Actualidad

Conoce la actualidad de Falange Auténtica

Los recientes tratados comerciales ente la Unión Europea y varias naciones Hispanoamericanas (Centroamérica, Colombia y Perú) han olvidado introducir cláusulas que velen por el cumplimiento de unas mínimas normas en materia de justicia social y protección ambiental.

Mientras el Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y Centroamérica se firmaba en Madrid, impulsado por el Gobierno de Zapatero quizás para maquillar los raquíticos logros de su presidencia de turno de la UE, tanto agricultores americanos como españoles mostraban su oposición porque aquel no les garantiza unos mínimos beneficios que les permitan subsistir dignamente, además de poner en peligro a nuestros productores porque sus mercados tradicionales se verán inundados por alimentos producidos y comercializados a bajo coste por las multinacionales de la distribución que acabarán por expulsarles de aquellos.

Frente a la creencia general, difundida interesadamente por los círculos de poder, que estos acuerdos internacionales son beneficiosos para los países en vías de desarrollo, la realidad es bien distinta. A quien benefician realmente es  a las multinacionales que son quienes controlan la producción en los países pobres y obtienen, gracias a  estos tratados, el libre acceso al mercado europeo, hasta ahora exigente en materia de seguridad alimentaria, respeto ambiental y justicia social, requisitos que quedan muy tocados con la nueva situación.

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por Juan Francisco González Tejada

En los últimos meses los FUNCIONARIOS han pasado a ser, sin buscarlo, y lo que es peor, sin quererlo, al centro de atención de la política, y de los especialista en asuntos económicos y financieros.

Al comenzar a hablar de funcionarios o de la función publica tenemos que analizarlo desde  la concepción empresarial según la cual la administración a través de los funcionarios vende o presta un servicio que los ciudadanos pagan vía impuestos de forma solidaria, de tal manera que recibiendo todos el mismo servicio, cada uno contribuye en función de sus rentas, de su capacidad de compras etc, veía impuesto directos e indirectos.

La crisis ha provocado una reducción grave para el pago de esos servicios, al no poderse recaudar el mismo nivel de ingresos que lo que supone el gasto de la administración publica, que en los últimos años estableció nuevos gastos fijos y estructurales cuando los ingresos vía especulación inmobiliaria era predecible que serian temporales, por mucho que durara la bonanza. Ahora esos políticos, esos partidos que en todos los niveles de la Administración del Estado ( Gobierno Central, Autonómicos, Locales, y Diputaciones) hicieron crecer el gasto de forma irresponsable creando nuestras infraestructuras administrativas, duplicidades etc, creando unos puestos de trabajo en la administración por encima de lo razonable, bien mediante personal funcionario, personal laboral o subcontratación de servicios, en lugar de hacer un análisis riguroso del gasto publico, al que no pueden acceder por haber transferido a las autonomías la gestión de competencias que la propia Constitución reserva para el Gobierno Central. Pues bien en lugar de eso,  sin ningún tipo de escrúpulos, y para contentar a los mercados del capitalismo financiero, han seguido la vía mas fácil y mas injusta, plantear una reducción de salarios para los funcionarios, cuando saben que de seguir por el camino que vamos, tendrán que acometer la necesaria reforma de la administración del Estado.

Nosotros nos negamos a meter en un saco a todos, bajo el termino de FUNCIONARIOS. Para nosotros el esfuerzo, la capacidad y el merito siguen siendo valores a defender, conjugados con las funciones que estos funcionarios prestan a la sociedad en la escala de prioridades de derechos sociales que hacen mas iguales y mas dignas a las personas, a los ciudadanos.


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A veces nos asalta la curiosidad o mejor dicho la inquietud de si nosotros, los falangistas, y me refiero especialmente a los que conmigo conformamos esta aventura política de Falange Auténtica, si tendríamos alguna ocasión en nuestro tiempo, claro, de poder llegar a la conciencia de los españoles y, salvando viejos prejuicios – aunque muchos, tal vez por nuestras propias culpas- , influir entre nuestros conciudadanos y empezar a cambiar este país que todavía no nos gusta. Cuando pienso en estas consideraciones, lo primero que me viene a la cabeza es que precisamente a nosotros conviene que tengamos una actitud positiva en razón de estos propósitos, es decir, creer que los Falangistas podemos hacer algo, como que nos escuchen, y tal vez nos sigan en este deseo de traer más justicia, más dignidad a los españoles. Que la Falange quiere hacer aquella revolución del siglo XXI lejos de las asonadas del pasado. Yo, personalmente, estoy convencido que los primeros que tienen que creer en sí mismos, somos nosotros.

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Sin duda en cualquier país del mundo, democrático naturalmente, la situación a que nos ha conducido el actual presidente del Estado, el socialista Rodriguez Zapatero habría sido la de arrojarlo a los desiertos políticos, defenestrado de su poltrona e incluso enviado a los lugares del fracaso más hiriente. Eso, sin ninguna pasión subjetiva, es lo que habría ocurrido en esas naciones con un talante abierto pero no aquí, en esta España de nuestros amores, y a veces nos asalta la pregunta de cómo es posible que a la altura del desastre económico que nos acucia, este presidente- socialista no se haya ido por la puerta de atrás. ¿Se puede explicar por qué, no sólo por la perversa situación que pasamos sino sobre todo por las traidoras contradicciones en que incurre el Sr. Zapatero, socialista, aguanta en el Gobierno? ¿Cómo se perdona el gritar sin vergüenza que él “Nunca jamás recortaría derechos sociales”, y ahora quita un cinco por ciento de recorte salarial , que congela pensiones y suprime ayudas maternales o que suprime de golpe 6.000 millones para infraestructuras? Nunca en la España democrática nos había pasado esto, de modo que la mentira del presidente de Gobierno, socialista, destaca todavía más con oscuros reflejos, y por supuesto, con razones suficientes para que este hombre desaparezca de las responsabilidades de Estado.

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No sé muy bien por qué algunos tienen permiso, bula, o lo que sea para evolucionar en sus planteamientos, en sus ideas, en sus práxis, y eso mismo se le niega sistemáticamente a otros. Esto de evolucionar y hasta cambiar, está perfectamente admitido por los guardianes de la ortodoxia política y yo pienso que con toda razón, y forma parte del proceso social y humano de los indivíduos, grupos o pueblos, aunque muchas  veces la palabra evolución no represente con justicia la realidad de sus sentimientos. Creer, por ejemplo, que los partidos comunistas y el español en especial, tuvieron una “evolución” sincera desde las convicciones de dictadura del proletariado, sus posiciones pro soviéticas y su odio a toda forma burguesa, hasta proclamar los Frentes Populares, no deja de ser un ejercicio de maliciosa perversión a la vista   de lo que devinieron en los llamados países del telón de Acero. Y se les creyó.


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