FA CONCURRIRÁ A LAS ELECCIONES GENERALES 2008
Los españoles han sido convocados a las urnas para el próximo día 9 de marzo. Dicen los que nos gobiernan que para decidir qué rumbo debe tomar nuestra nación y qué cosas queremos que hagan los que gestionan nuestras vidas. En realidad, el próximo día 9 de marzo vamos a elegir a nuestros representantes en el Congreso de los Diputados y en el Senado.
Del grado de ingenuidad de cada cual dependerá que encontremos que una cosa y la otra son más o menos semejantes o que revisten las mismas dosis de libertad política o de responsabilización con el futuro de nuestra gente y de nuestras instituciones.
En Falange Auténtica somos lo suficientemente maduros como para percatarnos de que son cosas bien diferentes decidir cómo queremos que sea nuestro futuro y elegir a quien decida por nosotros como será nuestro futuro. No son situaciones ni parecidas y, en el caso que mejor conocemos, el de nuestro país, el modelo elegido por nuestros gobernantes, elección antes que decisión, es un recordatorio de que el grado de libertad y democracia que hemos alcanzado en cuestiones políticas es muy limitado.
Ésta es nuestra libertad. Podemos expresarnos libremente, como queramos, en el salón de nuestra casa, en la fría calle o en el cálido bar. En alguna ocasión, hasta podemos llegar a dar una opinión en un medio de comunicación de masas, normalmente en algún programa del tipo Gente o en alguna encuesta para los telediarios.
Somos libres para poder afiliarnos a partidos políticos o incluso formar nuevos partidos. Y, lo que es más valorado, cada cuatro años podemos depositar un voto para que uno de los partidos que se presentan a las elecciones aumente la cifra de votos obtenidos. Luego, con el número de votos obtenidos y en función de lo que establezca la venerada regla D"Hont, los votos pueden convertirse en escaños en el Congreso de los Diputados, cuya cifra, en el mejor de los casos, le permitirá al partido político con más escaños acceder al gobierno o, si no, utilizar sus votos para otras cosas. Los partidos políticos pueden vender el poder que representan los escaños obtenidos a quien pueda gobernar. Negociar con quien pueda sumar su cifra, más pequeña, de escaños a la propia para auparse al poder, quedarse en la oposición y hacer imposible al gobierno que gobierne, si son suficientes los escaños obtenidos, o simplemente puede haberse quedado fuera del parlamento por no haber obtenido los suficientes votos (cada votante, recordémoslo, tiene un solo voto, por lo que el voto es un bien muy escaso que cuesta mucho obtener) y enfrentarse a otros cuatro años de ser ignorado y que sus opiniones sean desconocidas y marginadas. Porque, claro, debemos recordar que, en teoría, lo que defienden los partidos políticos son propuestas de gobierno e ideas de cómo hacer las cosas, pero de eso sólo se habla cada cuatro años durante quince días. Y gracias, porque si tuvieran más tiempo los partidos, al menos a los que tienen posibilidades de gobernar, les costaría mucho explicar dónde están las diferencias entre unos y otros en cuestiones tan importantes como el modelo de estructura territorial del Estado, el modelo económico o el acceso del pueblo a la toma de decisiones en materia política y económica. En resumen, esto es a lo que se llama democracia en España. Lo curioso es que sobre todas estas decisiones que, como decíamos, dependen de los partidos y que determinan el nombre y la adscripción política del gobierno, ya no ejerce ninguna influencia el elector, el legitimo dueño de su voto, que igual que cuando deposita dinero en un banco, y cede por tanto, su gestión y su aprovechamiento a una entidad que le es ajena, pone toda su capacidad de decisión en manos de otros, que son los que sacan partido de su soberanía y quienes gestionan a su gusto su parte alícuota de poder o de riqueza. Es el sistema.
A pesar de lo poco que en las elecciones podremos decidir, desde estas líneas animamos a que los ciudadanos no se conformen con su futuro diseñado por las ejecutivas de los grandes partidos y que busquen maneras imaginativas de usar su voto. Para intentar que los partidos políticos devuelvan la responsabilidad de decidir al pueblo, algo que le arrebató a cambio de la posibilidad de emitir un voto solitario, cada cuatro años, para una lista cerrada y diseñada por los políticos profesionales.