Enrique Antigüedad
Últimamente estaba perdiendo esa costumbre, pero durante muchos años me acostumbré a ver prácticamente todos los sábados el programa de televisión Informe Semanal.
Sus reportajes, buenos o malos, tendenciosos o no, siempre constituyeron un vivero de ideas para pensar y eso es algo que me parece positivo siempre.
Ayer, vi un reportaje sobre los códigos de barras. Realmente sorprendente. Prácticamente valen para todo. La capacidad de archivar información y órdenes en un código de barras parece infinita. Eso es estupendo. La humanidad avanza. Pero cuidado, también hubo varias cosas que me sorprendieron de manera no tan agradable.
En un momento determinado vi como en un gran almacén de productos fabricados, unos sofisticados mecanismos equipados con lectores láser para reconocer los códigos de barras se dedicaba a almacenar, ordenar y despachar las partidas salientes de productos y un ufano ejecutivo presumía de lo bien que lo hacía el sistema y sobre todo de que no era necesaria la participación de ningún ser humano. Un rato después, otra parte del reportaje mostraba unos dispositivos para que las personas que van a un supermercado puedan hacerse la cuenta de lo que compran ellos solitos, sin necesidad de pasar por caja. El colmo del avance parece ser que consiste en aparatos capaces de leer los códigos de barra sin necesidad de sacar la compra del carro, simplemente pasando por un lector adecuado, siempre y cuando no decida el consumidor hacer directamente la compra desde su casa. Estupendo. Seguro que los trabajadores dedicados a las labores de almacenamiento y los miles de cajeros de supermercado, no debieron de descansar mucho ayer por la noche, después de ver en este reportaje como van a perder su empleo.
Y es que el código de barras, que aquí menciono exclusivamente como ejemplo de avance tecnológico, es una maravilla cuyas ventajas seguramente le serán hurtadas a la sociedad y serán puestas a disposición del capital y de las grandes empresas. No quiero ser agorero, esto es lo que ocurre en el cien por cien de las ocasiones, sin ni siquiera excepciones para confirmar la regla. A los dispositivos de lectura láser no hay que pagarles el despido, no cobran pensiones, no se quejan, no se van de vacaciones y además, como nunca se van nunca llegan tarde. Para colmo son mucho más eficaces que las personas y su porcentaje de error es casi inexistente.
Ojalá los avances tecnológicos permitieran mejorar las condiciones de vida de las personas y no supusieran en la mayor parte de las ocasiones un nuevo factor para poder hacer crecer los beneficios empresariales sin llevar aparejada una mejor redistribución de la mayor renta producida gracias a los avances tecnológicos. Tamaña injusticia le pone a uno en la situación absurda de casi repudiar los avances tecnológicos. Algo aberrante.
En paralelo a los avances tecnológicos deberíamos ser capaces de reestructurar los usos sociales, los sistemas de producción y el ordenamiento de la capacidad productiva de las personas, para conseguir incorporar el avance como un logro tendente a beneficiar a la mayoría, puesto que en el fondo no es tan horrible tener que hacer cola durante un rato en un supermercado, cuando se sabe que la persona que se encuentra en la caja está ganándose con dignidad el pan de su familia. Si bien es cierto que a nadie le gusta esperar, en demasiadas ocasiones las demoras excesivas se producen exclusivamente porque (eso es especialmente visible en las grandes superficies), los directivos de la empresa, en lugar de contratar más cajeras o cajeros optan por contratar a un estadístico que consigue decirles exactamente cuantas cajas han de tener desatendidas para poder mantener un nivel constante de colas, que parece que si no hay colas no nos gusta tanto comprar en esa tienda. Socialicemos los avances o evitemos sus perjuicios.
Desgraciadamente nunca ha sido así. No podemos negarnos a los avances científicos y técnicos, pero hemos de conseguir poner esos avances al servicio de todos. No hace falta pasar por caja para que te cobren la compra, pero dos tercios de la humanidad no pasan nunca por caja porque no tienen la posibilidad de comprar nada, inmersos en crisis endémicas, y pagando intereses de deudas externas que en gran medida debieron ser generadas por compras masivas de armas a los países ricos. ¿Vendrían etiquetadas esas armas con códigos de barras? Si así era, esas barras más que formar un código, lo que formaban es una verdadera cárcel.
A propósito, también vi otros dos reportajes, Uno relataba las devastadoras inundaciones en centroeuropa. No está demostrado, pero parece ser que es posible que algunas de estas lluvias provengan de la falta de voluntad de algunos países por asumir y poner en práctica medidas como, por ejemplo, las que se aprobaron en Kyoto hace unos años. Me resultó curioso que se mencionara que uno de los grandes problemas que suponen estas inundaciones, son las muy ciertas probabilidades de que los países inundados sean incapaces de conseguir mantener el déficit público en los niveles establecidos por la Unión Europea. Joder, a ver si la condenada Unión Europea se preocupa por establecer niveles mínimos de condiciones de vida y alguien se da cuenta de que las personas están por encima de las estadísticas y que cuando hay un desastre lo que se debe hacer es solucionarle el problema a la gente, con eficacia, pero sin andar mirando de reojo al déficit público.
El otro reportaje que vi trataba de la gente mayor. Su principal problema: la soledad. No me extraña. El ritmo de vida que llevamos y que por muy contradictorio que pueda resultar no ha conseguido relajar el maravilloso invento del código de barras, nos impide dedicarle tiempo a nada que no sea trabajar y consumir. Además los ancianos también son un enemigo claro del déficit cero y este bonito reportaje vino a reconocer que muchas administraciones autonómicas directamente no dedican ni un euro a la asistencia a los mayores. Curiosamente se puso como ejemplo de buen hacer a la comunidad vasca, que parece ser que invierte más que las otras en este capítulo. Otro motivo para estar en contra de la diversificación de servicios que supone el Estado de las Autonomías. ¿ Son los vascos los que han sabido invertir para sus mayores y para proteger a las familias con personas ancianas ?, pues que sean ellos los que definan esa política para todo el Estado Español, que como esto siga así van a tener que irse nuestros ancianos de otras zonas de España en una patera por el Nervión, por ver si en Euzkadi se acuerdan de ellos y del esfuerzo que hicieron por hacer avanzar a España.
En fin que da muchísimo de si un solo Informe Semanal.