Cada vez que el Partido Popular y el Partido Socialista llevan a cabo una de esas trifulcas de perfil bajo que tienen lugar en el Parlamento, somos ya muchos los que, además de desconfiar, perdemos la esperanza en que, algún día, los españoles seamos capaces de observar la realidad política y social desde un nuevo paradigma, que en este caso tendría que ver con la lealtad a los españoles, a los trabajadores, al bien general, a la equidad y el sentido común, que continúa siendo, el menos común de los sentidos.
El cupo vasco, o lo que es lo mismo, el chantaje del Lendakari al Presidente del Gobierno, ha creado cierta indignación en la filas del PSOE de Pedro Sánchez, que promete para su reinado socialista, todavía más incoherencia que su antecesor. Por alguna de esas razones que ya conocemos todos: los intereses partidistas de las formaciones políticas que se han alternado en el Poder durante los últimos 40 años, popularmente “partitocracia”, Mariano Rajoy está dispuesto a soltar 1.300 millones de euros anuales hasta 2021, sólo por aprobar los Presupuestos Generales de 2018; y el PSOE de Sánchez, el PSOE del “no es no, sr. Rajoy”, está dispuesto a votar a favor “sin complejos”, para más señas, según anunciaba su portavoz en el Congreso, Margarita Robles, confesando que el Partido Socialista apoya: “un hecho diferencial constitucionalmente reconocido que hay que proteger”. O lo que es igual, reconociendo un privilegio para una parte de los ciudadanos de España. Y sin complejos porque, sólo esta izquierda nuestra, tan española y tan liberal y tan capitalista, puede hacerlo de tal forma, en reconocimiento expreso de un hecho diferencial; a la izquierda se le presupone una superioridad moral.
No poco con esto, hay socialistas gobernando en otras comunidades que lamentan lo ocurrido, aunque, entre sus declaraciones públicas, no se han escuchado razones que sí debiesen presuponérsele a un partido apellidado socialista, como lo son: la igualdad de oportunidades entre todos los hombres y mujeres de España, la igualdad entre los trabajadores, independientemente de la parte del territorio nacional en el que vivan o la igualdad presupuestaria para las partidas de Sanidad o Educación. Sin embargo, no, las razones del malestar parecen ser otras.
De entre ellos, hay quienes piensan que, de hecho, van a ser partícipes de que Rajoy apruebe los Presupuestos para 2018, y hay, incluso, un consejero que lo llama: “daño colateral”. ¿Cómo no?, daño colateral. Desde Falange Auténtica pensamos que el hecho de que existan españoles con casi la mitad de prestaciones presupuestarias en Sanidad, por ejemplo, que otros, según la comunidad autónoma en la acudan al médico, es una desigualdad inadmisible, que puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte, la diferencia entre estar sano o estar enfermo, la gran diferencia de llevar a cabo políticas de prevención.
Hay quienes se quejan de que, puesto que Rajoy tiene con los vascos los votos necesarios, no tiene ningún sentido que Pedro Sánchez apoye el cupo, y ven perdida la oportunidad de oro de diferenciarse del PP. Es decir, este socialista se queja porque el marketing de Ferraz es penoso, no por incongruencia o porque realmente los socialistas fuesen a hacer algo diferente con el dinero de los impuestos de todos los trabajadores españoles.
Otros aseguran que lo habrían aceptado mejor si se hubiese dado al tiempo la reforma sobre la financiación de las comunidades autónomas, que Rajoy les prometió a los presidentes que acudieron a la reunión anual en enero de este año, entre ellas Susana Díaz, con la convicción, entendemos, de que, ya que se lo van a dar -al lendakari-, que nos den más a todos, barriendo así para los votos de uno o, en este caso de una.
En Falange Auténtica creemos, que este exhibicionismo de políticas torticeras, egoístas y privadas de un criterio social que es absolutamente urgente en estos momentos, carece, además, de un debate que crece considerablemente y que está en boca de cientos de españoles: la factura que generan las comunidades autónomas está por encima de las posibilidades de los trabajadores españoles. No es sólo la corrupción, que se genera, como se ha demostrado, con mucha más virulencia y comodidad en los pequeños reinos de Taifas; no es sólo la cantidad de cargos de confianza, clientelismo y puertas giratorias que podemos leer en la prensa casi a diario…, es todavía más grave: es la deslealtad, como hemos visto recientemente, la desprotección ante derechos fundamentales de cientos de ciudadanos o la desigualdad ante las oportunidades. Derechos, por cierto, que se supone garantiza la Constitución que ahora quieren reformar, para continuar dando selectivamente privilegios, en esta ocasión, a otra comunidad, con un Gobierno con capacidad para chantajear al Estado.
Porque no han sido los años de extorsión a todos los que no piensan como ellos, ni las décadas de coacción al Estado lo que ha hecho mover ficha a Rajoy, sino el que el juego de la democracia formal continúe como hasta ahora.