por Eduardo López Pascual

Nos habían convocado el cinco a las cinco. Era una llamada muy sensible de Voces contra el Terrorismo (VcT) ante la sospecha de que el gobierno socialista, en su afán de aparentar querer acabar con la banda asesina ETA, repitiera su traición y sus mentiras aunque eso fuera a golpe de cesión a los malos y engaños a los buenos. Salimos a la calle para advertir que no estábamos dispuestos a dejarnos engañar una vez más. Ante esa convocatoria para que estuviésemos en la gran manifestación que finalizaba en la Plaza de Colón de la capital de España, como ciudadanos a los que les duele cuanto duele a España y como miembros de un Partido que se inspira en la Justicia, con mayúsculas, pensamos que no se podía obviar ni la llamada ni su significado.

Como uno más fuimos, como decenas de grupos, asociaciones y partidos que estuvieron menos los oportunistas del PP, los socialistas y su compañía de izquierdas, inmóviles en el tiempo como estatuas de sal. Miles de personas de toda condición y lugar nos encontramos allí, física y moralmente, apoyando las demandas honorables de Voces contra el Terrorismo, que no querían consentir más mentiras. Cuando los organizadores de la enorme manifestación del cinco a las cinco, dieron la palabra a representantes de las esposas, maridos e hijos que sufrieron el zarpazo criminal de ETA, un clamor se elevó pidiendo alto y claro que en nuestro nombre, este gobierno no jugara a acercar presos, a excarcelar asesinos, a privilegiar sus situaciones en prisión o a planear posibles autorizaciones electorales a los tapados de ETA. Era el cinco de febrero a las cinco de la tarde.

Manifestación del 5 a las 5

 

¡En mi nombre, no!, decían y era un grito coreado por una enorme multitud que en riada cívica y emocionada caminó por la calle que desemboca en la Plaza de Colón. Y con ellas tuvimos el honor de estar allí tras una pancarta de FALANGE AUTÉNTICA pregonando la exigencia de dignidad, de firmeza y de una justicia que firmaba, además, su condición y vocación de solidaridad; podemos jurar, porque estuvimos allí, que la pancarta y sus portadores éramos falangistas de La Auténtica, que reconocidos por nuestro Pueblo, agradecido por el testimonio, recibíamos los aplausos y los bravos que sinceramente las gentes ofrecían a nuestro paso. Que, como las victimas, proclamábamos nuestra fe política y compromiso de lealtad, estando allí, solidarios y convencidos, la plana mayor de nuestro partido azul, joven y moderno.

Hacía años que una enseña falangista contara no sólo con el respeto a su realidad, sino con el aplauso de miles de personas que nos saludaban convencidas de que tras esa pancarta, veían a la Falange Auténtica. Estuvimos allí porque teníamos una obligación moral, porque debíamos corresponder a una invitación abierta a todos y porque teníamos que relatar la verdad de cuanto allí pasó, de cuantos allí estuvimos y, cómo no, de vivir la emoción de un compromiso con las víctimas del terrorismo que, como siempre, los falangistas no olvidaremos.

Ganamos los aplausos de quienes solidariamente se unieron a las demandas de la asociación Voces Contra el Terrorismo y fueron a Madrid a decirle al gobierno socialista que termine con sus mentiras. Estuvimos camaradas de Extremadura, de Valencia y Alicante; de Andalucía y Canarias; de Castilla, Galicia y Cataluña; de Aragón, de toda España; fuimos los falangistas, que de nuevo merecimos el apoyo del pueblo.