Miguel Ángel Loma
Bajo el lema "Dicho y Hecho" el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales está realizando una potentísima campaña publicitaria en prensa, radio y televisión, con el único objetivo de informarnos sobre la revalorización de las pensiones, que no es otra cosa que el cumplimiento de un compromiso asumido el pasado año por el gobierno del PP. Y como en política eso de cumplir lo que se promete no es cosa habitual, cuando cumplen se creen en la necesidad de pregonarlo a los cuatro vientos, y por supuesto, sin reparar en gastos. La campaña se ha convertido en un instrumento de la oposición para zaherir al gobierno, porque la empresa publicitaria a quien se le ha adjudicado su realización está presidida por Miguel Ángel Rodríguez, ex portavoz del primer gobierno del PP, y porque el beneficiario directo del autobombo mediático es Zaplana, un tipo muy bien relacionado con el poder, con el auténtico poder, que fue protagonista de algunas movidas de aguas turbias en sus años de alcalde levantino.
Hay quien pensará que tanto el ministro como el gobierno hacen bien, y que las cosas hay que saber venderlas porque si no nadie se entera. Incluso se alegará como apoyo argumental de esta defensa, que el PP está en su derecho a realizar este tipo de campañas porque los socialistas no cumplieron mucho de lo que prometieron, y sin embargo no se cortaban un pelo a la hora de vendernos la moto. En cualquier caso y se piense como se piense, lo que no resulta de recibo es que este tipo de campañas publicitarias, donde los políticos se limitan a informarnos del cumplimiento de sus obligaciones, la hagan a costa de los contribuyentes, porque obviamente quien las paga no es el señor Zaplana, ni el ministro ni el gobierno que corresponda (ni tampoco sus respectivos partidos), sino el bolsillo de papá Estado, el de mamá Autonomía o el de la cuñada Diputación. Para que este modo de actuar fuera legítimo, en esos otros extrañísimos casos en que los políticos incumplen sus promesas, también deberían lanzar las mismas campañas publicitarias y con igual intensidad en el gasto, diciendo algo parecido a "Prometimos y no cumplimos. Dicho, pero no hecho". Aunque eso sí: pagándolas de sus propios bolsillos. Sería la manera más eficaz de que algunos se tentasen la cartera antes de prometernos el oro y el magrebí.