Fernando Pallete
Seguro que hay muchos lectores a los que les gustaría que la coma que hay en el título después del "no" desapareciera y que el encabezado de este artículo quedara de la siguiente forma: "¿Son inmigrantes? No son personas, amigo Sancho". Pues ya veis, la coma existe y precisamente existe porque voy a tratar este problema desde el punto de vista que considero falangista, esto es, partiendo precisamente de que el hombre (inmigrante o no) es portador de valores eternos.
Cuando un falangista se posiciona sin más en contra de la inmigración masiva e ilegal, doy la razón a Jaime cuando dijo aquello de que la Unidad de los Falangistas es imposible porque hay falangistas con ideas totalmente contradictorias sobre asuntos esenciales. ¡Un falangista distinguiendo a las personas, a los hombres, entre legales e ilegales! Por muchas florituras y recursos dialécticos que contenga su argumentación, su fin está claro, apuntarse al carro de los vientos anti-inmigración que soplan en Europa y que empujan a las fuerzas ultraderechistas a obtener resultados electorales que no habían obtenido jamás (Ni el fascismo ni el nacionalsocialismo habían sido nunca fuerzas ultraderechistas al estilo del esperpento de Le Pen ni del nuevo Wilde llamado Fortuyn).
Pues no, la Falange (como yo la entiendo) no puede distinguir a los hombres entre legales e ilegales. La Falange (como yo la entiendo) no puede proponer que la solución al problema de la inmigración sea controlar, sin más, los flujos migratorios que vienen a España. La Falange (como yo la entiendo) debe proponer que cualquier solución debe pasar siempre por la premisa de que el hombre, todos los hombres, es portador de valores eternos.
Por tanto la Falange (como yo la entiendo) debe denunciar que para que podamos estar mamoneando todo el día ante el ordenador o ante la barra de un bar o ante el mostrador de una tienda, este sistema impone que existan cinco niños esclavos que por un plato de arroz tengan que tabajar doce horas al día en condiciones infrahumanas. La Falange (como yo la entiendo) debe denunciar que hay empresas multinacionales que se aprovechan del hambre de ciertos países para producir sus productos baratos y para luego venderlos, sin límite ni castigo alguno, en nuestras fronteras. La Falange (como yo la entiendo) debe sacar a la luz el sufrimiento de las personas que se ven obligadas por hambre a salir de su civilización y venir a otra civilización totalmente ajena y hostil. La Falange (como yo la entiendo) debe informar de que el hecho de tener que recibir en nuestra patria a muchisimos hombres y mujeres desesperados provoca tensiones dentro de nuestras fronteras.
Proponer que se pongan cupos al hambre o que se persiga a las personas ilegales (¡qué barbaridad jurídica definir a una persona y no a un hecho como ilegal!) no es, en primer lugar, humano y en segundo lugar falangista (tal y como yo entiendo el falangismo).
Por todo ello, dejémonos ya de copiar miméticamente soluciones posibilistas dentro del sistema (un sistema, recordemoslo, inmoral, egoísta e inhumano) y salgamos a la calle con nuestra voz y nuestra bandera y gritemos a los cuatro vientos que hay otro mundo posible, que hay otra España posible, basada en el respeto, en la dignidad, en el amor al prójimo y en la Justicia Social. (Eso algunos lo llamaremos cristianismo, otros quizá lo llamen humanismo, qué más dá). Nuestro enemigo, nuestro único enemigo, es esta civilización occidental, este sistema de valores que no compartimos y, por ello decimos hasta la saciedad, que ser falangista no es una opción política sino una forma de ser basada en valores ajenos y contradictorios a los imperantes en la civilización occidental.
Bien está proponer alguna solución urgente (preferencia de la inmigración hispana a la ajena a nosotros) pero que ello no nos impida perder en punto de mira.