El proceso de primarias abierto en al Partido Popular para elegir a su nuevo líder, ha puesto de manifiesto una realidad que, aunque sospechada, no se había reflejado en la política española de una manera tan clara.
Y es que tras pasarse años presumiendo de ser uno de los partidos con más afiliados de Europa, llegaron a decir que más de ochocientos mil, los inscritos para participar en un proceso que se presume trascendente para el futuro inmediato de los populares, como es la renovación de su liderazgo, apenas han sido sesenta mil personas, una cantidad muy pobre para lo que se juegan. Tan escasa participación no se debería fundamentar en la habitual apatía política de los españoles, ya que si alguien se afilia a un partido será porque comulga con su ideario y está dispuesto a colaborar para su difusión y anclaje social.
Nosotros, que soportamos la dificultad de crear, sostener económicamente y trabajar por una opción política minoritaria, sabemos que lo que ha pasado en el PP no es más que el reflejo de la corrupción que carcome al sistema de partidos en España, por el engorde de unas administraciones paralelas, cuyos fines son ellas mismas, mantenidas con el dinero público que el Estado detrae del esfuerzo fiscal de los españoles, a los que no nos preguntan si queremos que una parte de nuestros impuestos vaya destinada a sostener partidos, organizaciones empresariales o sindicatos con sus múltiples redes de organismos pantalla.
Este año, el Estado ha financiado a los partidos con representación parlamentaria con casi setenta millones de euros, lo que supone el 75% de sus ingresos, algo a lo que se han sumado gustosos los que venían dispuestos a hacer “nueva política”. Además de suponer un contrasentido que los españoles financiemos de esa manera a aquellos que quieren romper España, ya que los independentistas también son beneficiarios de la piñata, en Falange Auténtica pensamos que ese dinero debería ir destinado a fines de verdadera utilidad social, como reducir las listas de espera en la sanidad o mejorar la calidad de la educación, la atención por dependencia y muchas otras cosas que beneficiarían a la sociedad en su conjunto. Y que los partidos se sostengan con las aportaciones de sus simpatizantes, a quienes no debería importar colaborar para mantener las estructuras necesarias y dimensionadas, que difundan sus ideas… tal y como hacemos los falangistas.