Miguel Ángel Loma
Pienso yo -a veces lo hago- que quizás sería conveniente buscarle una utilidad al Congreso de Diputados (y Diputadas) y ya puestos, también al Senado. Y no digo que esté mal eso de abrir sus puertas cada 6 de diciembre y mostrarle a los jubilados de Madrid los orificios que dejaron los tiros de los hombres de Tejero en el techo del hemiciclo, o eso otro de invitar a la gente de la farándula al gallinero para que se sientan por unas horas defensores de la paz, la justicia y la libertad de los pueblos oprimidos; pero a lo peor tan efímeras funciones no justifican el dineral que nos supone el mantenimiento del Congreso y todo el personal y servicios puestos a su disposición. Porque las cosas están cambiando mucho, y con la pérdida de capacidad de decisión que está significando nuestra pertenencia a organismos como la Unión Europea y la OTAN, el bacalao nos llega hasta en remojo y las cuestiones más importantes ni siquiera las deciden nuestros representantes (y representantas), sino que nos vienen impuestas desde fuera.
Y total, si al final cada uno vota lo que le marca su jefe de grupo, ¿qué necesidad hay de que existan más de trescientos clones parlamentarios? ¿No nos resultaría mucho más económico el que hubiera una sola persona por cada partido representado, con derecho a tantos votos como escaños le hubiesen correspondido? Vamos, algo parecido a la Diputación Permanente que funciona tan ricamente con sólo una veintena de miembros (con perdón de la expresión).
El otro día seguí el debate sobre la guerra que Bush se ha empeñado en lanzar contra Iraq, y no sé cómo se le pudo llamar a eso debate porque no se trataba de debatir nada, sino de colocar cada uno su rollo. Como siempre, nadie fue allí con la intención de convencer ni ser convencido, cada uno llevaba muy claro su discurso, y seguro que hasta sus réplicas si les hubiesen dejado replicar. Y eso que no hubo ni votación, pero no hay duda de que si llega a haberla, todos hubieran votado en bloque según lo que les indicase el mandamás de su partido. Y verán, yo entiendo que haya asuntos que no admitan el cambio de posiciones porque los parlamentarios se deben, eso dicen, a sus promesas electorales, pero eso será en cuestiones recogidas previamente en sus programas y no sobre problemas nuevos que surgen en cada legislatura, porque la verdad, no sé en qué parte de los programas electorales se hablaba de la guerra preventiva contra Iraq.
Incluso la Constitución dice que las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos, y si eso de meternos en una guerra no es cosa trascendente, no sé qué cosa será ya trascendente. Claro que a lo mejor también sería conveniente buscarle utilidad a algunos artículos de la Constitución..., pero esa es otra historia. En fin, que sería bueno abrir un concurso de propuestas para ocupar el tiempo de nuestros padres y madres de la patria, porque aunque gozan de unas vacaciones bastante generosas hay veces que televisan las sesiones y les da por asistir al Congreso, y no es justo condenar a tamaña pasividad a una gente sacrificada al servicio de la comunidad, por un sueldo tan miserable como el que cobran Sus Señorías (y Señoríos). No es bueno que se aburran tanto, que el aburrimiento es padre de muchos vicios.