Actualidad

Conoce la actualidad de Falange Auténtica

Tomo prestado el título de la película de Clint Eastwood para reflexionar brevemente sobre el tan traído y llevado tema de los viejos símbolos. Acabamos de ver una gran ikurriña desplegada sobre la fachada del Ayuntamiento de Pamplona, ocultando a la Enseña nacional y a la roja bandera que luce las cadenas que los navarros supieron ganarse en la Reconquista de España, en la otrora tan “nacional” Plaza del Castillo, magníficamente recreada por Rafael García Serrano,  hoy escaparate de guiris borrachos y manipulaciones separatistas aprovechando la fiesta de todos. Allí estuvo Hemingway tras sus dobladas campanas y sus crónicas desde la zona republicana, viviendo a cuerpo de rey y estomago de Cuba, en plena España franquista. Los vascos separatistas van a lo suyo y, que duda cabe, son audaces a la hora de llamar la atención. Pero no pasa nada, aquí todo el mundo tiene derecho a la libre expresión de sus ideas, ¿todos? quizás no los falangistas.

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Por Mendelevio.

Quiero empezar el artículo disculpándome por el título. Mi problema es que me cuesta aplicar la palabra socialista al PSOE o la palabra popular al PP. Ni el PP ni el PSOE representan al pueblo, ni defienden sus intereses. Sus nombres son parte de las mentiras del sistema.

Los gobiernos "sociatas" (nacionales, autonómicos, provinciales o municipales) han fomentado un "gratis total" en temas de cultura y espectáculos. Han subvencionado directores de películas que no han ido a ver ni el que "asó la manteca". Han subvencionado conciertos, obras de teatro, exposiciones... de tal forma que han acostumbrado a la gente a ir gratis o a precios muy por debajo del coste. Esto ha perjudicado a los artistas no subvencionados,  ya que les cuesta  que la gente pague por verles.

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Eduardo López Pascual

Nadie puede poner en duda, y desde luego yo tampoco, la enorme capacidad intelectual y la brillantez del currículo de Jaime Suárez. No creo que objetivamente se desconozca el gran testimonio que Jaime, desde sus años jóvenes, ha ofrecido a la figura y la herencia doctrinal de José Antonio Primo de Rivera; y luego, la calidad humana de mi amigo Jaime Suárez, queda contrastada con el trato que nos dispensa siempre a todos. Jaime, además ha venido ofreciendo al ámbito político azul una obra inmensa desde Plataforma 2003, por ejemplo. Y por último, quiero expresar mi respeto por Jaime Suárez. Toda esta introducción, me sirve para con el mismo cariño que hago esta previa, señale aquí con prosa directa la tristeza que me ha producido leer su libro EL LEGADO DE JOSE ANTONIO, que acaba de ser publicado.

La obra pudiera resumirse –desde mi punto de análisis-, en dos partes; una primera, dedicada a una relación histórica, fechas, datos, citas, que entra en lo que se podría entender como expositiva, y ante la cual sólo cabe la aceptación de los hechos. La parte siguiente, estaría ocupada básicamente por una afirmación de sus actuales convicciones ideológicas, doctrinales y funcionales, emitidas a través de una entrevista tan exhaustiva como demoledora. Aquí, Jaime nos circunscribe a todo un razonamiento en contra de los principios que caracterizan  al mensaje de José Antonio y, naturalmente, al instrumento que lo haría posible como es Falange y su vehículo ideológico, el nacionalsindicalismo, en el que ya no cree.

Jaime cae a mi juicio, como otros ex-camaradas hicieron antes, en una confesión general junto a un arrepentimiento personal, en una increíble apuesta por la depredación sistemática que viene sufriendo Falange como institución y como cuerpo de acción, no tanto por ataques a su estructura social como por el empeño en devaluar su filosofía política. Jaime, en su parte expositiva, como en la fórmula de entrevista que emplea para su renuncia, viene a descalificar, una a una, casi todas las propuestas originarias que dieron lugar al nacimiento de la doctrina falangista. No quiero caer en la tentación de anotar un resumen de frases citadas en las páginas correspondientes, el libro queda para leerlo, pero, desde situar a José Antonio en el error por proponer una representación sindical, o a tachar de irreal la determinación nacionalsindicalista de superar el Capitalismo, o la, según él, imposible misión de cambiar las relaciones de trabajo del sistema liberal, o la negación de la banca nacional y el fin social del crédito, Jaime se manifiesta, en consecuencia, renunciando y renegando de cualquier inspiración revolucionaria. Su libro, en general, me ha parecido en la línea de "Escrito en España", de un ex-camarada tan significativo como Dionisio Ridruejo.

Luego, cuando mi buen amigo Jaime acude a una permanente "intoxicación", para explicar su joven ardor falangista, en donde habría que incluir su paso por el Frente de Juventudes, sus aspiraciones como Jefe de centuria, sus responsabilidades en la Universidad, etc., en testimonios que me recordaban párrafos de Laín Entralgo, de Jaime Campmany, de Enrique de Aguinaga y tantos otros, la verdad es que no lloré porque a estas alturas es difícil echar lágrimas por casi nada, pero, francamente, leer su "Legado de José Antonio", es como hacerlo de un epitafio de Falange. Como decía un clásico: "con amigos así, no necesitamos enemigos". Espero que Jaime entienda mi pena y mi frustración porque con la voluntad de hacer un prototipo angelical de José Antonio, lo único que consiguen es destrozar, desde dentro, al personaje y la proyección futura de su obra.

"El mejor medio de hacer bien a los pobres
no es darles limosna,
sino hacer que puedan vivir sin ella"
Benjamín Franklin (Estadísta y Científico)

Bravo por el padre Ángel, bravo por Cáritas y todas las ONG´S que se dedican a ayudar a los demás, pero eso... eso no es Justicia Social.

Justicia Social es participar en los beneficios de la empresa, tener un salario digno que cubra algo más que las necesidades básicas, desempeñar un trabajo remunerado por tiempo indefinido, que las horas extras se abonen, o mejor, sirvan para crear empleo, que no se indemnice en veinte días por año de servicio, que a un mismo trabajo la mujer cobre el mismo sueldo que el hombre, que la banca dé créditos con tipos razonables y sin suelo...

Pero el culpable de que esto no sea así no es la Iglesia Católica y su tratamiento fiscal aprobado por acuerdos con la Santa Sede (no lo olvidemos nunca). Los culpables son los gobiernos de izquierda y su odio secular y tardomarxista a la religión que, obsesionados con ello, son incapaces de crear una riqueza que no sea subvencionada y también esa derecha encharcada de un capitalismo amoral y anestesiada por la droga de la búsqueda del beneficio, que luego solo es repartido a manos llenas entre ellos mismos.

Cuando se alcance la Justicia Social el mediático y admirable padre Ángel quizá no tenga necesidad de madrugar tanto.

Alberto

 

Publicado en www.agorahispanica.es

Reproducimos en su integridad una conferencia pronunciada recientemente por Raúl González Zorrilla, responsable de Euskadi Información Global y autor del libro “Territorio Bildu”, sobre este tema.
(EIG. Redacción. San Sebastián.)


Buenas tardes:

Después de escribir “Territorio Bildu”, no pocas personas me han preguntado cómo se vive todos los días en la Guipúzcoa sometida al férreo control institucional de los voceros de los terroristas.

Siempre respondo lo mismo: se vive, en general y aparentemente, como en otros lugares de España y, en algunos casos, algo mejor.

Es un hecho que el País Vasco ha resistido mejor que otras comunidades el tifón de la crisis y no hay que olvidar que, por ejemplo, Euskadi concentra, gracias a los recursos económicos que le otorga un privilegiado Concierto Económico, el 40% de las ayudas sociales de todo tipo que se conceden en España.

Desde luego, en el caso de Guipúzcoa no son las desigualdades económicas las que impulsan a miles de ciudadanos a justificar, apoyar, comprender, entender y/o alentar a los terroristas.

Más bien al contrario, en el caso guipuzcoano, es más que posible que la exuberancia de recursos materiales haya actuado, a lo largo de las últimas décadas, como un poderoso agente de narcotización de los valores y de las conciencias.

Y es que, en el fondo y en la forma, la Guipúzcoa bildutarra es, fundamentalmente, una sociedad éticamente purulenta pero consentida hasta la indignidad; una sociedad que no duda en colocar a un puñado de filoterroristas al frente de sus principales instituciones mientras se llena el estómago de “kokotxas” y cava mirando embobada las regatas en la bahía de La Concha. Traineras que luego se reciben en puerto, alegremente, con jolgorio y ondear de pancartas proetarras.

Indudablemente, el hecho de que en las últimas elecciones el 35% de los guipuzcoanos haya apoyado directamente a una formación nacida de la banda terrorista ETA, deja una huella sutil, pero profunda e intensa, en el territorio.

Existe, sin duda, un “estilo Bildu”, tanto ético como estético, que es el que impone una gran masa de la población que desprecia a la autoridad democrática, que se apunta a todo tipo de posturas radicales y que abandera, más bien impone, los más absurdos irracionalismos.

Os lo dice un guipuzcoano nacido en Pasajes Ancho, una de las localidades guipuzcoanas con mayor impronta Bildu. Una localidad que, por otro lado, también conoce muy bien mi compañero aquí presente, Jovino Fernández.

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Para los demócratas vascos, recorrer la Guipúzcoa de Bildu, y especialmente San Sebastián, hoy también gobernada por individuos directamente ligados a la banda terrorista ETA, es un ejercicio íntimamente doloroso.

A pesar de la vista permanente de La Concha, a pesar de los pintxos magníficos elaborados por cocineros siempre mudos ante ETA y su entorno, y a pesar de la belleza de una bahía privilegiada que a muchos siempre nos parece demasiado triste.

Cuando recorremos las calles guipuzcoanas, algunos ciudadanos no podemos evitar fijarnos en esquinas inocentes, en plazas ocultas, en parques discretos o en algunos portales circunspectos.

Y es que, para no pocos de nosotros, muchos de estos lugares son como marcas clavadas en la memoria que nos recuerdan inequívocamente la huella de la infamia. Aquí asesinaron a un policía nacional cuyo cadáver solitario fue expuesto durante horas a los fotógrafos de prensa; en aquella callejuela los terroristas acribillaron a tiros a un joven al que posteriormente acusaron de ser un confidente de la Guardia Civil; en este jardín umbrío perdió las piernas un niño de ocho años al estallar la bomba que los criminales habían colocado en el vehículo de su padre militar…

… Pero lo peor de todo es que nos acordamos de todo esto, y luego vemos, y padecemos, a un proetarra como Martin Garitano, que lleva cincuenta años justificando, comprendiendo y entendiendo todos y cada uno de los atentados de ETA, al frente de la Diputación Foral de Guipúzcoa.

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“En Guipúzcoa, hay un freno a todo”, decía hace unos días el presidente de los empresarios de la provincia. Y no le falta razón porque desde que Bildu llegó al poder, se han interrumpido drásticamente más de 22 proyectos infraestructurales y económicos de gran valor estratégico. No volverán a ponerse en marcha. Al menos, no lo harán a corto plazo.

Y es que Martin Garitano y sus secuaces de Bildu se dedican a descuartizar el futuro de nuestros hijos alimentándose de una extraña bazofia intelectual que mezcla proterrorismo militante, ecofascismo, totalitarismo identitario, integrismo ideológico, fanatismo político, maquinismo e irracionalidad, y que, en el fondo, lo único que demuestra es un odio visceral a nuestro sistema de libertades y a los valores éticos que conforman las sociedades occidentales.

En este punto, si me lo permitís, quisiera recordar algo que para muchos de nosotros puede resultar obvio, pero que en la Guipúzcoa de Bildu no lo es tanto.

La superioridad de nuestro sistema democrático de convivencia se asienta sobre el hecho de que los ciudadanos, cuando salen todos los días de su casa, saben que su quehacer cotidiano va a estar amparado por un puñado de certezas elementales.

Por ejemplo, que los delincuentes van a ser detenidos y puestos a disposición de las fuerzas de seguridad; que la violencia no se legitima como un método de participación social; que un mismo idioma ha de servir para comunicarse en el territorio común del Estado; que el derecho a una educación pública en condiciones no puede depender de los caprichos legislativos de cada autonomía; o que la construcción de las grandes infraestructuras no puede estar sujeta al albur de las decisiones de un puñado indecente de grupúsculos extremistas.

Que, en definitiva, un diputado general no puede lanzar vítores a los etarras, que no es posible que el máximo representante de un territorio actúe como un obsceno piquetero de las instituciones que representa y que no se puede pretender gobernar nada cuestionando grosera y permanentemente todo aquello que permite que los ciudadanos se desarrollen, civilizadamente, como tales.

En este sentido, los gobiernos de Bildu han superado nuestros temores más pesimistas. Bildu, al intentar plegar su agenda de gobierno a las demandas incongruentes de los terroristas, de los amigos de los terroristas, de los independentistas más ariscos, de los ecotalibanes más absurdos y de los sectores sociales más radicales y populistas, ha roto indecentemente con todos los principios sobre los que se ha asentado la modernidad y el progreso occidental a lo largo de los últimos siglos. Y nos está abocando a padecer una realidad hedionda en la que los terroristas son alabados como líderes del futuro, en la que los demócratas son expulsados al gueto misterioso de la extrema derecha y en la que, en el colmo de las vilezas, las víctimas del terrorismo son consideradas como peligrosos elementos de intolerancia y crispación.

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Los territorios Bildu tienen una querencia abracadabrante para sumarse a todas aquellas corrientes políticas, sociales y culturales que defienden los postulados más irracionales, las ideas más retrógradas y las creencias más aberrantes.

De hecho, la masa sociológica mayoritaria que en Guipúzcoa apoya a los proetarras de Bildu es la misma que, basándose en el fundamentalismo ideológico más reaccionario, se muestra activamente contraria a: los trenes de alta velocidad, los puertos de mercancías, los aeropuertos, las incineradoras, los vertederos, las redes wifi, las antenas de telefonía móvil, las líneas de alta tensión, las centrales nucleares, las bases logísticas de transporte, las autopistas, los metros urbanos, los paseos costeros, las actividades económicas de corte internacional (siempre que éstas no sirvan para financiar a la autodenominada “izquierda abertzale”) y, por supuesto, a todo aquello que “amenace” con expandir un desarrollo social, económico y cultural de corte “capitalista”. Este capitalista siempre escrito con “K”.

Es tan intelectualmente insultante y tan vejatoria para el sentido común esta constante proclama a favor de la ruralización y el infradesarrollo, que Guipúzcoa es el único rincón de Europa en el que, a lo largo de este año, han aumentado de forma alarmante los enfermos de sarampión (21 brotes después de una década sin ningún caso).

La razón: cada vez más parejas jóvenes guipuzconas se están negando a vacunar a sus hijos contra esta enfermedad infecciosa por su rechazo casi criminal a este tipo de protecciones médicas y por su creencia fanática en que las campañas de vacunación promovidas por todos los países avanzados son una estrategia de las compañías farmacéuticas, en colaboración con la OMS (Organización Mundial de la Salud), para obtener beneficios económicos.

El nacionalismo radical, asociado al totalitarismo terrorista, es un sentimiento emponzoñado, una creencia mítica, una ensoñación ensangrentada y una pasión purulenta. Nada tiene que ver con la razón y, por ello, para sus militantes, todo aquello que tenga que ver con la racionalidad, la civilidad, el progreso y el desarrollo, les resulta tan odioso como ajeno. Por eso aborrecen de la democracia y de la modernidad y de todo aquello que estos valores representan.

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Todo esto tiene sus consecuencias. Así que, poco a poco, los turistas dejan de llegar a San Sebastián, o llegan menos; los mejores comercios cierran sus puertas, o se marchan a Pamplona; las grandes marcas que despiertan ilusiones y movimiento callejero y decenas de puestos de trabajo, ni se molestan en introducir a la ciudad en sus planes de expansión; de las empresas importantes, innovadoras de verdad, mejor ni hablar; y de las infraestructuras que serán mañana claves para nuestros hijos, de las inversiones importantes para crear riqueza y de las redes de comunicación que han de unirnos al mundo, nadie parece tener ningún dato. Los proetarras al mando de las instituciones locales están muy ocupados deteniendo, cuestionando, paralizando, desmontando, desarticulando y anulando todo lo que un día podría hacernos mejores.

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Ya termino. Y quiero hacerlo diciendo que, al final, en mi opinión, el Territorio Bildu es, sobre todo, un estado de ánimo y una tentación.

Es un estado de ánimo porque es un sentir doloroso, una sensación de repugnancia, una repulsión ética que provoca un etéreo pero persistente malestar físico y social que te lleva a aislarte y a encerrarte en la familia y en lo que tienes más cerca.

Y es una tentación porque el impulso del exilio es, en ocasiones, muy fuerte. De hecho, expuestos un día sí y otro también a la exhibición obscena de los terroristas y de quienes durante décadas han sido sus más fieles servidores, no pocos claudican y se marchan.

Otros, los más, optan por encerrarse en sus espacios privados a sabiendas de que lo mejor, lo más sublime a lo que pueden optar en el País Vasco de Bildu, es a protegerse, y a proteger a sus hijos, de un ambiente cruel de verdugos santificados, de malhechores adulados, de indolentes con los brazos cruzados, de caos moral y de escoria ideológica.

Y en ello estamos. Con la ayuda de todos vosotros.

Muchas gracias.