Pese a las superficiales concomitancias que algunos quieren ver, o que puedan existir en algún posicionamiento estratégico particular, lo cierto es que existe una incompatibilidad radical entre el pensamiento del fundador de la Falange y la corriente conocida como Nueva Derecha Europea, presente en diversos países de nuestro continente y que no acaba de echar raíces en nuestra patria.
Cuando nos preguntamos acerca del porqué de esa resistencia española al movimiento paneuropeo, tan fuerte en países como Alemania, Francia o Austria, y que, en su versión populista, podría nutrir de argumentos a una ultraderecha hoy día raquítica e irrelevante en nuestro país, nos topamos de bruces con una tradición igualitaria constitutiva del ser español. Esto encantará a posibles censores identitarios, pues podría ser entendido como la afirmación de un rasgo de nuestra “identidad”, aunque ésta consista cabalmente en la negación de la preeminencia de las identidades: la personalidad española se forjó en la convivencia de razas y culturas diversas, en la fusión de lo heterogéneo, en la mezcla y el mestizaje. En España, más que en otras naciones, resulta complicado encontrar linajes impolutos.