Se cumplen 82 años del inicio de la última Guerra civil española, como resultado que fue de un periodo convulso en el que las circunstancias políticas, económicas y sociales no permitieron que se consolidara una II República parlamentaria y democrática, que fue una caricatura de ese régimen idílico que los promotores de la posverdad nos quieren hacer ver… e imponer.
No vamos a entrar en el análisis de quiénes fueron los culpables, o los más culpables, de que la situación caótica que afectaba a España desembocara en un conflicto armado, ante la incapacidad de los operadores políticos de entonces para dirimir sus diferencias en el marco institucional. Nosotros consideramos que toda guerra es una tragedia, y más una guerra entre hermanos que terminó por marcar no sólo a la generación afectada por el conflicto sino a las que la sucedieron, con secuelas de odio, resentimiento, hambre, represión e imposición que se grabaron a fuego en la piel de nuestro país.
Creemos que el esfuerzo de superación de un avatar histórico de ese calado, exige grandes dosis de generosidad, capacidad para perdonar, humildad, tolerancia, patriotismo y visión de futuro. Fomentando odios y esgrimiendo agravios del pasado, no se avanza ni se construye el porvenir porque cuando se quiere simplificar un fenómeno histórico de esa magnitud, reduciéndolo a una historieta de buenos y malos con el fin de usarlo políticamente en el presente para zaherir a los rivales políticos, se está cometiendo una barbaridad propia de mentes totalitarias que pone en peligro la estabilidad institucional y la paz social de España y, como consecuencia de ello, el bienestar de los españoles.