Alonso Goya
Parece que con ellos llegó el nuevo orden, su orden, aunque presuman de desorden, una vez más, su desorden.
Aunque quieren vender una imagen de progresía, de modernidad y de actualidad, son, sin duda, los mayores y mejores exponentes de la más arcaica actitud y desprenden un olor a rancio y a pasado de moda que tira para atrás.
Presumen de enarbolar la bandera de la libertad, se dicen los puntales de la democracia y lo único que reflejan es el comportamiento más reaccionario de los últimos años en nuestro país.
Quieren hacernos creer que su pensamiento es el más puro y original del momento y, en realidad, su mezcla, sus uniones y sus pactos son un canto al despropósito y a la incoherencia política.
Dicen luchar contra el fascismo en un país fascista que les oprime, cuando ese fascismo disfrazado de marxismo, de anarquismo o viceversa donde reside es en sus mentes y, también, en sus acciones.
Se han adueñado de la calle o, al menos, eso pretenden y su sueño se cumpliría si, con un régimen diferente, pudiesen ejercer de servicio parapolicial, campando por las ciudades y pueblos a sus anchas y decidiendo, como de hecho ya lo hacen ilegalmente, qué ideas se pueden defender y cuáles no, dónde se puede hacer propaganda política y dónde no, qué ropa es admisible y qué otra no.
Estos dictadorzuelos del tatuaje, el exceso y la poca higiene quieren someternos a todos a sus mandatos pero, nos cueste lo que nos cueste, no lo conseguirán porque, a pesar de que les suene a chino, les moleste y, por ello, nos increpen y agredan, seguiremos luchando por la Libertad, la democracia, la justicia social y la igualdad de derechos.
Para ello solicitamos, mejor dicho, exigimos al Estado que cumpla su cometido de garantizarnos a todos la seguridad, la igualdad ante la ley y la libertad de opinión y de expresión.
Y, mientras, que sepan estos nuevos bárbaros que nunca matarán nuestro mensaje de ilusión.