Julio Sánchez
Advertencia: Los personajes aquí presentados son ficticios; cualquier semejanza con la realidad es pura casualidad.
Antonio. Tiene algo más de la cincuentena de años. En su juventud, durante los últimos años del franquismo, fue militante de una organización de extrema izquierda. Por aquella época era habitual verle correr delante de los grises y por supuesto, viajó a Paris para conocer el mayo del 68 “in situ”, desahogando toda su rebeldía juvenil tirando adoquines y levantando barricadas. “Revolución”, “cambios”, “utopía”, “lucha obrera” eran vocablos habituales en sus conversaciones.
Pero, el tiempo ha pasado y hoy Antonio es un empresario de éxito que dirige desde su despacho en un moderno edificio del Paseo de la Castellana su grupo de empresas, empresas en las que los expedientes de regulación de empleo, la contratación temporal, los despidos improcedentes y los accidentes laborales son la norma habitual. Asimismo, entre sus empresas podemos encontrar una ETT.
Antonio compagina su actividad empresarial con un puesto directivo en la ejecutiva del partido de “centro-reformista” que ostenta el poder. De esta manera ahora está preparando unas ponencias sobre “El libre mercado en el seno de la Unión Europea”.
Pero, hay más, no solo es un empresario de éxito dedicado a la política como actividad complementaria, sino que es también un ciudadano con un gran sentido cívico; cada vez que ETA hace una de las suyas, ahí está Antonio asistiendo a las manifestaciones de repulsa que se organizan. Siempre se pone junto a su amigo Esteban –el del Movimiento contra la Intolerancia- y juntos corean su lema favorito: “¡ETA fascista!” –la verdad es que hasta hace poco no sabía que Mussolini fuera el fundador de la banda terrorista-. Atrás quedan los tiempos en los que Antonio junto con sus compañeros consideraban a ETA como una “organización armada de luchadores antifranquistas por la libertad”.
Cuando alguno de los pocos que militaron con él en su juventud y que permanecen fieles a sus ideas le recuerdan su traición, suele contestar que”hoy las circunstancias son muy distintas gracias al régimen de libertades que nos hemos dado los ciudadanos de este país a través de la Constitución”. No hay, por tanto, razones para continuar la lucha.
Pili. Estamos ante una chica alocada de diecinueve años. Teóricamente es universitaria pero, realmente dedica poco tiempo a sus estudios pues está siempre mandando mensajes con el móvil para ir organizando la juerga del fin de semana.
Le encantan las macrofiestas pastilleras; de hecho viaja a donde sea para asistir a una de ellas. Sin embargo, en la última pasó algo inesperado; junto a un grupo de amigas asistió a una de estas macrofiestas que se celebraba en un pabellón deportivo cedido por el ayuntamiento de su ciudad para que “los chavales se diviertan sanamente”. Antes de entrar hicieron botellón porque “los jóvenes no tienen pelas para beber en los garitos”, no importando la suciedad originada –“para eso están los barrenderos”- o las molestias a los vecinos –“que se jodan, que son todos unos carcas”- y mientras bebía conoció a un chico que le gustó. Después entraron en el pabellón y tras moverse sin parar al ritmo que les marcaban las pastillas de éxtasis ingeridas, salieron y como en otras ocasiones “se lió con el tío de turno” que había conocido previamente pero, con tan mala suerte que se quedó embarazada. Al principio, estaba muy asustada, sin embargo, fue muy reconfortante escuchar a su madre: “tranquila hija, que no pasa nada, vamos a la Clínica Dator y problema solucionado; total si eso es como quitarte la apéndice. Si no fuera por todo lo que hemos luchado las mujeres progresistas ahora tú tendrías que cargar con el niño, que por supuesto acabaría con tu futuro”.
Una vez que le sea practicada la “interrupción voluntaria del embarazo”, Pili piensa operarse el pecho y hacerse un implante de silicona para “sentirse realizada como mujer”. La verdad es que se lo merece porque con lo del embarazo por un lado y la depresión que sufrió tras no haber sido seleccionada para participar en la 3º edición del “Gran Hermano” por otro, pues la verdad es que no gana para sustos.
Jorge. Tiene cerca de los treinta años y ciertamente ha tenido suerte en su vida profesional, ocupando un alto cargo en el seno de una multinacional. Siempre está presumiendo del dinero que gana, del coche que tiene, de sus adineradas e influyentes amistades, del último móvil que acaba de comprarse, etc.
Hay que decir también que Jorge con dieciocho o veinte años fue miembro de un grupo “nacional” y éste es otro motivo del que gusta alardear pero, eso sí, con sus amigos más íntimos para que nadie se asuste. Le gusta recordar como se pegaba con los “rojos”, esos “rojos” que aunque equivocados también cuentan con gente comprometida, pero eso a él le importa poco; le fastidia todo eso del rollo sindical y de que los trabajadores le puedan salir respondones a la patronal. Si algo le ha quedado de esa aventura juvenil en la política es su “amor a España” sin embargo no pierde ocasión para insultar a los vascos y a los catalanes. Algunas veces se pone un poco “progre” y dice que él no es racista, tan “solo” le caen mal los moros y los negros.
Hace unos meses abandonó el domicilio familiar porque no aguantaba a sus “viejos” y ahora que cuenta con un piso para el solo, aprovecha para “cepillarse” allí a todo bicho viviente con faldas que se le cruce. En cualquier caso, aunque le pone los cuernos y un día sí y otro también a su novia, piensa casarse y además por la Iglesia ya que “queda más bonito”.
Pako. Nos encontramos con un joven de poco más de veinte años que vive desde hace poco en una casa okupada junto con otros compañeros. En dicha casa tienen montado un “centro social” cuya principal actividad es tocar el tam-tam a todas horas. Para él, ser revolucionario consiste en lavarse una vez al año y en definitiva en ir con mala pinta. Siempre lleva una camiseta con una hoja de marihuana dibujada mediante la cuál hace profesión de fe por los canutos; de modo que cuando se fuma un porro su fervor revolucionario hace temblar las estructuras del sistema capitalista.
Se considera muy coherente ideológicamente hablando porque está contra la globalización y es internacionalista; es internacionalista pero defiende la independencia de Castilla en las filas de Izquierda Castellana. Además, milita en varias organizaciones pacifistas, lo que no le impide entender que “la lucha armada de ETA es una expresión del conflicto político que vive Euskadi bajo la opresión del Estado Español”.
De todas maneras, lo que de verdad le hace alucinar es acudir a las manifestaciones “antifascistas” que organizan cada vez que a un grupo falangista se le ocurre salir a la calle para ejercer su derecho a la libertad de expresión. Es entonces cuando derrocha toda su tolerancia y su pacifismo arrojando cócteles molotov o destrozando lo que encuentre a su paso.
Alfredo. Es “gay” y ronda los cuarenta años. Siempre había sido muy querido por todo el barrio, que sospechaba de que era de la acera de enfrente, pero ahora siente unas irrefrenables ganas de ir anunciando a todo el mundo cuál es su “opción sexual”, de esta manera convocó hace poco a todas las televisiones locales de su lugar de residencia para “salir del armario”; si lo hacen curas y militares, ¿por qué él no?.
Ahora vive con su pareja en Vitoria, donde se han inscrito en el Registro de parejas de hecho que el ayuntamiento gobernado por los demo-“cristianos” del PP ha creado. De esta forma ya sienten reconocida su situación, pero no acaba ahí la cosa, pues están a la espera de que la legislación se adapte a “lo que la sociedad demanda” para adoptar un niño y sentirse completamente realizados. Eso de que un niño precisa de la figura de un padre y una madre es cosa de otros tiempos.
Por otra parte, cada vez que se organizan los desfiles con motivo del día del “orgullo gay”, allí está Alfredo con su novio subidos en autobuses descapotables medio en bolas o con trajes de cuero.
Roberto. Es un chico de veintidós años y es estudiante universitario. Aparentemente es un chaval normal: practica deportes, va al cine, sale a tomar copas, etc. Sin embargo, Roberto es militante de una organización falangista.
Su vida está orientada en gran parte a la militancia política: recibe por correo revistas y boletines del mundillo, asiste a reuniones y actos, se informa todos los días de la actualidad falangista en FALANGEHOY, realiza actividades de propaganda, en definitiva: vive y piensa en azul. La militancia le acarrea no pocos problemas; así se encuentra con la oposición de sus padres que cada vez que sale a pegar carteles por la noche le dicen aquello de: “ en eso de la Falange no vas a ganar nada, lo que tienes que hacer es meterte en el PP o en el PSOE y buscarte un buen enchufe”. En el resto de ámbitos en los que desarrolla su vida tampoco es fácil ser falangista y se siente muy incomprendido; por ejemplo, con sus compañeros de la facultad: si les habla de la unidad nacional, es un franquista; si defiende que los partidos deben ser sustituidos por otros cauces de representación, es un fascista; si expone la crisis de valores que vive la sociedad actual, es un reaccionario; si critica a la globalización o al sistema capitalista, es una especie de rojo raro; y ya si aboga por la necesidad de una revolución, le miran con cara de “chaval tienes que ir al psiquiatra urgentemente”.
Paralelamente a su militancia, Roberto, que tiene cantidad de defectos, trata de llevar una vida coherente y aunque no es un beato, es más, es muy crítico con la jerarquía eclesiástica por su complicidad con el poder, asiste cada domingo a misa. Su formación cristiana le lleva a soñar con formar algún día una familia.
El hecho de que viva de espaldas a todo lo que este sistema representa provoca que cada vez más centre sus amistades entre sus camaradas, pues con ellos comparte una forma muy distinta de entender no ya sólo la política sino también la vida. De este modo, su relación con sus camaradas no se limita a la militancia; sino que entre todos también han formado una pandilla de amigos que comparten anhelos y esperanzas.
¿Qué diferencia a Roberto del resto de personajes?
Roberto es el fascista, es el intolerante, es el violento, es el retrógrado. Roberto es EL INADAPTADO.