Por Carlos Javier Galán

Quizá el título que encabeza estas líneas pueda llevar a pensar que voy a referirme a la actitud que, ante la figura de José Antonio Primo de Rivera, tienen los actuales responsables del PSOE, pero no es así. Quiero evocar el parecer que manifestaron los contemporáneos del fundador de Falange, los dirigentes socialistas que le conocieron personalmente.

El actual gobierno, aquejado de un fervor revisionista e iconoclasta, manifiesta un empeño tenaz en ganar la guerra civil con más de sesenta y cinco años de retraso o, en su defecto, derrocar la dictadura, me temo que también un poco a destiempo. Pero este antifranquismo tardío comete, a la par, la injusticia histórica de meter "en el mismo saco -en Guadalajara y en otros lugares, tratando de estatuas o de calles- una figura histórica, la de José Antonio que, por cronología, por ideología y por talante –seguro que esto último ZP lo comprenderá- fue absolutamente ajena al régimen del General Franco.

Para los conocedores de la trayectoria de José Antonio, para los iniciados en nuestra historia, este artículo no aportará nada nuevo: son frases ya repetidas. Pero, lamentablemente, tales juicios de valor son, sin embargo, completamente desconocidos para el gran público, para muchos jóvenes actuales, para quienes siguen incurriendo en ese desaguisado histórico que supone vincular al líder del falangismo fundacional con la dictadura franquista, que ni vivió ni propició. Desde esa impresión, merece la pena reproducirlos.

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Alonso Goya

Parece que con ellos llegó el nuevo orden, su orden, aunque presuman de desorden, una vez más, su desorden.

Aunque quieren vender una imagen de progresía, de modernidad y de actualidad, son, sin duda, los mayores y mejores exponentes de la más arcaica actitud y desprenden un olor a rancio y a pasado de moda que tira para atrás.

Presumen de enarbolar la bandera de la libertad, se dicen los puntales de la democracia y lo único que reflejan es el comportamiento más reaccionario de los últimos años en nuestro país.

Quieren hacernos creer que su pensamiento es el más puro y original del momento y, en realidad, su mezcla, sus uniones y sus pactos son un canto al despropósito y a la incoherencia política.

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Por Miguel Hedilla Rojas

La decisión del Tribunal Constitucional (TC), de no permitir presentarse a las elecciones vascas del 19 de abril, a la candidatura de Aukera Guztiak, la entiendo acertada y conforme a ley. Sin embargo tanto PNV como PSOE han hecho política, hipócrita política, con la cuestión. Lo de menos era la legalidad, lo importante para ambos eran los votos.

Veamos el porqué de lo que escribo. El PNV ha hecho, como de costumbre, doble juego. Por un lado ha pedido y hasta rogado, en mítines, comunicados y declaraciones, para que la candidatura de Aukera Guztiac se autorizase en la futura contienda electoral. Por otro deseaba con todas sus fuerzas que la decisión del TC fuese la que ha sido, el que no se la dejase participar en las elecciones.

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Martín Alhaja

Vienen a trabajar, como durante décadas los hicimos nosotros en Europa o Hispanoamérica. Con su trabajo se construyen las casas en las que luego vivimos, los hospitales a los que acudimos, las escuelas a las que van nuestros hijos. Son mujeres inmigrantes las que cuidan de los ancianos y los niños porque "el recorte de gasto público hace que no haya ni guarderías ni residencias para la tercera edad a precios asequibles para las familias trabajadoras. Sus cotizaciones a la Seguridad Social sin parte fundamental del superávit de los últimos años y con ello garantizar los fondos de los que todos cobraremos las pensiones (si el Gobierno de turno no acaba por dar otro tijeretazo a este derecho).

Con su esfuerzo y endeudándose, como todos nosotros, son responsables de la compra de 40.000 viviendas al año. Contribuyen de manera muy importante a la economía a través del consumo. Las facturas de telefonía móvil superan los 1.500 millones de euros al año (casi el triple de lo que facturan los españoles como media) y dedican de 3.500 a 4.000 millones de euros a la compra de alimentos.

En un país como España donde entre el 22 y el 30% (según las fuentes) del Producto Interior Bruto (la riqueza total del país) se genera en la economía sumergida, significa que para una buena parte de los empresarios es su principal fuente de riqueza pues se ahorran seguros, pagas, derechos, impuestos… que se meten en los bolsillos pagando además salarios de miseria. Los trabajadores inmigrantes se han convertido en la principal fuente que nutre esa economía sumergida. Son parte de los trabajadores de este país, no tienen nada que agradecer a nadie pues, como cualquiera de nosotros, viven o sobreviven de su sacrificio diario. Y cuando alguien vive de su trabajo, si no tiene papeles no es un "ilegal es un trabajador, un obrero sin derechos.

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Por Carlos Javier Galán

Más allá de las opiniones subjetivas que cada cual tenemos sobre las luces y sombras del pontificado de Juan Pablo II, yo resaltaría hoy precisamente el aspecto social de su mensaje, con el que tantas coincidencias podemos encontrar quienes nos identificamos con el proyecto político de Falange Auténtica.

Estos días los medios nos están explicando reiteradamente los rituales que se sucederán entre su muerte y la designación del nuevo Papa, nos están hablando de su trayectoria vital y pontifical, de sus gestos públicos, de su ecumenismo, de sus viajes... Pero parece que a muy pocos interesa recordar este otro aspecto, tan característico de su línea de pensamiento.

Se ha dicho –con cierto simplismo que, sin embargo, a mi modo de ver esconde un fondo de verdad- que este Papa ha sido extraordinariamente conservador en lo moral y lo eclesial y, sin embargo, muy avanzado en lo social.

Ese enfoque "progresista en las cuestiones sociales ha sido ignorado por la propia izquierda política, que despachaba a Juan Pablo II despectivamente, resaltando sólo sus opiniones en materia sexual. Opiniones que -aun no compartiéndolas en buena medida y pareciéndome harto discutibles- creo que se caricaturizaban injustamente y sin el rigor que sería exigible.

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