Siempre podemos sacar enseñanzas de las distintas cosas que nos pasan en la vida, tanto a nivel personal como social. La escuela de la vida es un libro abierto y dispuesto a dejarse penetrar por todos los que, con un espíritu inquieto y abierto, quieran bucear entre sus enseñanzas. Lo que ha pasado con el asunto de Air Madrid es un ejemplo de ello. Una de las enseñanzas que podemos sacar es el nivel de importancia que la ciudadanía tiene en las decisiones políticas y económicas del sistema actual.
Pese a las reiteradas quejas de miles de usuarios, se le concedió a la compañía aérea Air Madrid la renovación de su licencia. De todos es sabido el nivel de riesgo que uno de estos vuelos baratos tiene: pagas menos a cambio de soportar varias horas de retraso, pero Air Madrid superó lo permisible cuando esas horas se transformaban en hasta 120 horas de retraso. Evidentemente es algo inadmisible. Hasta ahí todo bien. La irregularidad aparece cuando, sabiendo este historial, se le renueva la licencia. Cuando esperan hasta las fechas navideñas para hacer pública la amenaza de pérdida de la licencia, con lo que los proveedores de la compañía dejan de suministrar sus servicios y se anulan las líneas de crédito. Entonces, vista la situación, la compañía echa el cerrojo.
Todo esto, así contado, parece una de las tantas intervenciones del gobierno, pero el problema es que todo esto tiene un rostro: el de las personas afectadas. Muchos de ellos, inmigrantes que querían pasar las vacaciones navideñas con su familia. Algunas de ellas habían ahorrado durante varios años para poder tener este ansiado encuentro. Es por ello que nos preguntamos: ¿importamos los ciudadanos para algo en las decisiones que se toman?