Martín Alhaja
Desde la Roca Tarpeya, durante la República de Roma, eran despeñados aquellos reos culpables de provocar calamidades contra su propio pueblo como castigo a su ignominia.
Sin embargo en nuestros tiempos parece que los autócratas y genocidas han logrado sustraerse a la justicia para dar cuentas ante una evanescente "historia de sus hechos y calamidades; Lenin, Stalin, Hitler, Pol-Pot, Franco (probablemente Pinochet y Castro)... y ahora Abú Amar, escaparon a sus responsabilidades.
Puede ser políticamente correcto simpatizar con la causa palestina sin análisis ni razonamientos, aunque, en rigor, conviene considerar una serie de cuestiones para situar al personaje y a su empresa:
- Ni el terrorismo ni la violencia, son armas válidas ni justificables. Arafat no lo comprendió así, fomentando el asesinato masivo y la guerrilla "de baja intensidad (kale-borroka o intifada son también fenómenos terroristas).
- La muerte de inocentes no solo afecta al enemigo; los ataques suicidas alentados por el rais y su entorno son protagonizados por jóvenes adolescentes, casi niños, fanatizados por el aparato de Al Fatah. Que luego, ni siquiera se hace cargo de las familias que dejan atrás estos "mártires.
- Buena parte de las penalidades del pueblo palestino son consecuencia directa de las acciones de sus "hermanos árabes; fueron expulsados de Libano, Jordania, Egipto, Siria, Libia... Apenas un dinar de ayuda árabe se ha destinado a paliar la situación de los refugiados. Eso sí, armas e instrumentos de dolor y muerte conseguían con facilidad, escuelas y hospitales, ninguno.
- La corrupción de los dirigentes de la ANP, con Arafat a la cabeza, ha sustraído la pueblo palestino de millones de dólares de ayuda internacional que les llegaba. Parece que a esa clase dirigente le interesa mantener a su pueblo en la miseria para dirigir su odio hacia el vecino próspero y triunfador.
- La iniquidad ha llegado al punto de forzar con atentados los cierres de fronteras para que los trabajadores palestinos es Israel quedaran sin sustento y a disposición de los reclutadores de asesinos.
- Cuando más cerca se estuvo de conseguir un estado palestino, se esgrimió un maximalismo radical que frustró cualquier acuerdo. Según muchos analistas, se trataba de no alterar el modus vivendi de la OLP, a todas luces incapaz de administrar una nación en paz.
- El antisemitismo de los extremistas de derecha e izquierda se ha disfrazado de antisionismo panarabista, lo que no oculta a la hora de la verdad el racismo de estos grupos.
- Si bien es cierto que el ultranacionalismo palestino ha amortiguado el fanatismo islamista, este se ha abierto paso, inexorablemente, "gracias a la gestión errática de Arafat.
Por último, una verdad que a nadie se le debe escapar: el único baluarte de democracia en el Oriente Próximo tiene un nombre: Israel.