“Hemos evitado el rescate”. Con esta frase, el presidente del Gobierno de España pretende haber justificado sus políticas brutales de los tres últimos años y pedir el voto de confianza en unas elecciones que ya despuntan en el horizonte del próximo otoño.
En términos estrictos, el PP ha evitado el rescate. “Nosotros no recatamos ninguna verdad”. Podemos seguir financiándonos en “los mercados”, sin pedir el dinero al FMI; mantenemos nuestra soberanía política y nuestro Parlamento puede seguir legislando sin la censura previa de la troika (FMI + Comisión Europea + Banco Central Europeo); y nos hemos librado de la siniestra presencia de los “hombres de negro”, fiscales inflexibles de cada una de nuestras cuentas públicas.
Pero, ¿qué consecuencias reales ha tenido la “machada” del PP en la vida de los españoles? Esta es la cuestión.
Cuando se repasan las condiciones leoninas impuestas por la troika a Grecia para su rescate, se perciben similitudes en las que la oposición ha sido incapaz de reparar.
Grecia se vio obligada a cambiar su Constitución para que el pago de la deuda tuviera prioridad sobre cualquier otro gasto público. En España, la reforma constitucional de 2011 del artículo 135 cumplió, exactamente, ese mismo requisito al que se refieren ahora con el eufemismo de la “estabilidad presupuestaria”. Como en Grecia, en España el pago de la deuda goza de una prioridad absoluta, y los famosos recortes no han tenido otro objeto que cumplir la “hoja de ruta” trazada por la troika en el país heleno. Y a eso le llama Rajoy “evitar el rescate”.
Grecia se vio obligada a despedir a 150.000 empleados públicos en dos años. Atendiendo al diferente volumen de población, España debería haber asumido la destrucción de 700.000 empleos públicos en el mismo periodo. Pero resulta que, en España, por vías ciertamente menos traumáticas, ya en 2013 se habían reducido 374.800 plazas de la Administración (preferiblemente, profesores y personal sanitario), y en el mismo espacio de dos años. Y a eso le llama Rajoy “evitar el rescate”.
Grecia debió asumir un recorte del salario mínimo, que pasó de los 751 a los 580 euros mensuales. Ciertamente, el SMI no se ha tocado a la baja en España. Pero nuestro país ha ido más allá de lo exigido. De hecho, a finales de 2014 la propia Comisión Europea llamó la atención a nuestro Gobierno por la brutalidad de la política del PP en materia salarial, que había desencadenado una bajada los salarios reales agregados alrededor del 4,5% (en 2014). Además, el propio FMI gusta de poner como ejemplo a nuestro país cuando se trata de ejemplificar unos costes laborales que “se ajustan significativamente a la baja”. Y a eso le llama Rajoy “evitar el rescate”.
Grecia debió proceder a un programa urgente de privatización de sus empresas públicas. En España, lógicamente, esta medida no resultaba necesaria gracias a la anterior etapa de gobierno del PP que, con José María Aznar, ya dejó al Estado en mantillas. Aquí sólo se mantienen al pairo de las privatizaciones los 3.000 entes públicos que, cifrados así por el Consejo de Estado, sirven de refugio para los amigos, familiares y compañeros de partido. Quedaba por privatizar la lotería y AENA; el PP se puede apuntar ya el mérito de haber acabado con todo. Y a eso le llama Rajoy “evitar el rescate”.
Grecia asumió tremendos recortes en las pensiones y en el gasto sanitario. De momento, el gobierno de España no ha tocado las pensiones, ni para lo bueno ni para lo malo, aunque aterra comprobar la facilidad con que se le va la mano a la caja de la Seguridad Social. Ya veremos. Pero el temor a los pensionistas –que suponen el principal caladero de votos del PP, conviene tenerlo en cuenta- ha sido sobradamente compensado con recortes mucho más allá de la sanidad, afectando a la educación, para comprometer la competitividad futura de nuestros jóvenes y, por extensión, de todo el país. Y a eso le llama Rajoy “evitar el rescate”.
En conclusión: Rajoy ha evitado el rescate, sí… cumpliendo, estricta y radicalmente, las peores imposiciones del rescate griego. De oficio, por propia iniciativa, sangrando a la ciudadanía idénticamente a como hubiera sido sangrada por la troika.
Gracias a ello, podemos seguir financiándonos en “los mercados” y sin pedir dinero al FMI (como si el dinero apreciara la diferencia); mantenemos nuestra soberanía política y nuestro Parlamento puede seguir legislando sin censura previa (mangoneando sin control, para entendernos); y nos hemos librado de los “hombres de negro”, fiscales de cada una de nuestras cuentas públicas.
Visto lo visto, no se sabe hasta qué punto hubiera interesado que estos cuervos se pasearan por España, a ver si alguno apreciaba –pidiendo medidas correctoras- contra el auténtico sumidero de nuestra quiebra financiera: el despelote de las autonomías.