La imposición de lo políticamente correcto no sólo ha calado profundamente entre los acólitos de la izquierda, sino que ha impregnado, vergonzantemente quizá pero sin duda, también a una gran mayoría de derechistas. Al menos en las formas, en silencios iniciales que desembocan resignadamente en asentimientos y aceptaciones cansinamente definitivas.
Las pocas voces discordantes (entre ellas con un tono decididamente propio, los falangistas) no sólo no han podido con esta tendencia homogeneizante sino que no han sido obstáculo para que el dogmatismo progre de un paso más, para llegar al concepto de lo científicamente aceptable, y fuera del cual no es admisible ninguna discrepancia, duda o crítica. Esto es, paradójica y trágicamente, la negación del mismo método y aún espíritu científico. Son varios los ejemplos que ya existen de esta no tan nueva tendencia, pero hasta ahora no han sido más que tímidos pasos de ensayo-error para desembocar en lo que es sin duda su manifestación más paroxística: El Cambio Climático Global, sus orígenes y sus consecuencias (En resumen, la temperatura del planeta está subiendo debido a las acciones humanas y ello conllevará todo tipo de catástrofes, desde extinciones de seres vivos a proliferación de enfermedades pasando por dramáticas elevaciones del nivel del mar).