Actualidad

Conoce la actualidad de Falange Auténtica

Por Manuel

Que Mohamed Mahmoud Salleh, imam de la mezquita de Las Palmas de Gran Canaria, exija a las autoridades civiles y hasta haga críticas políticas parece, hasta cierto punto, razonable. Él puede hacerlo, pues tiene la suerte de vivir en una democracia indefinida como la que le da cobijo. Que dé gracias a Alá de su suerte. El humano que esto escribe y millones de otros humanos no podríamos hacerlo en la mayoría de los países en los que el islam pontifica.

"No tenemos derechos, afirma el religioso mahometano, y esa afirmación implica una grave desviación de la verdad. Goza del derecho a opinar y a manifestarse en libertad, y eso, hermano musulmán, no lo tenemos los demás en los países de donde sois oriundos. Digámonos las cosas con la realidad que la verdad verdadera exige, partiendo del principio de la reciprocidad. No se puede exigir lo que no se está dispuesto a dar.

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El 17 de enero de 1996, ETA secuestraba al funcionario de prisiones José Ortega Lara. En esta ocasión parecía claro que el objetivo de la banda terrorista no era una compensación económica que aumentara sus arcas, sino que era otro bien distinto. Y así fue. La directiva de la banda independentista quería presionar al gobierno español para que comenzase inmediatamente un acercamiento o un traslado de los presos etarras a las cárceles del País Vasco.

 

El Gobierno presidido por José María Aznar, con el apoyo de las fuerzas políticas enclavadas por aquel entonces en el Pacto Antiterrorista –entre las que se encontraba el PSOE-, decidió no ceder al chantaje terrorista.

 

Las consecuencias de esa decisión de Estado fueron 532 días de cautiverio para Ortega Lara que, por fin, fue liberado por la Guardia Civil el 30 de junio de 1997. El funcionario de prisiones permaneció todo ese tiempo en un zulo de 7"5 m2, sin ventilación, con escasísima alimentación y con un orinal que, además de para realizar sus necesidades, servía de recipiente para que sus carceleros le sirviesen la ración de agua diaria.

 

Ni qué decir tiene que José Ortega Lara padeció unas secuelas físicas demoledoras que, tal vez, ahora haya podido superar, pero a ellas hay que unir los trastornos que esos más de diecisiete meses de privación de libertad, dejaron y dejarán de por vida en su mente.

 

Durante este periodo de tiempo el Gobierno no cambió de postura y, de no haber sido por la liberación, la decisión de la cúpula etarra era clara: dejarían morir a Ortega Lara por inanición.

 

Tan sólo diez días después del final de este secuestro, el 10 de julio de 1997, ETA secuestraba al concejal del PP en Ermua, Miguel Ángel Blanco Garrido. El objetivo de la banda era el mismo, presionar de nuevo al gobierno para que los presos etarras fueran concentrados en cárceles del País Vasco. Pero, en esta ocasión, le daban otra vuelta de tuerca más: debería ocurrir dentro de las siguientes 48 horas desde el secuestro de Blanco; de lo contrario, sería ejecutado.

 

El Gobierno presidido por José María Aznar, con el apoyo de las fuerzas políticas enclavadas por aquel entonces en el Pacto Antiterrorista –entre las que se encontraba el PSOE-, decidió no ceder al chantaje terrorista.

 

El 12 de junio de 1997, alrededor de las 17:00, visto que el gobierno no modificaba su postura, los asesinos de ETA ataron las manos de Miguel Ángel a la espalda, le llevaron a un monte y le pegaron dos tiros en la cabeza.

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En nuestro país cada vez se hace más política con las tripas y menos con la cabeza o el corazón. Por ello sucede que muchas de las propuestas hechas de esa manera, más que acreedoras de serena reflexión o crítica, nos provocan asco y repugnancia.

Tal es el sentimiento que a muchos nos produce el anuncio emitido en los medios audiovisuales públicos de Cataluña a instancia de la Plataforma Pro Selecciones Deportivas Catalanas, entidad subvencionada este año con un millón de euros por la Generalitat, en el que se ve a un grupo de niños que juegan al futbol vestidos con las camisetas de varias selecciones nacionales y cuando un nuevo menor quiere unirse al grupo, otro de los que ya jugaba, con aspecto de energúmeno y vestido con la camiseta roja de la selección española, se lo impide.

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Por Benjamín Ramírez

Desde que los hijos de la orgullosa Albión se lo apropiaron, Gibraltar siempre fue un pedacito de suelo que algún día retornaría a la tierra común española. Por el contrario, para los británicos Gibraltar era y es la roca refugio de sus últimos sueños imperiales. Durante siglos, los políticos españoles y británicos nos estuvieron tomando el pelo hablando de la soberanía sobre Gibraltar, sin jamás llegar a un acuerdo solvente. Eran dos los que litigaban alrededor de un té caliente o, mejor aún, con el aporte oloroso de un buen jerez del Sur ibérico. Todo se reducía, al fin, a buenas palabras, eso sí: diplomáticamente seleccionadas. El asunto no daba para más y el futuro diría...

Y tanto. Antes eran dos los que se disputaban la perdiz. Ahora, con el consentimiento del Gobierno español, ya son tres los que entran en el juego. Si dos no se entendían, el trío todo lo dificultará más. Serán dos contra uno. Ingleses y gibraltareños por un lado y los españoles, cuitados, por el otro. Eso está más que claro. Y, una vez más, el entreguismo de ciertos políticos progres se habrá salido con la suya. Mientras tanto, para España las posibilidades de un Gibraltar español menguan notablemente, por no decir definitivamente.

¿Cómo un Gobierno que se dice de todos los españoles puede cometer una fechoría de ese tipo, sin siquiera avisarnos del paso que se ha dado?. ¿Puede un Gobierno vanagloriarse de sus descarríos, como el Sr. Moratinos y el Sr. Chaves, próceres del Partido Socialista Español, han hecho al aceptar que el Peñón siga siendo colonia inglesa por los siglos de los siglos?. ¿Es ése el talante de los hechos consumados?. Será un talante eficiente, pero democrático no lo es. Hay cosas con las que los españoles no estamos dispuestos a negociar, o por lo menos no queremos que, como puñalada trapera y vergonzante, nos arrebaten la ilusión y los sueños de ser una nación con un destino que cumplir en el concierto de las demás naciones. Solo los que practican la política del ir tirando día a día, firmes las posiciones atrincheradas en las poltronas, aunque ya las ideas nobles y altas hubieran desaparecido de sus estrechas mentes, sólo esta clase de políticos sin nobleza alguna podían haber cometido tremenda fechoría.

Prepárate Navarra, que también tú corres el peligro de ser entregada. ¿Cuándo? ¿Cómo? Ya lo ves: no te lo dirán. Parafraseando a un vasco honorable lo dijo claro en su día: "Cierta clase de políticos son como los comedores de sapos, para quienes no hay nada que dé asco. Lo peor es que pretenden que los demás también los comamos. ¡Y eso no!.