Amplios sectores de la sociedad española insisten en considerar una actitud progresista la defensa del derecho al aborto. Y dentro de dicha defensa, el grado de modernidad parece incrementarse a medida que se eliminan barreras para el ejercicio de ese derecho y se adopta, cada vez más, la postura de que un embarazo es algo así como un juanete, que a cualquiera le sale en un pie y que si quirúrgicamente puede eliminarse, ¿por qué no evitar la molestia que supone?
Por otro lado la defensa de posturas contra el aborto o, dicho de otra manera, a favor de buscar soluciones a los embarazos no deseados, ajenas a la interrupción de la gestación de un ser humano, parece haberse convertido en materia que solo las más arcaicas derechas o los sectores más cerrados del integrismo religioso están dispuestos a defender.
Es preciso romper esta imagen interesada propiciada por los intereses políticos de muchos, entre ellos el partido que ocupa el gobierno de España. Matar no es progresista y defender que en este mundo no sobra ni un solo ser humano no es ni mucho menos una característica política de la reacción o de la derecha ultramontana.