por Fernando Navarro

Siguiendo con la costumbre  adquirida  a lo largo de las dos legislaturas que lleva en el poder, el Partido Socialista ha decidido limitar la velocidad máxima de los vehículos en autopistas y autovías a 110km/h sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo. Argumenta la modificación de la norma como medida de ahorro de los ciudadanos. Podemos incluir esta medida en el grupo de ellas consistentes en tomar decisiones en nuestro nombre, por nuestro bien, pero sin consultárnoslo. En este grupo de decisiones se encuentran la prohibición de algunos tipos de hamburguesas, la modificación de la ley del tábaco, la supresión de la bollería y dulces en los centros educativos, por poner algunos ejemplos.

Cualquiera entiende que la bolleria en exceso o comer hamburguesas a diario o el hábito de fumar no son saludables, pero forma parte de la responsabilidad de cada cual el cuidar su salud y la de su familia. No obstante, el gobierno cree saber lo que más nos conveniene y está dispuesto a imponérnoslo por encima de esas idéas trasnochadas de libertad y responsabilidad individual que algunos preconizamos.

En el problema concreto del consumo de combustible, en lugar de disminuir la velocidad máxima, el gobierno podría optar por fomentar el teletrabajo, el uso colectivo de los medios de transporte publicos y privados a través de las nuevas tecnologías, y fomentar la iniciativa privada para encontrar una solución al ya antigüo problema energético. No lo hace así porque piense que va a solucionar el problema, sino por el pensamiento doctrinario que intenta implantar que consiste en hacer creer que el gobierno tiene la razón y la capacidad de resolver nuestros problemas. Porque haciéndonos creer que no debermos ocuparnos de nuestros asuntos lo que quiere conseguir es que dejemos de pensar, de decidir y de ser críticos, para convertirnos en su rebaño.

Cartel de señalización de limitación a 110km/h