que crean opinión, que presentan posiciones de inmovilismo social, que aspiran a derribar gobiernos. Negar esto, sería una simpleza, La Prensa no es hoy un modelo de objetividad, sino de intereses creados, y de eso sabemos bastante los falangistas que vemos como nos cierran las puertas de la información, debido a nuestro carácter político. Si los falangistas por ejemplo, aspiramos a un Banco nacionalizado o cuando menos, a la nacionalización de un crédito, parecería normal que estemos con Hugo Chávez y no con los consorcios y lobis mercantilizados, y con la misma razón observamos la nacionalización de algunas empresas extranjeras, más bien de orden estratégico: energías, telefonía, transportes, etc., que tendríamos que nacionalizar. Recordemos las palabras de Jose Antonio ante la Reforma Agraria, de devolver las tierra a quienes las trabajas con o sin indemnización.
Intentar una sociedad más justa y equilibrada; querer avanzar en unas relaciones de trabajo diferentes a la que reporta el mundo capitalista, no solo es motivo de análisis por nuestra parte, sino que forma cuerpo teórica de lo que es el nacional sindicalismo. Pero sí, es verdad, hay espacios en donde nosotros no andaremos juntos como esa mano tendida a los terroristas etarras, una posición que a lo peor se deriva del pésimo juicio que en España se hace de Chávez y su revolución. En definitiva, el Chavismo aporta un sano intento de mejorar las condiciones de pobreza y explotación en que vive un pueblo, y equivocarse en el camino – más que nada en situaciones de pura anécdota en relación con los fines., podría ser el peaje necesario para hacer posible una revolución. Por último quien se haya asomado al libro "Los enamorados de la revolución: La Falange y la CNT", estaría de acuerdo con el "anima" de esta reflexión que procuramos sobre el asunto Hugo Chávez, de Venezuela. Al final, como falangista y como revolucionario – entendido esto como deseo irreversible de cambiar una sociedad injusta-, no tendría que inquietarnos, al contrario, sentirnos partícipes de un generoso proyecto de vida común.