Juan Carlos Viloria en www.hoy.es
Carmen es intuitiva, rubia, separada. Un hijo en paro. Instruida en la Complutense madrileña durante los años de la Transición, vive desde hace 25 años en Cataluña y con más o menos entusiasmo siempre ha votado socialista. Ahora está aburrida de los partidos, de los líderes, de sus disputas, de su incompetencia, de la política. En las próximas elecciones, si no cambia mucho la oferta del escaparate, irremediablemente militará en el voto blanco. La palabra de moda en la ciencia que estudia los comportamientos electorales es desafección. Como Carmen, hay cientos de miles de votantes por toda España que acarician la idea de expresar su animadversión, inquina o desapego de los políticos enrolándose en alguno de los ejércitos sin cabeza que agrupan a los abstencionistas, los nulos o los blancos. No hay más que cruzar algunos resultados demoscópicos para pronosticar que los tres disponen de un potencial crecimiento muy considerable en las próximas consultas que afronta España.
En el último Barómetro del CIS por primera vez «la clase política» y los partidos políticos figuraban como ¡la tercera preocupación de los ciudadanos españoles! Otras encuestas fragmentarias han detectado no sólo el drástico hundimiento del prestigio de la política sino la eclosión de una masa rural y metropolitana que vincula política a mentiras, estafa y fraude. La centralita de las emisoras de radio que auscultan el estado de ánimo del país recogen a diario auténticos dardos verbales que claman para que alguien quite a los políticos el coche, la pensión, la visa o la poltrona. En época de estrecheces económicas y en una sociedad psicológicamente fatigada de soportar el electroshock del hundimiento de sus sueños cuando empezaba la abundancia, no se tolera la imagen del que vive de la política. La judicialización de la disputa de los partidos por el poder y el desfile de dirigentes, alcaldes, concejales por los juzgados, esposados o no, tampoco está ayudando a recuperar el prestigio de unos partidos que el 74% de los ciudadanos acusa de no preocuparse de sus problemas.
Cataluña puede ser en otoño el espejo de los grandes cambios de fondo que se están gestando sobre la forma de hacer política. El ciclo iniciado en la Transición está a punto de caducar y la crisis económica ha agudizado la fatiga política. Congreso y Senado, Bono y Rojo, han detectado el peligro y aceleran ahora. Ponen fin a sus interminables vacaciones y ofrecen transparencia en el pluriempleo de sus señorías en un intento de calmar a la fiera. Pero la impresión es que llegan tarde. La tercera opción de voto en Cataluña en las últimas encuestas ya es el voto en blanco. No se trata de ciudadanos antisistema. Son descontentos con el sistema, con las listas cerradas, con el corralito de los partidos, con la prepotencia y la inoperancia. Y su testimonial sobrecito sin papeleta dice educadamente: «No aguantamos más».