Por Eduardo López Pascual
Debo de confesar que fui uno de los primeros en asumir como un acto positivo del gobierno socialista de Zapatero, la subida de los impuestos; así dicho en términos generales, y creyendo -tal vez con ingenuidad- que esa petición dineraria a los españoles sería dirigida a quienes tenían un nivel económico superior al resto de los mortales. El gobierno socialista, a través no sólo de su presidente sino de esa carita de ángel (que me recuerda a la actriz alemana Marlene Dietrich), pero de hechos más bien de Bárbara Stanwyck en papeles de mala, que fue quién me llevó al río. Francamente creí en sus palabras, firmes, seguras, y que coincidían con nuestra fe de justicia social, de que los impuestos no atentarían contra las clases trabajadoras; es más, dijo que beneficiarían a los "obreros y campesinos.