Es frecuente oír entre los forofos de los programas políticos que los falangistas no lo tenemos. "¿Qué vais a hacer si por milagrosa coyuntura estuvierais al frente de las más altas responsabilidades?". Nosotros, los de F.A., los representantes del falangismo democrático, hacemos oídos sordos, porque sabemos que mucho más importante que el programa es el sentido, y esto lo tenemos bien cogido. Sabemos cuál es el norte, el talante y los talentos nos sobran.

Tenemos una Declaración de Principios tan clara como el agua, mucho más que cualquiera de esos panfletillos generalistas que se gastan ahora en los grandes partidos a derecha e izquierda.

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Nació el Nacionalsincalismo con la intención de integrar al proletariado en un gran proyecto nacional. Ése es el sentido genuino e inicial de esta ideologia: hacer partícipe en el proyecto de la patria a las masas trabajadoras; resolver el problema de la justicia sin necesidad de arrollar los valores de la cultura y el espíritu, como amenazaba el marxismo.

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El falangismo democrático ha obtenido cerca de dos mil votos en las elecciones europeas de este año.

No es demasiado, pero es lo suficiente para no desfallecer, porque esos votos son los únicos que apuestan en España de manera inequivoca por un falangismo refundado, creible y con pulso. El nuestro es un voto joven, atrevido y moderno, tanto como el ombligo al descubierto que se ha convertido en uno de nuestros símbolos más audaces.

 

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Está dispuesto el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, a repartir "píldoras del día después" a cargo del presupuesto municipal. Miles de adolescentes se quedan al borde del abismo tras mantener relaciones sexuales irresponsables. ¿Es la píldora la solución?

Aquí no estamos hablando del uso del preservativo, que ha sido un avance importante en la consecución de una sexualidad más libre. Estamos hablando de interrumpir un proceso vital ya iniciado, y estamos hablando del tradicional cinismo de la derecha. La presidenta de la comunidad, Esperanza Aguirre, dice que en todo caso la financiación debe correr a cargo del Ministerio, no del Ayuntamiento.¡Lávate las manos como Pilatos, no sea que te llamen carcamal!

Para el falangismo auténtico y democrático estas píldoras que Gallardón parece estar dispuesto a tirar desde el mismo balcón del consistorio no contienen más que muerte: la degradación moral de una sociedad que ha convertido la alegre y sana sexualidad en un acto de egoísmo con final trágico para los que menos se lo merecen.

Desde aquí seguimos postulando el talante de la España alegre y faldicorta, y eso incluye una sexualidad vigorosa sin daños a terceros, ni callejones oscuros.

Litio