Juan Ignacio Zoido, siguiendo los pasos de sus anterior jefe Mariano, se ha reunido varias horas con amiguetes y correligionarios en un restaurante sevillano. Como no podía ser de otra manera en el PP hispalense, el exalcalde, exministro y ahora pretendiente al parlamento autonómico, ha congregado a sus amigos pijos, en un bar pijo del barrio pijo de Sevilla.
Presa del pánico desatado ante las amenazas naranjas y verdes, los azul desteñido han trasegado canapés de diseño y gin tonics en copa balón, afición muy arraigada durante su mandato municipal, para cerrar filas ante el nuevo fracaso electoral que se les viene encima. Es lo único que ha hecho Zoido en esta campaña regional, donde todo el protagonismo ha correspondido al mamporrero de Arenas.
“Jornada de reflexión” donde hay poco que reflexionar para quien de verdad esté preocupado por el futuro del país y de la región, a qué darle más vueltas, la última de Europa en muchos parámetros sociales y económicos, por mucho que la hija del honrado fontanero se empeñe en maquillar y lanzar al viento sus frases huecas de spot publicitario.
Por un lado una derecha rancia y casposa a la que encima le ha salido un furúnculo con nombre de diccionario aún más reaccionario y casposo que ella, partidito que viene con el “ragalito” añadido de un candidato de perfil oscuro, que maneja asuntos pantanosos desde su bufete, ese al que ha preferido aferrarse antes de estar dando tumbos por incómodos juzgados de la nación. Un “Kiko” (ya saben, los del Camino Neocatecumenal del “profeta” Argüello) que labra su fortuna, nada despreciable, “clavándole” sustanciosas minutas a ingenuos clientes en proceso de divorcio, el negocio es el negocio.
Por el otro lado el “Régimen”, así, con mayúsculas, los que llevan 40 años teniendo cautiva y postrada a una región que han saqueado y saquean sin pudor y con la poca vergüenza de decir encima que “Andalucía es imparable”, imparable hacia el abismo del paro, la sanidad y educación precarias, la corrupción, la entrada indiscriminada de inmigrantes, la proliferación del narcotráfico y las mafias en las costas, la postración de un campo subvencionado y adormecido, el desmantelamiento del escaso tejido industrial que había y una permanente política de enchufismo, amiguismo y matonismo social ejercido bajo la presión de ser la fuente principal de contratos, subvenciones, adjudicaciones y demás prebendas.
Por la extrema izquierda, los “iluminados” comunistas, se llamen como se llamen, que predican justicia social y se dedican a vivir como nunca han vivido a base de sueldos públicos y de inventarse continuas campañas de moda, recogiendo todos los esnobismos progres que haga falta, feminismo ultra, animalismo, veganismo, ecologismo, y todos los ismos necesarios para mantener su chiringuito de saraos litroneros.
En medio el partido naranja, como su color, algo descafeinado de propuestas, con el candidato más plano de la campaña, con su cara de triste y simplón, que oculta un alma veleta y acomodaticia que le ha hecho conseguir vivir de la política desde hace años. Sin relieve, sin nada interesante que aportar mucho más allá que su supervivencia personal.
Ante todo ello, tras lo que suceda después de las urnas del domingo 2 de Diciembre, salga lo que salga será un desastre para Andalucía, quien esté convencido de que verdaderamente esta región podría ser esa “nueva California” que pronosticó un líder socialista, se debe poner, ahora sí, a reflexionar sobre el futuro de una región de España que tiene recursos naturales, productos, áreas económicas por desarrollar y capital humano, para, de una vez por todas, elevar a la región a la que debería ser su verdadera posición en el conjunto de España y de Europa.
Eugenio Abril