Por Fernando Valbuena
en El Periódico Extremadura (23/11/2019)
¿Cien años de honradez? Cien no, mil. Mil veces mil han repetido la misma mentira. Y no por ello deja de ser mentira. Al menos mientras pueda más la historia que la memoria. La memoria es desmemoriada. Interesada. Torticera. Y tiende a corromperse. A más años, más le anidan bichos inmundos en la melena. Antes bien al contrario, son cien años de corrupción los que lleva el partido a sus espaldas. Cien años trincando. Cien años dando cobijo a los que trincan. Nada sino melancolía queda de aquellos pregonados cien años de honradez socialista.
Los mismos que desvalijaron el Banco de España son los que ahora han desvalijado las arcas de la Junta de Andalucía. A espuertas. Del oro de Moscú a los langostinos de Sanlúcar, y vuelta a trincar. Cien años de extrañas muestras de honradez. Cien años de honradísimos golfos. Sin más. Porque el poder corrompe. Y el PSOE ha sido carne corrupta allí donde ha gobernado. De las facturas falsas de Filesa a las mordidas de Roldán, y vuelta a trincar. Es más, los partidos (unos más que otros) son herramientas de corrupción, entramados sucios donde gérmenes de la peor condición encuentran calor y humedad. Trepas y mandarines. De los asesinatos del GAL a la quiebra de Caixa Catalunya, y vuelta a trincar. Suficiente para tumbar al más engreído. ¿Debe desaparecer el partido de la corrupción? ¿Debe desaparecer el PSOE? Sí, por supuesto.
Pero el PSOE no desaparecerá porque son muchos los que viven de sus ubres nutricias. Al menos hasta que otros pechos amamanten a tanto mamón. Esa es la honda verdad que se esconde detrás de mareas negras de palabras huecas. Esa es la última razón, la urgencia marrana que toda honradez atropella. La que pare mentiras oscuras como avernos y silencios calientes como infiernos. ¿He dicho silencios? Sánchez por ejemplo. El que vio la paja en el ojo ajeno ahora calla ante la viga en el propio. ¿Hasta cuándo callará? ¿Dimitirá Sánchez? No, no dimitirá. Sánchez se llama gangrena, la gangrena que pudre las carnes del partido, la que subasta la voluntad de los libres de culpa.
¿Qué cabe esperar de semejantes falsarios? ¿Qué cabe esperar de los que atormentan verdades para construir mentiras a su antojo? ¿Cómo es posible que Ábalos venga a decirnos que ni Chaves ni Griñán tienen nada que ver con el partido? ¿Acaso no sabe que ambos han sido presidentes del PSOE? ¿Cómo es posible que Susana Díaz -con escandalosa impostura- se llame a andanas? ¿Acaso no embarró todo lo que pudo la investigación? La respuesta es sencilla. Porque militan. Porque cobran. Porque su vida depende de sus mentiras, porque los langostinos que se comen dependen de los sapos que se tragan. Lo demás es cuestión menor. Engañar está permitido si conviene. Callar, acurrucarse en la nevera del miedo, también. Aunque seas el secretario general. Todo por el sillón.
Pero frente a la mentira es obligación de hombres libres defender la verdad aún a riesgo de que los lacayos del amo se agiten en sus madrigueras. Lo sucedido no ha sido un accidente, esto no ha sido «un sistema heterodoxo de agilización de pagos» como algunos editoriales afirman, esto ha sido el más desbocado de los latrocinios. Esto ha sido una trama -tan organizada como corrupta- creada con un único fin: sostener un régimen clientelar. Esto no ha sido el bipartidismo como ha farfullado el nuevo vicepresidente «in pectore» (otro que se amarra al sillón y eso que aún no se ha sentado en él). Esto ha sido el PSOE (corrupto) en las personas de sus más altos jerarcas (también corruptos). Han robado a manos llenas. Han robado dinero como para asar una vaca. Han robado hoy como robaron ayer (y vuelta). Han robado a los obreros. Han robado a España. Pero no, el PSOE no va a desaparecer. Cien años de corrupción no bastan. Vendrán más.