publicado en laverdad.es el 28 de Abril de 2010
publicado en laverdad.es el 28 de Abril de 2010
Saben qué? Que yo también estoy a favor del juez. A favor del juez al que no le conoce nadie. A favor del juez que trabaja sin descanso a costa de su familia y al que devoran las montañas de papeles en su despacho y en su antedespacho. Y a favor del juez al que denuncian los propios terroristas a los que juzga. A favor del juez que intenta ajusticiar a menores con una ley imposible y a favor del juez al que no conoce nadie, del que no se sabe su cara y del juez que va en autobús al juzgado. Y a la vez estoy a favor del juez que no tiene escolta y del presidente del Tribunal Supremo, que resulta ser el más demócrata de los demócratas. Y defiendo al juez que no sabe de delitos monetarios o fiscales y que estudia, hasta ser capaz de dictar justicia. Así que, insisto, yo también estoy a favor del juez. No del showman. Lo demás es folclore, lo demás es ser injusto con los miles de jueces que trabajan en cada juzgado de guardia sin que nadie les hagamos caso
En unos días se celebrará el Tercer Congreso Nacional de Falange Auténtica. Dirán muchos que no es nada más que el esfuerzo inútil de una pandilla de idealistas, tocados para colmo, con ideas que parecen estar muy fuera de lugar para estos años.
Desde nuestro punto de vista, el de esa panda de idealistas, los planteamientos que realizamos no pierden validez por no ser abrazados por mayorías políticas o sociales.
El ejercicio de libertad que realizamos al tomarnos la molestia de tener opinión, es algo que una sociedad, anestesiada como la nuestra, debiera agradecer.
Pero es que además, el hecho de no formar parte de las mayorías dominantes no puede servir tampoco para desmerecer nuestras opiniones, máxime cuando son las ideas y planteamientos de la mayoría dominante las que nos han hundido en la actual crisis.
FALANGE AUTÉNTICA celebró durante el pasado fin de semana su III Congreso Nacional en la ciudad de Alicante.
En esta importante cita para nuestra organización, se procedió a la elección de la Ejecutiva Nacional del Partido y a la adopción de acuerdos tendentes a dar impulso a nuestra acción política en unas circunstancias tan difíciles como las que atraviesa España.
Dice mi amigo más querido que Garzón será lo que será pero que él no está dispuesto a secundar una causa abierta por la Falange. Yo sí. Primero, porque la razón la tiene quien la tiene, con independencia de quién sea. Segundo, porque Garzón debió haber sido contenido hace mucho, antes de meter la pata con Pinochet, arrogándose una jurisdicción para la cual existe el Tribunal Penal Internacional y poniendo al Gobierno chileno al borde del abismo. Tercero, porque juzgarle es una operación de saneamiento político de la judicatura.
Pero lo más curioso es que las razones por las que no debió haber abierto jamás una causa general contra el franquismo —amén de no haber cosa más franquista que una causa general— las proporcionó él mismo en el año 2000, tal como nos recuerda, en su columna de La Razón, Cristina López Schlichting, que no es de mi devoción pero dice lo que hay que decir. Cuando la Asociación de Familiares y Amigos de Víctimas de Genocidio en Paracuellos del Jarama —donde no hubo genocidio, sino matanza, aunque el primero en confundir ambos términos sea precisamente Garzón— quiso llevar a la justicia los célebres fusilamientos de Carrillo, él respondió que los demandantes obraban “de mala fe” y se tomaban “a la ligera normas básicas de nuestro ordenamiento jurídico”. En la sentencia escribía que los fusilamientos habían prescrito “al haber transcurrido más de veinte años” de los hechos y que la amnistía del 25 de noviembre de 1975 vedaba “cualquier posibilidad de reiniciar la persecución penal por los actos de nuestra Guerra Civil”, esto es, exactamente lo que eligió no tener en cuenta al abrir el proceso contra el franquismo, seguramente alentado por una situación política en que la preocupación oficial por la “memoria histórica” —una contradicción: o es memoria o es historia— y las tendencias guerracivilistas del presidente parecían favorables a un gran espectáculo, de esos que le encantan al juez que ve amanecer porque quiere ser el primero en ver las portadas de los diarios, tratando de encontrarse: la egolatría no es delito, desde luego, pero cansa. Olvidó que él mismo había sentado una jurisprudencia que ahora va a obrar en su contra.