Por Antonio Pérez Bencomo Cuando José Antonio Primo de Rivera pensó en la camisa azul como atuendo distintivo de los falangistas en los años 30 del siglo pasado, lo hizo porque ese color era el de los monos que usaban los obreros. Su intención era dejar claro que la vocación del nuevo movimiento político que lideraba no era otra que servir de ariete a las justas reivindicaciones de los sectores más humildes de la población española. Y esa fue una fijación casi obsesiva de José Antonio que impregnó a todos los aspectos de la Falange fundacional, abarcando desde el programa político hasta los símbolos de la nueva formación.