Por Antonio Pérez Bencomo
Antes de iniciarse en Viena la IV Cumbre de mandatarios de la Unión Europea, Iberoamérica y El Caribe , el Presidente de Bolivia Evo Morales seha vuelto a descolgar con unas declaraciones que dejan a las claras cuál es el talante de este indivíduo.
Afirma Morales que aún no ha visto un gesto del Presidente del Gobierno español en cuanto a las ayudas prometidas por éste, lo cual no nos extraña porque ya estamos habituados aquí al incumplimiento de ZP a la palabra dada y a la alegría con la que asume compromisos que luego es incapaz de cumplir. Pero lo que nos llama la atención de las palabras del máximo mandatario boliviano es algo que, como españoles, nos ofende y que por faltar al rigor histórico y a las mínimas normas de la cortesía diplomática (algo natural en un sujeto como Éste, iletrado y carente de educación) nuestro gobierno no debería tolerar.
Después de exigir la ayuda española y no citar, en una muestra de cinismo, a nuestro País como colaborador económico incondicional de esa república andina y sí hacerlo con Cuba, Venezuela, Japón o Dinamarca, Morales vuelve a esgrimir el azote manido de los "500 años de genocidio" para referirse a España y culpabilizarla. Por citar sólo un dato, si este indocumentado racista (heredero ideológico del caudillo aymara Túpac-Katari, que en 1781 se subleva y decreta el exterminio de la raza blanca) se fijase en el periodo de dominio del antiguo Imperio Español sobre el territorio de la actual República de Bolivia, se daría cuenta de que aquel se inició con la conquista del Imperio Inca por las tropas de Francisco Pizarro en 1535 y la independencia de esa nación se consumó el 6 de Agosto de 1825, es decir, 290 años y no los 500 que cita el tal Evo (¿O es una característica ancestral de los aymaras el sumar distinto?).Si hubo genocidio y duró 500 años, 210 transcurrieron tras haber obtenido la independencia, período más que suficiente para que los bolivianos, libres ya del "yugo español", hubiesen progresado, cosa que no ocurrió, más bien todo lo contrario. Así que Sr. Morales, búsquese otros paganos y argumentos para llenar sus arcas con ayudas que no agradece. Nosotros, los trabajadores españoles que con los impuestos fruto de nuestro esfuerzo llenamos las arcas públicas de nuestra Nación, no le debemos nada a usted ni a su país, más bien todo lo contrario y estamos hartos de falacias como las suyas tendentes a culpabilizarnos de algo de dudosa veracidad histórica y de lo que, desde luego, no somos responsables.
Evo Morales es un ejemplo del nuevo populismo iberoamericano, en su caso teñido de racismo indigenista , que han proliferado ante el saqueo que las oligarquías criollas han sometido a los países de Iberoamérica subidas a la grupa del Neoliberalismo salvaje y la corrupción, debilitando el entramado institucional de esas naciones hasta desprestigiarlo ante sus sufridos ciudadanos. El problema es que en estos casos es peor el remedio que la enfermedad y Morales será igual que sus referentes ideológicos vecinos, como Fidel Castro, casi 50 años sometiendo al pueblo cubano a una tiranía atroz de partido único y él con un patrimonio personal estimado en 900 millones de dólares; o Hugo Chávez, 7 años en el poder y ninguna mejoría, más bien todo lo contario, para los venezolanos; o los sandinistas de Nicaragua (ahora reconvertidos a la socialdemocracia y miembros de la Internacional Socialista), cuyos dirigentes son ahora los principales millonarios del país, tras haber saqueado las cooperativas agrarias, surgidas de la expropiación a los antiguos terratenientes de antes de la "revolución". Eso sin nombrar a los referentes más lejanos geográficamente, pero próximos ideológicamente, como la China de Mao, Corea del Norte o la afortunadamente extinta URSS.
Por eso Don Evo métase en sus asuntos, resuelva los problemas de su pueblo, o los suyos y de los suyos como allí es costumbre, pero a España y a los españoles déjenos en paz que ya bastante desgracia tenemos con el gobierno de ZP que, como usted puede comprobar, no nos defiende ni a nosotros ni a la dignidad de nuestra Nación, que si no otro gallo le cantaría a usted y se tragaría sus palabras.