F.H.B.
Algunos aspectos del modelo social aprobado por esa mayoría de la minoría que fueron a votar el veinte de febrero no parecen muy halagüeños. Vivimos en una sociedad dogmatizada por un sistema político-económico deshumanizado.
El rendimiento ha tomado posesión del corazón humano, parece como si ya no tuviéramos derecho a ninguna actividad que no resulte productiva, ni a ningún tipo de descanso que no consista en la acumulación de nuevas energías para volver al trabajo.
Teóricamente proclamamos la común dignidad de todos los seres humanos, pero ¿qué suerte pueden esperar en la sociedad del rendimiento aquellas personas que, por su edad, por alguna enfermedad, o simplemente por no encontrar trabajo, no pueden "rendir"? Todos sabemos hasta dónde pueden llegar tanto sus problemas económicos como su pérdida de autoestima y si además es emigrante se agrava exponencialmente.