Antonio Eduardo Pascual Martínez
El libro de Miguel Argaya, "De lo espontáneo a lo difícil" debería ser de obligada lectura para todo falangista preocupado por la sempiterna postración de la falange joseantoniana. Digo joseantoniana, y no ramirista por las razones que se verán. El autor centra su libro en un tema medular: la contradicción entre la tesis de Ramiro Ledesma, tendente a la absorción del indivduo por el Estado a causa de su filosofía hegeliana y la postura de José Antonio, católico clásico que se forma en el pensamiento tradicional español pero que acaba adoptando ¡por mor de ese mismo clasicismo! una postura radicalmente revolucionaria inspirada en el sindicalismo que hoy llamamos autogestionario.
Salvo FE (Independiente), y desde una óptica confesional que a muchos falangistas no nos convence, ninguna organización falangista ha comenzado por solucionar el equívoco adoptando de inicio uno u otro principio. Alegremente se venía diciendo que todos cabemos, que nos une "lo fundamental" (¿Y qué será lo fundamental? ¿las canciones e himnos? ¿los gritos "de ritual"?) y nos separa lo "accesorio"; incluso se ha dicho que las acciones unen y las ideas separan, por lo tanto dejémonos de muchas ideas y movámonos por consignas y credos cortitos.
Todos los grupos políticos falangistas que han surgido en los últimos tiempos han tratado de ser lo más compendiosos posible, y en su declaración inicial de programa básico lo más que han hecho ha sido una "lluvia de ideas" (me explico para quien no sea docente: los "profes" antes de iniciar un tema estamos obligados a saber lo que los alumnos dominan de lo que les vamos a enseñar, poniendo en la pizarra frases cortas sobre dicho tema que ellos hayan visto u oído por cualquier medio. Después, durante la exposición, tratamos de establecer UN HILO CONDUCTOR que dé una imagen sistemática según un principio explicativo y coherente de causa-efecto a toda esa lluvia de ideas previa e inconexa que ellos tenían en principio). Con esa lluvia de ideas todos estamos de acuerdo. Pero como no se establece entre ellas ninguna jerarquía y lo que es más grave, ningún principio medular, rector de todo el conjunto, resulta que nos hemos unido por que somos muchos los que queremos la justicia social. El final del racismo y la xenofobia, la atención a Ceuta y Melilla -y a las Chafarinas-, lo asqueroso que nos resulta todo lo relacionado con el borbonismo, las infantitas y demás, etc etc..
Pero no basta esto, claro. Y luego resulta que en el seno de un congreso "ideológico" la gente se pasa hasta las tres de la madrugada debatiendo y votando sobre la pena de muerte. La pena de muerte es inadmisible para un joseantoniano, pero a lo mejor no para un ramirista. Los primeros dicen que el ser humano es portador de valores eternos y que su libertad, integridad y dignidad son los fines supremos de lo que llamemos Estado. Incluso se atreven a invocar los principios iniciales de FE para decir que la Falange jamás, jamás, utilizará la violencia como medio de imposición política. Mucho caso no se ha hecho a esto: véase el color de la camisa de los asesinos de Atocha, o de los cometigres actuales dando un espectáculo bochornoso de violencia e intolerancia en las manifestaciones "por la unidad de España" (¿Qué coño es España para ellos?) que se han celebrado en muchas capitales de provincias. Y esta es la imagen cabal que los españoles tienen de los que vestimos camisa azul.
Ya basta de invocar a la manía persecutoria que tenemos todos diciendo que el Régimen nos silencia, nos persigue, tiene "miedo" a nuestras poderosas razones... Somos para ellos ni más ni menos que unos chulos niños bien de ultraderecha -el peor gamberrismo es de los niñatos de Serrano-. Y menos mal que no leen algunos textos de ¡camaradas! muy reconocidos que llegan a afirmar con Le Bon (escritor neofascista de la Nueva Derecha francesa) que a las masas hay que engañarlas, aparentando de principio estar de acuerdo con ellas.
No creo recordar ningún texto fundacional que nos venga a decir que los falangistas tengan que templar gaitas evitando escollos doctrinales que puedan ofender a unos o a otros. Si evitamos el compromiso, acabaremos obteniendo de nuestras organizaciones una serie de conventículos que generarán -sin duda- escisiones a izquierda -cada vez menos- y a la ultraderecha fascista, cada vez más y mejor nutrida.
Aunque parezcamos hoscos, antipáticos y fuera de la moda postmoderna tendremos que construir un cuerpo doctrinal que tenga como eje al Hombre como portador de valores eternos. Por lo menos aludo a los que se sientan seguidores del patriarca de la Falange, Narciso Perales. Y que tengan a la "Auténtica" no como un recuerdo glorioso de los que se colgaban en las tiendas de los campamentos de la OJE, sino como un compromiso de continuidad; al menos como lo fue entre el FSR -Frente Sindicalista Revolucionario-, expresión de la fidelidad y ortodoxia más exigente a la verdadera Falange de José Antonio (sin olvidar la suprema ortodoxia del FENAL de Hedilla, Narciso y Patricio Gonzáles de Canales) y como lo fue FE de las JONS de Narciso y Pedro Conde, partido en el que me honro en seguir militando, porque nadie me ha echado de él, aunque fuese asesinado por traidores y canallas vendidos a Suárez. Y el que se pique, que se rasque..
¿Y cómo se hace un cuerpo doctrinal que tenga como eje al Hombre? Empecemos leyendo a José Antonio. En todas sus intervenciones se adivina el principio humanista-católico. "Es más humano, y salva a mayor número de gentes, el hacer la Reforma Agraria a riesgo de los capitalistas (se debate si darles o no indemnización) que a riesgo de los hambrientos de siglos". Otra muestra es cuando en el juicio de Alicante, se defiende insistiendo en que la opción sindicalista la eligió por ser la más "humana", más cercana al obrero y a sus decisiones que el bolchevismo soviético autoritario. No olvidemos tampoco que el discurso en defensa de su Reforma Agraria lo hizo en el seno de la República española, no para su "utopía" sindicalista.
Sin duda, algún "camarada" actual le moteje de "enfermedad infantil del izquierdismo" al anteponer el bienestar urgente, inmediato, del obrero, aun a costa de afianzar aquella República tan marxista y tan denostada, a los fines últimos de todo proyecto revolucionario que posponen para llegado el triunfo, dicho bienestar obrero, no sea que si lo logra antes, se le diluyan las fuerzas y con ellas, los medios para alcanzar el fin metapolítico. Pues no, mira. Para los falangistas de José Antonio y Narciso -incluso para los anarquistas de la FAI, como Diego Abad de Santillán- el Hombre era un fin en sí mismo, y nunca un medio a utilizar por santos y revolucionarios que sean los fines.
El rechazo frontal a la violencia está ya expresado en los puntos iniciales de la Falange, y aunque los "ramiristas" sigan a su maestro poniendo de vuelta y media a José Antonio, ahí estará para siempre la figura de nuestro Fundador dando un abrazo en las Cortes a Indalecio Prieto, cuando la ocasión lo requería y para demostrar que entre españoles no hay abismos insondables de guerra civil. Es obvio que a José Antonio no le dio tiempo en su corta vida política a sistematizar su doctrina política y social. Es labor de sus seguidores.
En Burgos, los camaradas de la Auténtica redactamos un "programa máximo " que tenía como eje al Hombre portador de valores eternos. De él derivamos unos derechos como individuo, que son -incuestionablemente- a la vida, a la dignidad y a la libertad. Y a la libertad muy concreta y compendiosa; a la de saber -enseñanza pública única y gratuita-, a la de poseer -patrimonio familiar, atacado y cuestionado por el capitalismo- y a la de decidir política, económica y socialmente por los menos intermediarios posibles. Aquí, en el capítulo de su soberanía social de "decidir" arranca el sistema de representación por delegación responsable y personalista que es armonioso con el "organismo económico de la Revolución" de Diego abad de Santillán. Eso que los de la Auténtica llamábamos La República sindical y comunal de los trabajadores de España basada en la Confederación Libre de los Municipios y Comunas de España.
¿Que nos vais a decir que eso se parece mucho, mucho al anarcosindicalismo español? Pues mira, si; por ahí le anda. Salvo con la sutil distinción de nuestro rechazo doctrinal al nihilismo filosófico del anarquismo, que según José Antonio "se anula cuando pretende afirmarse". Pero si hemos de hacer caso a un notorio fundador, que fue David Jato Miranda, mucho "perdimos cuando los de derechas nos dejaron de llamar FAIlangistas".
Vaya, y con todo eso ¿Dónde dejamos a la Patria, a su sacrosanta unidad y todo eso? A lo que respondemos: "Dicen que la Patria es una Cruz y una bandera. Pero yo siento que mi patria está en mi hermano que sufre la explotación" Porque la Patria para nosotros no es una cultura -palabreja que oculta un fascismo repulsivo por el que se ha dejado seducir la izquierda en general- ni un idioma, ni un floclore, sino una misión que en nosotros se llama Revolución. Si no hay Revolución no hay Patria. O en palabras de José Antonio, que dejó bien claro que la Patria no puede ser la sujeción a la tierra donde venimos padeciendo durante siglos. Que todo falangista dará la vida por la Patria, sí; pero por la Patria que la Falange entiende y quiere. No por esa tan cara a la derecha que no es sino el envoltorio de un orden burgués podrido y decadente, como la bandera que últimamente han hecho ondear en la plaza madrileña de Colón.
Humanismo cristiano -o como me corrigió mi camarada Jefe Nacional Pedro Conde-, humanismo católico. Pero que nadie se asuste, que no convido a nadie a ingresar en las filas del FEI. El catolicismo de José Antonio es el que filósofos de la importancia de Gustavo Bueno -materialista y marxista- identifican con el racionalismo universalista que dio mejores frutos al mundo, sin duda, que el presente catolicismo aliado a un agnosticismo vergonzante que es el pensamiento correcto políticamente del clero español. Querer suprimirle privilegios fiscales y políticos no invalida en nada el mensaje puro de José Antonio. Y mucho menos querer fundamentar el "estilo y la ética" falangistas en esa religiosidad joseantoniana que sedujo incluso a ateos convencidos -y no por ello dejaron de ser jefes responsables de nuestra primitiva organización, amigos de FEI- como el excomunista y exmiembro del Comité Central del PCE Manuel Mateo.
José Antonio -sabedor de ello por intermediación de Ximénez de Sandoval- consciente de su misión política que no había de ser confundida con su personal opción religiosa, se negó a "convertir" a su buen camarada. ¿Por qué ahora no se comprenderán estas sutilezas, sin embargo tan fuertes y llenas de sentido?
Son dos las claves, queridos camaradas, del despegue de una falange que quiera ser Auténtica: La primera es el sentido trascendente del Hombre, y la segunda el humanismo cristiano. Pero si por sentido trascendente del Hombre ya entendemos subordinado a él el Humanismo, ya no corremos el riesgo de caer en un humanismo renacentista que prescinde de Dios. Y al ser no confesionales tampoco corremos es riesgo de entrar en esa corrupción del clero que no disimula su insidia al albergar en su seno a las ONG -versiones modernas del ropero piadoso de las parroquias y de la caridad, que da a su título lo que en justicia corresponde- y a organizaciones fascistas como el PNV y la ETA, basadas en un nacionalismo cultural, por cierto, especialmente grato a muchos de los que denomináis "camaradas".
No soy tan antirramirista como pueda inferirse de lo que he dicho -y de lo que decía la Auténtica de Narciso-. Reconozco que en la formación intelectual de Ramiro faltaba absolutamente ese relativismo respecto a lo objetivo, a la verdad de la "cosa en sí" como independiente de la percepción subjetiva, que constituye la nuez del mensaje de Heidegger y que compartía Keysserling, aun sin haber leído al primero, hecho que Ramiro, con sagacidad, le echa en cara. Ramiro traduce a ambos, cuando en España ni Ortega tenía ni pajolera idea del vitalismo heideggeriano.
Otra cosa es que su formación intelectual, sincera y honda, no la traspusiese a su vida política, en la que abrazó doctrinas totalitarias emparentadas con las tesis de Heidegger y de Hegel. Comparto con él la idea del Estado laico -sin contradicción con el espíritu que lo anima en la concepción de José Antonio- y la idea de la Moral Nacional. Esa sí que es medular en la concepción auténtica falangista. Más hoy que en tiempos de Ramiro, la Iglesia ni puede ni debe dar un sentido moral a la vida nacional. Es nihilista, lo que ha quedado muy claro en la circular de los obispos vascos.
El pueblo español, huérfano de la moral objetiva que le proporcionaba la Iglesia de antes, racionalista universal, como le gustaba a Gustavo Bueno, anda necesitado de una moral nacional, como la ha tenido Francia, desde su Revolución. Y ahí estamos nosotros, en la originalidad de nuestro mensaje. ¿Hay acaso, alguien que diga lo mismo y en el mismo sentido? ¿Algún partido tiene una moral, una ética, una manera de "ser", un estilo?.
Acabando ya, camaradas. Dimitiré de mi militancia en FE de las JONS (Auténtica) e ingresaré en vuestras filas cuando a toda esa lluvia de ideas que constituye el "somos muchos" llegue un principio conductor que haga al partido claro -en sus elementos internos- y distinto -en cuanto a la diferenciación con todo lo que no es-.Y no lo olvidéis: donde todos los falangistas cabemos, al final, no cabe nadie.
¡Arriba España1 ¡Arriba el Hombre!