Javier Méndez
Cuando pintan bastos, y parece que en esas estamos con esto de Irak, no queda otro remedio que llamar a las cosas por su nombre.
No acabo de entender a qué tanta vaselina. Cuando los hechos desmienten tozudamente a esos que insisten en que no representa un peligro para la humanidad, debemos ser más claros, más contundentes con tanto pusilánime.
Su país fabrica y posee armas de destrucción masiva y, lo que es peor, ya las ha utilizado anteriormente; no quiere ni oír hablar de desarmarse; oculta sistemáticamente información y se resiste a ser fiscalizado; siempre que quiere hace caso omiso de los Tratados Internacionales y de la ONU; se ha granjeado el odio de sus vecinos y de otros no tan cercanos; ha hecho de este tema una cuestión personal; su familia ha participado del poder en su país durante años como si fuese de su propiedad; lo hace todo, por supuesto, en el nombre de Dios; su presencia es un foco permanente de tensión en Oriente Medio; ha financiado a la mitad de los grupos guerrilleros y terroristas del mundo; tiene a presos en condiciones vejatorias sin juicio y sin garantías procesales... y eso, todo eso, porque está sentado sobre una inmensa bolsa de petróleo, sobre una imponente máquina de hacer dinero, sobre el poder de sus misiles.
Hay que denunciarlo sin complejos, si queremos un mundo más justo y más libre debemos deshacernos urgentemente de George W. Bush y todo lo que, de sucia indecencia política del primer mundo, él representa.