Actualidad

Conoce la actualidad de Falange Auténtica

El tirano que esclaviza al pueblo hermano de Guinea Ecuatorial se encuentra de visita oficial en nuestro país, invitado por el Rey, el gobierno y las altas instituciones de la nación. Es éste un hecho que, como españoles y defensores de la libertad y los derechos humanos, nos repugna y avergüenza.

 

Obiang Ngema, presidente ilegítimo de esa nación hispana del África Occidental, con la que España tiene contraido un compromiso moral fruto de nuestro pasado y herencia cultural común, llegó al poder trás un golpe de Estado palaciego perpetrado en 1979 contra su primo, el también despiadado dictador Francisco Macías, a quien sustituyó como sátrapa y violador de los más elementales derechos fundamentales de su pueblo.

Desde entonces, las prácticas abusivas, como detenciones arbitrarias, torturas, parodias de juicios penales sin garantías, secuestros de opositores en el exilio y terrorismo de Estado, han constituido el día a día del régimen de Teodoro Obiang, acompañado de una extendida corrupción al socaire del negocio de la extracción de petróleo, del que la República de Guinea Ecuatorial es el tercer productor de África cuando el 60% de su población malvive en la miseria.

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Por Carlos Javier Galán

Durante años, los falangistas auténticos venimos defendiendo un sistema sindicalista, donde los modelos de empresa admitidos -o cuando menos predominantes- sean de economía social -esto es, modelos en los que el capital sea justamente retribuido, pero no ostente necesariamente la propiedad ni la gestión de la empresa-. A este respecto, muchas veces me había asaltado la duda de si el capital aceptaría una legislación de ese tipo, si admitiría reducir sus privilegios para seguir ganando dinero, o si, por el contrario, la economía nacional se podría descapitalizar peligrosamente. Como observador de experiencias alternativas y socializadoras, creo que el ejemplo boliviano viene a dar cumplida respuesta a esa pregunta.

Cuando Evo Morales anunció que el pueblo boliviano recuperaba la legítima propiedad de sus recursos naturales, las empresas petroleras se rasgaron con estruendo las vestiduras y profirieron amenazas de todo tipo: políticas, jurídicas y económicas. Algunos gobiernos como el nuestro –que nunca han alzado su voz en defensa de los millones de bolivianos que viven en la miseria, que ni siquiera defienden a las pymes ni los trabajadores españoles, y que es dudoso que hagan lo propio con nuestros intereses nacionales- se apresuraron a respaldar activamente los particularísimos intereses de las multinacionales españolas, como si fuera un asunto que afectase al bien común de la nación. El duo Moratinos-Zapatero ha quedado ahora en evidencia, porque se ha demostrado que no estábamos ante ningún expolio –todo lo contrario: es posible que estemos ante el fin de un expolio- y que las multinacionales saben defenderse muy bien ellas solitas. Finalmente, todas las compañías han acabado firmando los nuevos contratos negociados con el gobierno de este país hermano. Y, para que sus cotizaciones en las Bolsas no se resientan, se han apresurado a proclamar a los cuatro vientos que su permanencia allí en la nueva situación seguirá reportándoles jugosos beneficios.

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Por Tacho

Querido amigo, has vuelto ganar. Tú, que has demostrado ser más pragmático que romántico y que has sabido bailar entre las dos aguas del progreso social "sostenible y las recetas no siempre demasiado eficaces del Fondo Monetario Internacional, es obvio que has elegido un camino posibilista, en lugar de avanzar por la senda revolucionaria que muchos en Brasil y fuera de Brasil temían y otros tantos ansiaban.

 

Creo que no me equivoco si te reconozco que los falangistas democráticos nos alegramos de tu triunfo. No eres, tal vez, todo lo revolucionario que esperábamos cuando hace cuatro años saludábamos tu ascenso al poder como un logro genuino de los trabajadores, deseosos de superar el marxismo que ya no profesabas y acercar sus posiciones al sindicalismo que tú y nosotros tanto defendemos. Pero, a cambio, pareces haber sido capaz de poner al Brasil en la senda de una clara recuperación económica, donde las cosas, por una vez, no se hacen a costa de los más pobres sino esforzándose por que sean éstos los que más se beneficien de los frutos de la buena marcha económica del país.

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Las recientes elecciones catalanas han estado caracterizadas por el incremento de la abstención. Si en los comicios autonómicos de 2003 un 37,46 % de los electores con derecho a voto no participó en los mismos y otro 091 % votó en blanco, el desencanto de los catalanes con su clase política se ha incrementado y, en esta ocasión, la abstención ha alcanzado el 43,23 %, a lo que habría que añadir el 2,03 % de votos en blanco.

 

Se consolida así una actitud de pasivo rechazo, que tuvo su máximo reflejo en el referéndum del nuevo Estatuto de autonomía. Los grupos parlamentarios de Cataluña centraron la anterior legislatura en este nuevo texto, como si constituyese la máxima aspiración popular y, sin embargo, la mayoría de ciudadanos le dieron clamorosamente la espalda en la consulta, nada menos que con un 5115 % de abstención y un 529 % en blanco, sin olvidar que el 2057 % de los votos emitidos fue contrario a la aprobación de ese nuevo Estatut.

 

Pese a todo ello, nuestros políticos -¿hace falta decirlo?- no se sienten en ningún momento interpelados ni afectados por esta elevada abstención y continúan con su huida hacia delante, sin hacer ninguna reflexión al respecto ni cuestionarse absolutamente nada.

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Desde su creación, Falange Auténtica ha venido prestando atención al grave problema de la vivienda en nuestro país y en los últimos meses ha puesto en marcha una específica campaña de denuncia.

 

FA señaló ya en su día la falacia que supone considerar que el coste de la vida sube realmente lo que marca el IPC general y, consecuentemente, aumentar los salarios con esa referencia. El porcentaje que la adquisición o tenencia de una vivienda supone sobre el total de los ingresos familiares ha crecido de forma mucho más elevada, y ello incide de forma muy directa en la vida cotidiana y en la economía doméstica.

 

En los últimos años, la vivienda se ha convertido en un problema acuciante, una cuestión que está entre las principales preocupaciones de los españoles. En tercer lugar, después de la inmigración y el paro, y por encima del terrorismo, los encuestados en el barómetro del CIS de septiembre de 2006 citan el problema de la vivienda, que casi alcanza un 21 %. Y, sin embargo, los grandes partidos no tienen ningún interés en convertirlo en objeto del debate político, lo que pone de manifiesto el divorcio existente entre los intereses ciudadanos y los de una clase política que vive de espaldas a los mismos.

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